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jueves 26 de octubre de 2006

Cómo ganarle a Kirchner

Lograr que el presidente se despida de la Casa Rosada después de las elecciones del año próximo no es imposible, pero requiere que la oposición logre presentar un proyecto alternativo que asegure gobernabilidad a los argentinos.

Todas las encuestas disponibles indican que el gobierno, representado ya sea por Néstor o por Cristina Kirchner, obtendría una ventaja abrumadora en las próximas elecciones presidenciales. Por supuesto, faltando un año para las elecciones, esta ventaja está lejos de ser definitoria. El escenario puede cambiar mucho y, seguramente, habrá factores que lo modifiquen desde ahora hasta el día de la elección. Pero no está fuera de lugar que analicemos el porqué de la ventaja con la que el gobierno cuenta. La gestión que el kirchnerismo viene realizando está lejos de ser brillante. ¿Cómo se explica semejante grado de apoyo popular?

Hay, por supuesto, un primer dato que no se puede negar: que, aunque está plagada de inconsistencias, la política económica del Gobierno aún no se desmoronó y se percibe un crecimiento no desdeñable. En términos electorales, ese crecimiento pesa significativamente y las inconsistencias de la economía no están a la vista como para incidir en las decisiones de los votantes. Pero este argumento –la mejoría de la economía– no es suficiente para explicar la adhesión que despierta la actual administración. Se dirá quizá que la causa del apoyo que tiene el Gobierno es la atomización de la oposición, pero es dudoso que esto sea tan así. En realidad, parece al revés: la oposición está atomizada porque no se percibe por qué camino se podría hacer mella en la posición en la que el Gobierno se encuentra.

El kirchnerismo ha logrado algo más que promover un importante –aunque inconsistente– crecimiento económico. Ha logrado tranquilizar el país… Éste es el fundamento del apoyo con el que cuenta. La Argentina es un verdadero polvorín que está a punto de estallar a la mínima chispa (un hecho tan irrelevante como el traslado del cadáver de Perón provocó un caos inimaginable, por ejemplo) y Kirchner ha logrado, si no desactivar la bomba, al menos ponerla lejos de los escenarios más propensos al estallido. La población valora eso y le reconoce al Gobierno el mérito de haber aquietado un clima que no hace demasiado tiempo era mucho más turbulento. En la consideración de muchos argentinos, Kirchner es una garantía de gobernabilidad. Para ganarle a Kirchner hay que demostrar que se es capaz de asegurar la gobernabilidad. Como nadie puede ofrecer ese “servicio”, Kirchner es, por el momento, imbatible.

Por supuesto que los métodos empleados por Kirchner para asegurar la gobernabilidad son censurables. Veamos un caso, quizá el más paradigmático: las relaciones de Kirchner con el señor Luis D’Elía…

D’elía es, esencialmente, un profesional de la extorsión. Su método operativo obedece al siguiente principio: “O me dan lo que pido o movilizo a mi gente, provoco desórdenes e inconvenientes a la población y el costo político lo paga el Gobierno”. En cualquier país con cierta dosis de racionalidad, el Estado se negaría a aceptar semejante presión y emplearía la fuerza pública para enfrentar a los revoltosos. Como aquí eso no es posible porque cualquier acción que roce mínimamente la idea de represión se torna cuestionable, los personajes como D’elía encuentran espacio para desarrollar sus prácticas extorsivas y Kirchner aprovecha esa circunstancia para prestarse a negociar con D’elía y otros similares y hacer de su habilidad para mantenerlos en calma (con dineros públicos, es decir, del pueblo argentino) el fundamento de su poder. He allí la ecuación que torna, por el momento, electoralmente imbatible a Kirchner. Para ganarle a Kirchner hay que demostrar que se es capaz de garantizar la gobernabilidad (cosa que Kirchner precariamente logra, aunque sus métodos sean éticamente inaceptables) y consolidar el crecimiento económico en marcha.

Esto es lo que la oposición no ha logrado y, por eso, las encuestas reflejan un altísimo grado de apoyo al oficialismo. Kirchner no es un político que despierte entusiasmos encendidos, pero ha logrado producir una cierta tranquilidad y una relativa mejoría de la situación económica general. Para ganarle, hay que mejorar su oferta y, hasta ahora, nadie lo ha hecho. Por lo tanto, es lógico que sea amplio favorito para obtener la victoria en las elecciones del año próximo.

Esto no significa que esté todo dicho. Si surgiera un buen proyecto opositor, que no invalide lo que la población valora de la gestión de Kirchner pero que ofreciera mejoras en otros aspectos donde el Gobierno está claramente en mora, podría tornarse competitivo. Por el momento, no se vislumbra un proyecto de ese tipo, que debería incluir entre sus propuestas una mejora de la calidad institucional, un manejo mucho menos discrecional de la ayuda social y algún tipo de respuesta frente al problema de la falta de seguridad. Como se ve, la gestión del Gobierno –además de la precariedad de su política económica– adolece de muchas falencias que podrían ser explotadas por un proyecto opositor acertadamente concebido y desarrollado. El problema es que los dirigentes opositores no diseñan un proyecto de esas características y no se deciden a explotar las posibilidades que las circunstancias les ofrecen. Kirchner, agradecido… Habrá que ver si de aquí a un año surge alguna iniciativa que ponga en riesgo el aparentemente inevitable triunfo del oficialismo. © www.economiaparatodos.com.ar

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