Desde hace largo rato ya, China está –visiblemente preocupada– interfiriendo cada vez más activamente en las comunicaciones privadas de sus ciudadanos que se realizan a través del Internet. Esta particular modalidad, cabe señalar, ha estado creciendo exponencialmente en ese país en los últimos años. Cual imparable ola.
Esta es, obviamente, una muestra más –absolutamente evidente– de la pavura que el régimen del Partido Comunista Chino siente respecto del ejercicio de la libertad de opinión. Como todos aquellos que son autoritarios, allí y aquí. Porque le temen a la potencial capacidad de la web –como difusora de la verdad– de en algún momento llegar a “desestabilizar” al régimen.
En una vuelta más de tuerca, China ahora obliga a todos quienes actúan como bloggers –esto es, a quienes tienen, como nosotros, un medio regular de comunicación abierto a través de esa red– así como a todos los titulares de los distintos sitios personales a registrarse individualmente con las autoridades, bajo amenaza de que –de lo contrario– simplemente se les cortará el acceso a Internet.
Las nuevas reglamentaciones, que se habían anunciado en marzo pasado, entraron en vigor a comienzos de este mes de junio. El Ministerio de Información chino acaba por ello de reiterar –con tono claramente intimidatorio– su amenaza de impedir el acceso a Internet de todo aquel que no esté debidamente registrado. Hasta ahora, el 75% de ellos se ha registrado.
La idea, aparentemente, es la de empujar a quienes no quieran someterse a la vigilancia (censura) oficial a tener que transmitir sus contenidos desde ubicaciones físicas que estén fuera de China. De esta manera, el gobierno puede impedir que esos mensajes lleguen a quienes, en cambio, están ubicados en el interior de China mediante el uso del sofisticado y gigantesco sistema de filtros del que ya dispone.
Una prueba de la enorme capacidad de movilización que efectivamente tiene la Internet en China fue lo ocurrido recientemente cuando, respondiendo a un estímulo previo de las autoridades, se desató una ola de mensajes de corte nacionalista contra Japón que, de pronto, devino inmanejable para las autoridades. Tanto, que en cuestión de días se acumularon 40 millones de firmas que solicitaban expresamente al gobierno oponerse formalmente a la candidatura de Japón a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Así de efectiva puede ser la web, en muy poco tiempo.
Hasta los cafés cibernéticos chinos están siendo ahora sometidos también a estrictas reglamentaciones. Ellos deben identificar prolijamente a todos y cada uno de sus clientes y asignarles un número individual, de manera que se pueda saber con exactitud y rapidez quién de ellos envió o recibió cada uno de los mensajes que transitan por la red.
Las universidades, a su vez, no pueden abrir al acceso externo el contenido de sus propios boletines informativos. Por temor evidente a lo que desde allí se pueda sembrar en la sociedad.
Las cosas están, queda visto, cambiando tan rápido en China en este particular capítulo de la información que ahora son los propios administradores de los sistemas online quienes curiosamente eliminan, ellos mismos, del tráfico que circula a través de su red a aquellos mensajes de contenido político. Cual perverso, pero efectivo, mecanismo de autocensura.
Como si esto fuera poco, el gobierno chino ha estructurado asimismo un grupo de presuntos chateadores que apareciendo en las conversaciones pretenden ser espontáneos. Ellos intervienen en los sitios que tienen “diálogos abiertos” en defensa siempre del “discurso oficial”. Esto es, el punto de vista de las autoridades. Para tratar de asfixiar así al disenso y la oposición. De terror, ciertamente. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |