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jueves 30 de abril de 2009

Criminalizar la delincuencia

Quienes criminalizan la pobreza son aquellos que consideran que los pobres, por esa condición, son arrastrados al delito.

Cristina Fernández de Kirchner, la primera candidata “testimonial” de la historia política argentina, aseguró hace unos días que “no hay que criminalizar la pobreza porque delincuentes hay en todas las clases sociales".

Se trata de una declaración sorprendente viniendo de alguien que encarna la teoría según la cual la delincuencia obedece a razones económicas y de exclusión social. Una concepción que da a entender, por lo tanto, que aquellos que delinquen lo hacen porque son pobres.

Desde este lugar nos hemos cansado de repetir lo ofensivo que resulta semejante teoría, que equivale a decir que todos los pobres son potencialmente delincuentes. Esa idea ha sido precisamente preconizada desde el Gobierno y desde cierta visión ideológica del Poder Judicial. La gente razonable siempre la ha rechazado por discriminatoria y prejuiciosa.

Hay millones de pobres decentes que trabajan día a día con la esperanza de que sea la licitud la que los saque de esa condición. Para ellos, la idea enarbolada desde siempre por la presidente y por los que piensan como ella es una ofensa gratuita que se debería rechazar por racista y elitista.

Está claro que delincuencia hay en todas las clases sociales. Lo que hay que criminalizar es la delincuencia. Ni la pobreza ni la riqueza, ni nada que tenga que ver con una condición económica.

La delincuencia es delincuencia. No importa si el delincuente tiene mucha o poca plata. Para ellos la ley debe ser igualitaria y aplicarse por el delito que cometen, no por el tenor de su billetera. Que quede en claro, entonces, que si alguien ha criminalizado alguna vez la pobreza esos han sido –y son– los que consideran que los pobres, por esa condición, son arrastrados al delito.

Es verdad que, cuando otras circunstancias se suman, puede haber una tentación mayor a delinquir. Pero, generalizar de la manera que han sugerido la presidente y quienes opinan como ella en esta materia es una ofensa que no puede permitirse.

Ignoramos cuál ha sido el motivo por el cual la presidente parece haber cambiado de rumbo. En todo caso, en buena hora que empiece a creer que lo que hay que criminalizar es el delito y no una condición social.

La tergiversación y el poner en boca de otros lo que en realidad han sido palabras propias es una táctica vieja del populismo, cuya característica más saliente es engatusar a un montón de gente mediante la estafa verbal y de hecho. Las variantes de esas mentiras cubren varios campos de la vida. Sin embargo, la acción sobre los pobres es clave. Mantenerlos en una condición de precariedad, de enfermedad y de incultura es esencial para que los que se apropian de las poltronas del Estado puedan seguir manteniéndose en sus lugares de saqueo.

La demagogia de palabra respecto de ese sector social manda enfrentar a los que no superan una línea de subsistencia decorosa con los que sí la han cruzado. El hacerlos creer que ese otro sector social los discrimina es una treta de enfrentamiento que no tiene por finalidad favorecerlos, sino usarlos.

En materia de seguridad, esta teoría insufla los ánimos de los pobres diciéndoles que como pobres víctimas deben delinquir para igualar, de hecho, los tantos de la Justicia. No hay nada más patético que semejante argumento.

Es tan vacío, tan falso y tan discriminatorio que, inconscientemente, surge la impronta de contradecirlo.

Ahora, la presidente afirma que “delincuentes hay en todas las clases sociales”. Contradice lo que ha preconizado siempre, aunque no pierde la oportunidad de echar otra vez mano de la demagogia y el enfrentamiento: pretende seguir con su táctica de ganar el corazón de los pobres, esta vez diciendo que también hay ricos que delinquen y violan la ley. Seguramente especula con la presunción de que los pobres pensarán que ella está de su lado tanto ahora como antes, cuando decía lo contrario.

Esa especulación sobre la incapacidad de la población escasa de recursos para descubrir que son utilizados como carne de cañón quizás cambie algún día. Cuando los pobres descubran que la dignidad no depende de haber ido al colegio, sino de advertir el uso artero de sus personas como si fueran números, gran parte de los atajos del populismo se habrán acabado para siempre. © www.economiaparatodos.com.ar

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