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jueves 6 de marzo de 2008

Cuba y China se aggiornan

Muy lentamente, ambas naciones comienzan a revertir algunos aspectos relacionados con la negación de libertades civiles y políticas.

Cuba suscribió los pactos internacionales sobre derechos civiles y políticos

Tratando de que la cuestión pase lo más desapercibida posible, Cuba acaba de suscribir, por mano de su joven (aunque veterano) canciller, Felipe Pérez Roque, en la propia sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que fueron aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 19 de diciembre de 1966.

La dictadura caribeña tardó más de cuatro décadas, concretamente nada menos que cuarenta y dos años, en hacerlo. Y se requirió el reciente “paso al costado” del propio Fidel Castro para hacerlo posible.

Asimismo, Pérez Roque anunció que, desde el año próximo, Cuba permitirá que la situación de esos derechos en su país sea objeto de contralor y vigilancia regular por parte de los funcionarios de las Naciones Unidas, lo que hasta ahora no era posible.

Todo un cambio que debería culminar en la “vigencia efectiva” de los derechos que acaban de suscribirse y que podría empezar a normalizar la situación de los derechos humanos y de las libertades civiles y políticas en la inmensa prisión que hasta ahora ha sido la isla para el pueblo cubano desde el acceso de Castro al poder.

Cuba deberá, en adelante, garantizar a sus ciudadanos lo que hasta ahora no les ha brindado: que no habrá más torturas, ni penas o tratos crueles; que se respetará el derecho a la libertad de opinión, en lugar de encarcelar a los disidentes; que todos los cubanos (incluso la olvidada doctora Hilda Molina) podrán salir y entrar libremente del país, sin que se los prive de esa posibilidad en forma arbitraria; que los tribunales serán independientes e imparciales, en lugar de meros instrumentos del poder; que se respetará la vida privada de todos; que habrá libertad religiosa; que existirá el derecho a mantener reuniones pacíficas; que cualquiera podrá asociarse libremente; que existirá libertad para organizar entidades sindicales; que no se restringirán los derechos humanos fundamentales; que los padres podrán elegir la educación que quieren para sus hijos; entre otros. Lo opuesto a la situación actual.

Quiera Dios que para el sufrido pueblo de Cuba esto se transforme rápidamente en una realidad, de manera tal que pueda comenzar a dejar atrás la larga y profunda noche que, en materia de libertades individuales, ha tenido que vivir y soportar.

Francamente, no creemos que esto sea sino apenas el comienzo de un camino que luce lento y que, a la luz de la historia, estará lleno de trampas y obstáculos. Pero, al menos, los derechos esenciales de los cubanos han sido ya reconocidos, primer paso sin el cual la tremenda situación actual de abuso y desprotección corría ciertamente el riesgo de eternizarse.

Los chinos quieren dejar de ser “revolucionarios”

Tan pronto como una “revolución” se consolida –esto es, se transforma en una aventura político social exitosa– sus líderes procuran alcanzar la “normalidad”, o sea, no ser considerados ni vistos como “revolucionarios”.

Esto es precisamente lo que ocurre ahora en China que, convertida en potencia mundial, es todavía un país presuntamente comunista, aunque en rigor ha dejado de serlo para convertirse, en cambio, en una nación autoritaria en lo político y en lo social, aunque con una organización económica que opera con importantes instrumentos del modelo capitalista que ha impulsado su vertiginoso crecimiento.

En efecto, esta nación está dando pasos silenciosos para alejarse de aquellos rasgos originales de corte marxista-leninista, eliminando prolijamente –aunque sin explicar demasiado las razones– toda referencia a los mismos.

Ahora, por ejemplo, ha decidido eliminar la palabra “revolucionario” que acompañaba tradicionalmente al calificativo de “mártir”, con el que se distinguía –hasta ahora– a aquellos ciudadanos fallecidos de modo heroico.

Ya no habrá, entonces, “mártires revolucionarios”. En la actualidad, unas 340.000 familias chinas tienen entre sus miembros a alguna persona que, por algún motivo, ha sido reconocida por el Estado chino como “mártir revolucionario”, lo que es un legítimo motivo de orgullo para todos sus familiares. La mayoría de quienes han recibido esa categorización fueron miembros de las fuerzas armadas chinas. No obstante, desde 1980, también los civiles fueron habilitados para poder recibir esta importante distinción social.

La idea es, claramente, la de cambiar la imagen de la nación. Silbando bajito. Bajo las nuevas reglas, además, aquellos que reciban la distinción no tendrán que ser, necesariamente, socialistas, o sea que cualquiera que muera heroicamente podrá recibirla, con independencia de su ideología o de sus creencias personales. Hasta el momento, los “mártires revolucionarios” eran solamente aquellos que habían sido “muertos por el enemigo, mientras llevaban a cabo tareas revolucionarias”. El más conocido de ellos es Lei Feng, un joven ejemplar (probablemente un personaje perteneciente al mundo de la ficción) que murió cuando tenía 22 años y había dedicado toda su breve vida a hacer actos de bien, en favor de los demás. Lo que otros llamamos, simplemente, caridad.

A partir de ahora, los familiares de quienes reciban esta distinción recibirán un pago equivalente a quince veces al salario nacional anual promedio. Esto es, unos 32.000 dólares. Por otra parte, recibirán una pensión basada en el sueldo que el respectivo beneficiario tenía antes de fallecer. Tratándose de personas sin ingresos estables, como lo son los agricultores, los escritores o los artistas, la referida pensión se calculará multiplicando por 40 el sueldo de un subteniente del ejército chino, que servirá como referencia.

Las familias de los nuevos mártires tendrán, asimismo, derechos especiales para ingresar –si lo desean– a las fuerzas armadas chinas o al servicio público, educación gratuita y condiciones especiales de ingreso a las universidades, y hasta incentivos tributarios especiales si deciden incursionar en el mundo de los negocios, opción que avanza en China, de la mano del milagroso éxito de su crecimiento económico que ha sacado a muchos millones de almas del pantano de la miseria.

Ni héroes “comunistas”, ni “revolucionarios”, ahora tan solo “chinos”. La medida no es sólo cosmética, es también una muestra de madurez y de deseo de cambio, para separarse de un pasado que, según ahora es evidente, postergó y lastimó a demasiados por un largo tiempo. Pasado que está quedando felizmente atrás, aunque no pueda olvidarse que en el plano de las libertades civiles y políticas aún hay mucho que mejorar para poder progresar con algún grado de significación. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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