La teoría económica habitualmente enseñada en las universidades concentra su atención en lo que se llama situaciones de equilibrio. Así, mediante el uso de matemáticas y gráficos se les enseña a los estudiantes la determinación de precios y cantidades de equilibrio. Este enfoque ha llevado a muchos errores conceptuales y ha alejado a la teoría económica de lo que realmente debe explicar: el funcionamiento del mercado. Entre estos errores podemos encontrar una omisión muy importante, que es la del empresario. En efecto, bajo los supuestos que opera la teoría del equilibrio, la función empresarial desaparece ya que se supone que los operadores del mercado conocen todas las alternativas a su disposición, tanto para consumir como para producir.
En “Competencia y función empresarial” (Unión Industrial, Madrid, 1975), Kirzner, continuador del pensamiento de Ludwig von Mises, señala la falsedad de los supuestos de la teoría económica tradicional y muestra cómo el empresario cumple la función de coordinación que consiste en estar atento a las demandas de los consumidores y dirigir los recursos productivos hacia la producción de aquellos bienes y servicios que los consumidores desean con mayor intensidad. El empresario se transforma de esta manera en el factor que hace posible que los mercados tiendan a equilibrarse.
Es por esta razón que la teoría económica debe tratar de explicar el “proceso” por el cual el mercado tiende al equilibrio y no el equilibrio mismo, ya que este último es sólo una situación ideal.
Reproducimos a continuación algunos fragmentos:
“El empresario “puro” observa la existencia de una oportunidad de vender algo a un precio mayor del que se puede comprar. De aquí se sigue que cualquiera es un empresario en potencia, ya que el papel puramente empresarial no presupone ningún tipo de ventaja en forma de activos valiosos. Por eso, mientras que la participación en el mercado de los propietarios de capital está siempre hasta cierto punto protegida (por las cualidades peculiares del capital poseído), la actividad del empresario nunca está protegida en modo alguno. La oportunidad ofrecida en el mercado por el poseedor de capital no se puede duplicar o sobrepasar libremente por cualquiera; sólo la puede duplicar otro propietario de un capital similar. En un mundo en el que no existan dos capitales exactamente iguales, ninguna oportunidad ofrecida podría ser exactamente copiada. Pero si un empresario percibe la posibilidad de obtener beneficio ofreciendo comprar a un precio atractivo para los vendedores y vender a un precio atractivo a los compradores, las oportunidades que así ofrece el mercado pueden, en principio, estar al alcance de cualquiera. La actividad del empresario es esencialmente competitiva. Por eso, la competencia es inherente a la naturaleza del proceso mercadológico empresarial. O, para decirlo de otra manera, la empresarialidad es inherente al proceso competitivo en el mercado.” (páginas 25-26)
“Para formular una teoría sobre el proceso de mercado necesitamos un concepto de monopolio que nos permita formular las preguntas adecuadas acerca del impacto que el monopolio ejerce en el proceso. (…) Al considerar la competitividad del proceso de mercado, la incógnita crucial se refiere a la libertad de acceso. Ahora bien, es cierto que no existen obstáculos de acceso para la actividad empresarial puro, pero no es menos cierto que es muy fácil imaginar los obstáculos que pueden surgir para el ejercicio de la actividad empresarial. Aunque no es posible imaginar la existencia de monopolio en la empresarialidad (dado que no se requieren recursos para la empresarialidad pura), hemos visto ya que la restricción del acceso a los recursos puede bloquear efectivamente a empresarios potenciales en el descubrimiento de oportunidades de beneficio inexploradas, no porque el monopolio les haya impedido apreciar todas aquellas oportunidades que pueden ser detectadas, sino porque el monopolio de los recursos puede haber hecho desaparecer las posibilidades en sí mismas. Sin acceso a la naranja, se bloquea el acceso a la producción de zumo de naranja.
“Por ello, el monopolio, en un mercado libre de obstáculos gubernamentales en lo que respecta al acceso, significa para nosotros lo mismo que la posición de un fabricante que, sin control alguno sobre los recursos, es casualmente el único fabricante de un determinado producto. Este industrial está sujeto totalmente al proceso de mercado competitivo, puesto que otros empresarios tienen absoluta libertad para competir con él. Se sigue de ello, también, que la forma de una curva de demanda con que se enfrenta el fabricante no tiene, de por sí, relación con el hecho de que él sea un monopolista, en el sentido en que he definido el término. El hecho de que un fabricante sin control de monopolio sobre los recursos vea la curva de demanda con que se enfrenta como si se tratara de la curva de todo el mercado para un determinado producto, sólo significa que cree que ha descubierto la oportunidad de vender en este mercado en su conjunto antes de que lo haya hecho nadie. Dado que no posee monopolio sobre la perspicacia de otros empresarios, el proceso competitivo no es obstaculizado por la vertiente descendiente de la curva de demanda con que se enfrenta el fabricante en ese momento. Por el contrario, el control monopolista sobre los elementos de producción, que bloquea efectivamente el acceso a una actividad productiva determinada, no es necesariamente incompatible incluso con una curva de demanda horizontal con la que se enfrenta el monopolista. (…)
“Sólo en una teoría que se desentiende del proceso empresarial –que se interesa sólo por la situación que las empresas afrontarán cuando el proceso haya seguido su curso– puede parecer de fundamental importancia la forma de la curva de la demanda con que se enfrenta la empresa. Para nosotros, enfocada nuestra atención sobre el carácter competitivo del proceso empresarial, el concepto de monopolio debe ser introducido de modo que sea adecuado a las discusiones a nivel empresarial –un nivel en el cual la sola idea de una curva de demanda dada, a la cual debe enfrentarse el responsable de la toma de decisiones, implica una petición de principio.” (páginas 117-122) |