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lunes 25 de junio de 2007

Cada vez más enredados

Las medidas con las que el Gobierno trata de solucionar los problemas –surgidos como consecuencia de su negación de la realidad y los principios más elementales de la economía– no hacen más que provocar nuevas complicaciones.

Cuando uno lee las explicaciones que dan los funcionarios públicos ante la crisis energética (dicho sea de paso: el Gobierno siempre negó que existiera tal posibilidad), la conclusión a la que uno llega es: ¿cómo se iba a imaginar el Gobierno que en invierno podía llegar a hacer frío? Sólo los recalcitrantes liberales podemos afirmar que en invierno suele bajar la temperatura y en el verano arrecia el calor. Resulta que, ahora, la culpa de la crisis energética parece tenerla el planeta por tener cuatro estaciones.

Lo cierto es que esta absurda negación de la realidad a la que acuden permanentemente los funcionarios públicos los complica cada vez más, al punto de que toman decisiones contradictorias que rayan en el ridículo.

La semana pasada, por ejemplo, un secretario de Estado les ordenó a las empresas distribuidoras de gas que no abastecieran a las industrias. La idea del Gobierno es que, si les corta la energía a las industrias y a los comercios, evita el costo político del desabastecimiento energético a los domicilios y, de esta manera, supuestamente, no pierde votos. Las distribuidoras de energía acataron la orden y les bajaron la palanca a las empresas. Sin tener en cuenta esta medida y haciendo gala de la coordinación en los actos de gobierno, otro funcionario público sancionó a las distribuidoras por cortarles el suministro a las empresas. ¡El ridículo total!

Al igual que con otros temas, con el energético el Gobierno se enreda para peor. Para mostrar un Índice de Precios al Consumidor (IPC) artificialmente bajo, decidió, entre otras medidas, no permitir el aumento de las tarifas de energía eléctrica y de gas. Como resultado, el desestímulo a la inversión hizo que la oferta no aumentara al ritmo de la demanda, que creció fuertemente por el precio artificialmente bajo de las tarifas. Cualquier manual de introducción a la economía enseña que, si uno establece un precio máximo por debajo del nivel de mercado a un producto o servicio, la demanda sube y la oferta cae.

Así las cosas, el Gobierno consiguió, en el corto plazo, dibujar el IPC, pero al costo de crear un serio problema energético hacia el futuro. Como el futuro ya llegó, ahora las empresas no tienen energía para producir y el enredo del Gobierno consiste en que tendrá una disminución en el nivel de actividad, con lo cual la gente comenzará a tener problemas de ocupación. Eso sí, habrá gas y energía eléctrica baratos, aunque los ciudadanos no tendrán plata para poder pagarlos. Ni las empresas tendrán gente a la cual venderle sus mercaderías.

Recurriendo al sonsonete de que como las empresas privatizadas ganaron mucho en los 90 ahora tienen que invertir a pérdida, los hechos terminaron pasándole por encima al oficialismo. Porque la realidad es que nadie invierte por lo que ganó, sino por lo que piensa ganar. Otro ABC de la economía que el Gobierno quiso desconocer.

Otro ejemplo que puede darse de los enredos de la administración kirchnerista es la inflación. El presidente Néstor Kirchner acaba de afirmar que, hasta 2011, habrá un tipo de cambio “competitivo”. Negando el contexto y basándose en afirmaciones sin evidencias, no dijo cómo va a hacer para sostener artificialmente alto el tipo de cambio. Y también se olvidó de explicar de dónde va a sacar los recursos para hacerlo.

El punto central del problema es que la emisión para mantener el tipo de cambio alto produce inflación. Para disimularla, el Gobierno primero controló los precios y luego, superado por el tsunami de la realidad, intervino el INDEC. Sin embargo, lo concreto es que los precios siguen aumentando y el tipo de cambio real cae cada vez más. Al caer el tipo de cambio real, o “competitivo” como lo llama el Gobierno, las soluciones posibles son dos: a) bajan los precios internos, o b) sube el tipo de cambio nominal. Como los precios internos no bajan, sino que suben por efecto de la inflación, la única alternativa es que suba el tipo de cambio nominal. Pero como, por el diseño de la política económica, el tipo de cambio tiende a bajar, el Gobierno tiene el problema de no poder subir el tipo de cambio nominal a pesar del endeudamiento del Banco Central y la emisión monetaria. ¿Cuál es la “solución” que tiene el Gobierno? Que el tipo de cambio real termine de licuarse hasta que se produzca una corrida cambiaria y el dólar suba. La paradoja es que la “solución” es una crisis financiera y cambiaria. Claro, alguno preguntará: ¿es posible que el tipo de cambio se dispare? Mi respuesta es: lo mismo decían cuando negaban la posibilidad de una crisis energética o cuando se afirmaba que los controles de precios eran restringidos y por un tiempo breve.

Otro enredo del Gobierno consistió en emitir bonos ajustables por CER. Al dibujar tan burdamente el IPC, los inversores dejaron de comprar bonos ajustables por CER y, entonces, el Gobierno empezó a emitir bonos a tasa variable. Como la tasa nominal de interés sube con el aumento de la inflación, el Gobierno terminó cayendo en el mismo problema porque el stock de deuda tiende a ser impagable en el largo plazo.

El Gobierno está complicado y lo sabe. Pierde las elecciones una atrás de otra, se le descontrola la economía y la gente empieza a formular la típica pregunta que todos se hacen cuando comienza la desconfianza: ¿hasta cuándo aguanta esto? Esta pregunta es la típica que me formulan todos los días. Y son muchos los que ya no preguntan, sino que afirman que vamos mal. La gente comienza a advertir que la fiesta de crecimiento a tasas chinas es una ficción. Y cuando esta sensación de desborde termine de generalizarse, el último enredo del Gobierno habrá consistido en perder el poder porque ya no dispondrá de maquillaje para disimular la realidad para conseguir votos. © www.economiaparatodos.com.ar

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