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jueves 23 de abril de 2009

Candidaturas y ética

El Gobierno está intentando instalar una equiparación entre diferentes candidaturas. Sin embargo, no todos los casos son iguales.

La confección de las listas de candidatos para las elecciones del próximo 28 de junio ha dado lugar a la aparición de un inesperado pero saludable debate ético. La cuestión se planteó cuando el gobierno decidió lanzar las “candidaturas testimoniales” de gobernadores e intendentes para cargos legislativos que es sabido de antemano que no asumirán porque continuarán desempeñando roles ejecutivos. El pretexto esgrimido por el kirchnerismo para fundamentar esa estrategia electoral es que Gabriela Michetti y Felipe Solá también están ejerciendo actualmente cargos para los que fueron electos pero competirán en las elecciones de este año. Todo el tema ha desencadenado un debate acerca de qué es lo legítimo y qué no lo es en lo referido a las candidaturas. Es necesario un análisis pormenorizado sobre el particular.

La candidatura de Gabriela Michetti a diputada nacional, abandonando la vicejefatura de Gobierno de la ciudad, puede ser opinable en el sentido de que los votantes de la Capital eligieron a Michetti para que ocupe un determinado cargo y ejerza una función específica, a los cuales abandona para abocarse a otra tarea. ¿Está bien o está mal lo que hace Michetti?

El tema es discutible pero, en esencia, Michetti no abandona el proyecto político en el que está enrolada, no modifica sus principios, no deja de sostener los valores en representación de los cuales fue electa vicejefa de gobierno. Su presentación como candidata a diputada nacional obedece a la buena reputación que se hizo y a la necesidad de su partido de tener una representación apropiada para competir con buenas perspectivas en las elecciones de este año. La candidatura de Michetti es una necesidad instrumental pero no conlleva una defraudación al electorado ni una desvirtuación de los principios y valores que la convirtieron en una referente política importante del macrismo. En un análisis más fino, podría decirse que la candidatura de Michetti a diputada nacional se explica porque el puesto de “segunda” le “quedó chico” y por ese mismo motivo se ganó el derecho a proyectarse como una figura con vuelo propio y no, como lo fue hasta ahora, una buena acompañante de Mauricio Macri. Si Michetti es una figura política promisoria, la candidatura a diputada nacional la proyecta hacia niveles más elevados y, en tal caso, es legítimo que abandone un puesto secundario para acceder a un protagonismo en el primer plano.

Felipe Solá se desvinculó del kirchnerismo en discrepancia con las orientaciones seguidas por el gobierno. Se trata de una decisión legítima, por cierto, desde el momento en que la anunció formalmente y la fundamentó en argumentos válidos. Es absolutamente aceptable que alguien que apoyó determinado proyecto político en un momento dado, prefiera desvincularse si entiende que el rumbo seguido posteriormente por esa corriente no concuerda con su pensamiento, sus ideas, sus valores. No está escrito en ningún lado que las alianzas o acuerdos políticos deban ser eternos. Solá apoyó al kirchnerismo en cierto período y, cuando entendió que el rumbo elegido por el gobierno no concordaba con el que él estimaba apropiado, prefirió distanciarse y seguir un camino alternativo. No hay nada de reprochable en la conducta de Solá. Se puede estar de acuerdo con su propuesta política o no pero no hay inconducta ética alguna en esa decisión. Será finalmente el pueblo, a través del voto, quien aprobará o rechazará el proyecto en el que Solá eligió embarcarse. Pero mucho peor hubiese sido que Solá se “atornille” a un cargo después de haberse distanciado de la corriente política en representación de la cual había sido electo. La actitud de Solá, en el sentido de modificar su alineamiento político, renunciar a la banca que ostenta y legitimar su cargo en nuevas elecciones, constituye un acto de honestidad política, no una traición al mandato que le otorgó el pueblo. La traición sería concluir su mandato como opositor después de haber sido electo como oficialista…

La presentación por parte del gobierno de “candidaturas testimoniales” donde aparecen figuras que se conoce de antemano que no asumirán los cargos legislativos para los cuales se están postulando, es, lisa y llanamente, un engaño. No es legítimo poner como candidato a Daniel Scioli si se sabe que Scioli no asumirá el cargo para el que se está postulando. La presentación de Scioli y de los intendentes no es una candidatura sino un montaje escenográfico destinado no a dar a conocer quiénes son los verdaderos candidatos sino, por el contrario, a esconderlos detrás de nombres más rutilantes. Esto sí que es ilegítimo. Esto es como vender mercadería “de segunda” pero poniéndole la presentación de una marca de primera calidad. Aquí sí hay inconducta ética. Esta práctica de las “candidaturas testimoniales” es una defraudación al mandato otorgado por el pueblo a través del voto.

Sólo una corriente política con una concepción muy retorcida de la ética y que ha hecho de la falsificación de la realidad -en todos los campos- una práctica cotidiana, como lo es el kirchnerismo, puede pergeñar algo tan antinatural, tan artificial, tan falso como estas “candidaturas testimoniales”. Lo que el kirchnerismo hace es la negación de la democracia y demuestra un profundo y absoluto desprecio por el pueblo. Da mucha pena pero también genera un enérgico y activo rechazo observar el modo en el que el gobierno manipula y desnaturaliza los principios de la democracia. Aún nosotros, que es notorio que estamos a “años luz” de las concepciones políticas del recientemente fallecido Raúl Alfonsín, no podemos dejar de hacer notar la gigantesca distancia ética que existe entre Alfonsín y Kirchner.

Era necesaria esta aclaración para poner cada situación en su exacta significación ética. A pesar de que el gobierno, en un acto más de demagogia y cinismo, diga que las “candidaturas testimoniales” de gobernadores e intendentes son equiparables a las presentaciones de Michetti y Solá, lo cierto es que existen diferencias notables entre cada caso. Ahora, será el pueblo, a través de su pronunciamiento electoral, el que determinará qué significación atribuye a la conducta de cada uno de los actores de la vida política. © www.economiaparatodos.com.ar

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