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jueves 20 de abril de 2006

Capitalismo y esclavitud

La tragedia en la que seis ciudadanos bolivianos murieron como consecuencia de un incendio en un taller textil sacó a relucir un debate gastado: la responsabilidad de la economía de mercado sobre la explotación humana.

Hace unas semanas se produjo un lamentable accidente en un taller textil que provocó la muerte de seis ciudadanos bolivianos (dos de los cuales eran niños). Cada vez que se produce una tragedia de esta naturaleza surgen voces condenatorias del sistema de trabajo y las condiciones de vida en la que se encuentran estas personas. Siempre es dolorosa la pérdida de vidas humanas, y más doloroso es saber que se pudieron haber evitado.

Pero para evitar las desgracias o los accidentes hay que ser previsores y tomar medidas antes de que las cosas sucedan, algo que por lo general no ocurre en nuestro país. La máxima que reza “lo atamos con alambre” está tan incorporada a nuestra cultura que hacemos alarde de la misma en cuanta oportunidad podemos. No es extraño encontrarnos con alguien que ha obtenido un resultado positivo en alguna actividad determinada y nos responde: “y eso que lo hice en dos minutos” o “sólo estudié las dos bolillas que me preguntaron”. Podría seguir con los ejemplos, como si la improvisación o la suerte fueran las únicas virtudes de las que podemos presumir.

Es precisamente este comportamiento el que nos hace más proclives a cometer errores y exponernos a los accidentes. Entre los comentarios que se hicieron con respecto a la tragedia de referencia abundaron aquellos que la atribuyeron al capitalismo y quienes relacionaron lo ocurrido con la revolución industrial. Uno de los tantos periodistas que habló sobre el incendio dijo que “esto nos vuelve a la época de la revolución industrial donde se explotaba a las personas”, lo que demuestra que no sabe de ésta más que la versión tradicional que repiten los manuales escolares.

Pues bien, la revolución industrial y el capitalismo permitieron mejorar las condiciones de vida de las personas de menores recursos. Como señala T. S. Ashton en su libro La Revolución Industrial, “sería muy extraño que la Revolución Industrial no hubiese tenido otros efectos que los de hacer más rico al rico y a los pobres más pobres, puesto que los productos no fueron, por regla general, objetos de lujo, sino que consistieron en artículos necesarios e instrumentos de producción”. Si sólo hiciéramos un ejercicio muy elemental (a veces muy complicado para ciertos comunicadores sociales) veríamos claramente que el sistema capitalista y la economía industrializada no sólo no esclavizan sino que liberan a las personas. El ejercicio consiste en ver qué países son más capitalistas y tienen un mayor desarrollo industrial, y cuáles no lo son; luego, hay que comparar las condiciones de vida de las personas en unos y otros. La respuesta a este “desafío” intelectual despejará todas las dudas sobre las causas de la riqueza y la pobreza de las personas.

Con la expansión de la segunda revolución industrial en Europa y Norteamérica (mediados del siglo XIX), la esclavitud tendió a desaparecer en estos lugares. El aumento de la productividad del trabajo desalentó la esclavitud en los países capitalistas (más allá del debate moral que se venía dando por este tema desde finales del siglo XVIII) y si bien las condiciones de trabajo en las fábricas no fueron las ideales –comparadas con los estándares actuales– fueron progresando sin pausa a lo largo del siglo XIX y XX (algo que no sucedió en aquellos talleres domésticos que se encontraban en las afueras de las grandes ciudades).

Nuevamente propongo otro ejercicio (y prometo que es el último): sugiero comparar salarios y condiciones laborales de los empleados de las fábricas en los países desarrollados y en los subdesarrollados. ¿En cuál de los dos casos estarán mejor los obreros? La respuesta es evidente, pero no su causa (al menos para la mayoría de los que opinan en los medios y de los que toman decisiones en el gobierno).

Que los obreros de países más desarrollados se encuentren en una mejor condición relativa que la de los subdesarrollados no se debe a un mayor grado de benevolencia de los empresarios de aquellos países con respecto a los de estos. La causa, más bien, se encuentra en la estructura de capital de las empresas y a la mayor productividad que ésta confiere al trabajo de las personas. La misma comparación se puede hacer en nuestro país con respecto a las grandes fábricas y los talleres domésticos, obteniendo una respuesta similar.

No es el capitalismo el que promueve la esclavitud, sino todo lo contrario. Como señalara Ashton, la industrialización trajo a las personas pobres mejoras impensadas hasta ese momento. Por su parte, aquellos países que perduraron más en sistemas económicos que son mano de obra intensiva, sin inversiones de capital y tecnología, son más proclives a tener trabajadores menos calificados y en peores condiciones. Más capitalismo, más inversión y más tecnología aplicada a la producción son determinantes para salir de la pobreza. No comprender esto implica persistir en el error, culpando al termómetro por la fiebre. © www.economiaparatodos.com.ar



Alejandro Gómez es Profesor de Historia.




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