Cuando la bellísima Zimbabwe era todavía Rhodesia, la situación social era absolutamente inaceptable, pero la economía al menos funcionaba razonablemente bien. Hoy, la economía del país es un verdadero desastre y -en un clima de represión y torturas- la “vieja” ex-elite blanca ha sido reemplazada, a palos, por una “nueva” elite, la cercana a Mugabe, de raza negra.
Los postergados de ayer, sin embargo, siguen también siendo postergados en la actualidad, en gran medida.
Sólo el 25% de la fuerza de trabajo local tiene empleo. La otrora potencia agrícola, después de la expulsión de los agricultores blancos, es hoy una zona de catástrofe. Los precios de los inmuebles, en moneda real, han caído un 16%, el año pasado solamente. La inflación es enorme, del 2.000 %anual. La economía, entonces, se contraerá nuevamente este año, en un 4,7%. Y el déficit presupuestario alcanzará el 60% del PBI.
Todos los precios están controlados, razón por la cual, como cabía esperar, todo escasea para todos, menos para la “elite negra”. Como en todas partes en los que los controles reemplazan al mercado.
Hasta los inversores chinos parecen haberse definitivamente hartado de la desesperante situación en que Mugabe ha sumergido a la economía local. Ellos han abandonado ya seis de los distintos proyectos en los que estaban trabajando. Entre ellos: la modernización de la mina de carbón de Hwange, en el oeste del país; el gigantesco proyecto agrícola de Nuanetsi; y todo un conjunto de obras públicas que estaban en curso de ejecución. La razón es bien simple: falta de pago.
De esta manera, la política de la que Mugabe alardeaba constantemente –la del llamado “giro al Este” – se ha despedazado sola. Y explotado en mil pedazos. El deterioro de la relación con China es grave y parece haber afectado todos los aspectos de la misma, hasta el nivel mismo de la diplomacia. Nadie confía ya en él. Ni los chinos, siquiera.
La gente huye -despavorida- del caos, para preocupación de los vecinos. Solamente en Sudáfrica hay ya unos tres millones de “refugiados” provenientes de Zimbabwe y muchos más, desesperados, pueden llegar pronto a seguirlos, cruzando el río Limpopo, perezoso y poco profundo, por el que corre la frontera entre ambos países.
Mugabe, insensible, pese a las penurias de su pueblo, decidió “solucionar” -a su manera- el problema de las “villas miserias” en torno a la capital, Harare. Simplemente las demolió con topadoras, sin proporcionar solución alguna a quienes las habitaban. La “solidaridad”, a su manera.
Es difícil imaginar que alguien pueda efectivamente detener el reloj del tiempo respecto de toda una nación, como Mugabe ha logrado hacer. Pero eso es lo que ha sucedido y sigue sucediendo.
Por esto, seguramente, Mugabe no autorizó la visita a Zimbabwe del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que había sido prevista para hace sólo algunas semanas. Esto ocurrió cuando, de pronto, le llegó el mensaje de que el “consejo” que iba a recibir del alto visitante era muy sencillo e inteligente: Annan simplemente le iba a sugerir que, después de décadas en el poder de su país y del desastre en que éste ha quedado sumido, es hora ya de pensar en dar un prudente paso al costado.
Para Mugabe, esto no ocurrirá nunca, jamás. Los “zurdos” no renuncian nunca, no se olvide de esto lector. Tampoco en Zimbabwe. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |