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lunes 11 de mayo de 2009

Cuando la adicción es una forma de hablar

Reflexiones en torno a las conductas adictivas, la familia y el rol de los padres.

Mucho se habla de las adicciones. Pero, poco uno se pregunta sobre qué significa la palabra “adicción”. “A” significa “sin” y “dicción”, hablar. Por lo tanto, la palabra “adicción” significa “no poder poner en palabras algo que le está pasando a la persona” y reemplazarlo por algo que llene ese vacío.

La adicción no sólo se refiere a las sustancias como las drogas, sino también comprende el alcohol, el juego, el trabajo, la comida, y hasta el ejercicio físico.

En el mundo de los adolescentes, es muy habitual que cuando tienen un problema, cuando les pasa algo en su entorno, y no pueden hablarlo, tratan de olvidarse, de no pensar, y para ello se “escapan de la realidad” consumiendo o tomando, creyendo que así todo pasará.

Por eso, siempre el adicto es un emergente de una familia disfuncional, es decir, de una familia en la que está pasando algo, y el adicto es la llamada de atención de ese grupo familiar que no puede resolver “eso” que le está pasando.

En este marco, es básico lograr o intentar lograr una buena comunicación, pero también se necesita saber cómo y cuándo poner límites y reconocer la capacidad de cada hijo, para no generar exigencias desbordadas.

Hoy en día puede resultar difícil reunirse en familia, por eso hay que aprovechar esos momentos en que toda la familia está reunida; y poder conversar y saber por lo que está atravesando a cada uno. Debe haber un momento en el día, o en la semana, para poder confiarse lo que nos está pasando, y de esa forma el adolescente puede tener la oportunidad de hablar y de contar a su manera lo que le pasa, o al menos, saber que hay alguien en la familia que está dispuesto a escucharlo. Sentirse escuchado es fundamental en su proceso de crecimiento.

Los adultos tenemos la capacidad de poder acercarnos a su edad y ponernos en su nivel, pero a ellos les resulta imposible subir al nuestro. Por eso, cuando hablamos con nuestros hijos, debemos hacerlo con una actitud “empática”, o sea, poniéndonos en sus zapatos para escuchar y entender desde su óptica lo que nos quieren contar o decir o bien lo que expresan con gestos y actitudes. Sin olvidar, que a quien tenemos delante no es un adulto como nosotros, sino un adolescente en etapa de crecimiento.

El adolescente desea ser escuchado, y además necesita y pide que sus adultos responsables les pongan límites. Por eso, cuando creemos que somos más “piolas” porque decimos siempre “sí” a lo que nuestros hijos nos piden, o nos transformamos en “amigos” de nuestros hijos, en realidad nos estamos equivocando. El adolescente necesita y busca un padre/madre que lo escuche, que lo contenga y que le diga que “no” cuando corresponde decir que “no”.

En ese decir “no” estará el mensaje verdadero, el que se funda en el amor. © www.economiaparatodos.com.ar

María Carmona es counselor sistémico y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres

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