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jueves 11 de noviembre de 2004

Cuando hasta ser honorable es difícil

Los cada vez más estrictos controles a los pasajeros aéreos y la informatización de los procesos de chequeo de datos pueden jugarle malas pasadas a cualquiera, incluso a la nobleza misma.

Gracias a las múltiples medidas de seguridad que han debido adoptarse a lo largo y ancho del mundo como consecuencia del terrorismo, viajar por avión puede resultar complicado. Particularmente si Usted pertenece a la nobleza.

Así lo confirma lo que le sucedió en el aeropuerto de Sydney, en Australia, al Honorable Luani: cuando pretendía abordar un vuelo de Air New Zealand con destino a Auckland para regresar a su casa, en Tonga, no pudo hacerlo.

Ocurre que Luani, al fallecer, en 1967, su padre, que pertenecía a la pequeña nobleza de la isla de Vava’u, en Tonga, heredó de pronto el título nobiliario de su progenitor. Esto es el derecho a ser el 47º “Honorable Luani”.

Entonces, conforme a su derecho y en la más pura tradición británica, Luani decidió solicitar a las autoridades de su país la emisión de un nuevo pasaporte que, en lugar de ser impreso con su anterior nombre, se emitió -en cambio- a favor del “Honorable Luani”. Él mismo, por supuesto, pero con una descripción nobiliaria, en lugar de su anterior nombre plebeyo.

Con un apellido, entonces, pero sin nombre propio. Lo que las confundidas computadoras australianas interpretaron como una rara irregularidad, por lo que sometieron de inmediato a su frustrado -aunque noble- titular a toda suerte de ofensivas demoras, interrogatorios e incomodidades, mientras durante 45 larguísimos minutos –en los que todos los ojos de los pasajeros del vuelo se clavaron sobre él- trataba de explicar y aclarar, sin demasiada suerte, su inusual situación personal.

De nada sirvió que argumentara que el propio pasaporte contenía una visa de ingresos múltiples, vigente hasta el 2005, emitida por el gobierno de Nueva Zelanda, su país de escala. Las computadoras no entendían razones y los siempre celosos y vigilantes empleados de la empresa aérea no se animaban a “violar” las reglas que en casos de negativa cibernética ordenan denegar -de inmediato- la autorización de embarque.

El final de la historia no fue, sin embargo, totalmente adverso para Luani, desde que -admitiendo que la confusión generada había perjudicado a Luani- la empresa aérea les regaló, en compensación graciosa, a él y a su esposa que lo acompañaba, 10.000 “millas aéreas” para cada uno.

Curiosamente Luani no fue el responsable de la demora final del vuelo, que fue atribuida a otros dos pasajeros que, por una tragedia personal, debían abordar el mismo vuelo y debieron ser esperados.

A veces ser noble, queda visto, no ayuda sino que complica. Se puede ciertamente ser “honorable”. Pero lo que finalmente es importante es que las computadoras estén de acuerdo con esa exclusiva denominación. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas.




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