Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

jueves 3 de diciembre de 2009

Desgracia o consecuencia

Lo que ocurrió en Derqui, como antes en Wilde y en tantos otros lugares de la provincia y de la Argentina, no es una desgracia, sino la consecuencia de lo que se hace y de lo que se deja de hacer.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, señaló que el crimen de Sandra, la maestra asesinada en Derqui la semana pasada, había sido una desgracia. Muchas veces de lo que se dice se puede extraer la visión que las personas tienen de los problemas. Si es así, lo que afirma el gobernador es preocupante.

Y lo es porque el Universo creó al mundo para que su modo normal de funcionamiento sea la “gracia”, no la “desgracia”. Por lo tanto, la “desgracia” es una circunstancia de excepción en la vida, cuando la vida es normal.

Sólo cuando la vida es anormal la excepción se convierte en regla y la “desgracia” no es tal sino “consecuencia”.

En tanto Scioli siga creyendo que el asesinato de Sandra es una desgracia, también seguirá convencido de que la vida en la Argentina es normal y que lo que ocurrió fue una excepción. Y si ese es su convencimiento no pondrá en marcha los mecanismos que tiene que poner a funcionar para resolver el problema. A malos diagnósticos, malos remedios.

La vida en la Argentina, gobernador Scioli, no es normal. Si no lo sabe, se lo informamos. La existencia misma de la Argentina se ha convertido en una especie de desafío al Universo para pretender demostrarle que su orden puede desconocerse sin consecuencias. Y cuando el Universo es desafiado tan flagrantemente se enoja. Y se enoja severamente.

Lo que ocurre en la Argentina no es otra cosa que un tsunami moral de furia universal contra un país que se ha propuesto demostrar la cuadratura del círculo; que lo que está mal, está bien; que todo es más o menos lo mismo; que da lo mismo lo que hagan las personas, todas tendrán los mismos derechos y las mismas prerrogativas.

Pues no, Scioli. Para el Universo lo que está mal, está mal, no todo es más o menos lo mismo; no todas las personas son iguales hagan lo que hagan y el que las hace las paga.

Lo que ocurrió en Derqui, como antes en Wilde y en tantos otros lugares de la provincia y de la Argentina, no es una desgracia sino la consecuencia de lo que se hace y de lo que no se hace.

Hace años ha comenzado en el país una especie de reivindicación política y social de la marginalidad, una suerte de ola que pretende convencernos de que los marginales no por ser marginales son o tienen que ser tratados de manera diferente de la gente normal, honrada y trabajadora. Consecuencia de ese desquicio son, por ejemplo, los famosos "códigos de convivencia" según los cuales, la gente normal debe "adaptarse" a los marginales.

Toda esta cantinela que, con un entendimiento ignorante de la libertad, instala un fascismo encubierto que a fuerza de hordas asesinas arrincona de miedo a la sociedad útil, es la célula madre en donde se forma el embrión de los crímenes que el Gobernador llama "desgracia".

Esta anormalidad de la vida Argentina terminará, y con ella también terminarán los crímenes, cuando a los asesinos se los llame "asesinos" y no "víctimas inocentes del sistema de exclusión"; terminará cuando la ley esté partidariamente del lado del honesto y del que trabaja honradamente y no sea un sistema de chicanas con la aptitud de liberar a los que roban, a los que estafan, a los que matan.

Sólo cuando dejemos de aplicar ese “filosofismo” de psicología de café de la esquina a problemas tan profundos como los que están matando a inocentes, el estado de “gracia” volverá al país. Recuperado ese estado sí podremos aspirar a que los asesinatos sean una “desgraciada” excepción. © www.economiaparatodos.com.ar

\"\"
Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)