– Estuve siguiendo las notas suyas que fueron apareciendo en los diarios, y vi que insiste permanentemente en el tema cambiario. ¿Para usted ese es uno de los puntos donde hay que hacer fuerte hincapié?
– En todos los artículos, más que en el tema cambiario aislado, insistí en la estrategia económica de la Argentina de la década. No hay otra fórmula. De todas formas no es que yo piense que el tipo cambiario sea el único elemento a tomar, sino que es el elemento en derredor del cual se ordena todo. No hay destino en la Argentina en la década si no se adopta un esquema cambiario como el que yo vengo señalando, basado en un tipo de cambio real alto. Obviamente, siempre sumado a los otros “chirimbolos” que hacen que un país salga adelante.
– Me da la sensación que le da poca importancia a las reformas estructurales y pretende sustituirlas solamente por un tipo de cambio real alto. ¿Cómo hace un gobierno para manejar el tipo de cambio real? Porque para eso tendría que poder manejar el tipo de cambio nominal más la tasa de inflación…
– Yo no le doy mucha relevancia a las reformas estructurales, tal cual usted lo plantea, porque, en definitiva, no creo en la panacea de la coparticipación nueva o el tema de la reforma tributaria. Yo le diría que, en general, soy más posibilista. Creo que, por ejemplo, las retenciones son un impuesto un tanto ingrato, por sus características, pero es el tributo connatural a un esquema centrado en el tipo de cambio real alto, que debe seguir siéndolo así. Después podemos discutir cómo lograrlo. Pero es un sistema en el cual, si a mí mañana me preguntan: ¿qué hace con las retenciones, las saca algún día? Yo diría, más bien, que las voy a transformar. Tengo algunas ideas al respecto, que sería interesante discutirlas en otro momento. Pero sí sé que no sacaría las retenciones, sino que las retransformaría. Entonces, básicamente, el tema, para mí, pasa por otro lado. Yo no pongo el énfasis en los cambios estructurales. Sí creo que hay que ir haciendo cosas. Se puede ir bajando otro impuesto distorsivo como es el de los réditos y créditos bancarios. Para mí el epicentro -como para fijar referencias- es el modelo indio. Otra opción, también podría ser el modelo chileno de gran parte de la década del ’90 o el modelo turco de los primeros años de la década de los ’70.
– ¿Pero el modelo chileno no tuvo reformas estructurales muy grandes con respecto a todo el tema del sistema público, el tema del sistema tributario y la apertura de la economía?
– Sí, está bien. Pero el elemento básico fue otro. Por eso, yo no digo que no sirva, o que no haya que hacer cambios. Simplemente, lo que no le otorgo es ese énfasis voluptuoso en la jugada a todo o nada. Yo creo que es un elemento al que uno va acompañándolo con otras cosas, como lo hizo muy bien Chile. Y la diferencia que tiene hoy el modelo de ese país con respecto al modelo mórbido de principios de los ’80, es, justamente, el tipo de cambio alto y el objetivo de cuenta corriente, que incluso estuvo establecido magníficamente en la carta del Banco Central. Entonces, después vendrá el sostenimiento. Como habrá leído en alguno de mis artículos, yo digo que uno fija el objetivo cambiario, que es la base de la estrategia de desarrollo, y uno pone sobre la mesa todos los elementos que sean necesarios para sostenerlo. Desde negociar el momento en el cual los exportadores liquidan o no internamente divisas, las tenencias en dólares que exijo a los bancos, la administración de control de capital… Es decir, todo lo que tengo que poner bizarramente sobre la mesa e incluir en la política monetaria. Ahora, esto tiene que estar acompañado por una política que, aun sin esas reformas estructurales que tanto se plantean o por lo menos de la manera en que se plantean, sea una política fiscal disciplinada.
– Sin embargo, que alguien me diga “yo le aumento el gasto, pero no le doy ningún servicio público”, la verdad es que no parece servir de mucho…
– Pero quien propone un modelo liberal debe hacerse cargo de ese modelo. Si la historia empieza de cero siempre, no sirve. Hay muchos que tienen una gran adhesión al esquema anterior, pueden tener algunas reservas, pero en líneas generales, piensan que el esquema de la convertibilidad era lo correcto. Son aquellos que ahora dicen “no funcionó porque no se hicieron los deberes fiscales”, pero ese es el camino. Para mí eso es un macaneo absoluto. El viejo régimen colapsó, la convertibilidad estalló en mil pedazos. El desastre básico es la secuela del viejo régimen y la Argentina únicamente se salva si vamos hacia el nuevo régimen. E incluso el tema de los servicios públicos, es decir, que funcionen a pesar y desde el desastre, es posible únicamente dentro del nuevo régimen. Y este programa, que yo estoy proponiendo, va a trabajar, en vez de hacerlo desde el hiperendeudamiento externo como la palanca dinámica y el retraso cambiario sistemático, desde un esquema donde ya no tenga tanta importancia esto, sino que el eje sea la competitividad. Lo que no quiere decir que estemos en una etapa feliz con respecto a los condicionamientos externos. En la etapa anterior no había tantos, pero esto no hace peligrar, a mi entender, la visión estratégica. Por el contrario, como justamente este es un planteo con más flexibilidad que la convertibilidad y, además, no sometido al hiperendedudamiento, es que creo que tiene más capacidad para responder a los shocks exógenos que andan dando vueltas.
– Usted habla de “competitividad”, pero en el esquema que usted está planteando, la competitividad se genera a partir de un tipo de cambio real alto, cuando la realidad es que la competitividad se gana por eficiencia en la economía. Eso es así. Y si se miran los números de la Argentina, hacer una devaluación tras devaluación –como sucedió durante toda la década de los ’80– no aumentó las exportaciones industriales. A lo sumo para lo que sirve la devaluación, transitoriamente, es para sustituir importaciones. Y esto no significa que se gane competitividad. ¿Éste no es un contra-argumento muy fuerte a lo que usted está señalando?
– En el tema de exportaciones industriales, es cierto que en la década del ’80 hubo una mezcla muy rara de cambio alto. De hecho, fue resultante de un esquema de ultravolatilidad y de desmadre de todas las variables. No es eso lo que yo propongo. Por eso cité el caso indio o el chileno, donde lo que hay es una política monetaria más o menos expansiva y una política fiscal de truculenta disciplina que funciona, más allá de que a muchos no les guste.
– Funciona por un tiempo…
– Yo creo que no es tan así. De hecho, esto se acerca a lo que yo propongo, que es un régimen donde la esencia sea el tema cambiario, pero teniendo siempre en cuenta que, además, hay otras articulaciones.
– Ahora bien, el tipo de cambio real alto sólo se consigue de dos maneras. O se lleva el tipo nominal muy alto, muy para arriba, o bajan los precios. Si Argentina genera confianza y entran capitales externos, va a bajar el tipo de cambio nominal. ¿Cómo se hace para subirlo? No va a quedar otra que emitir moneda, pero eso va a generar inflación. ¿No le parece, entonces, que su planteo es complicado de instrumentar?
– No. Yo creo que el ramillete de elementos para el target cambiario es enorme. Para este razonamiento suyo sobre que al terminar el tema de la deuda se va a volver a generar confianza y entonces cómo se hace para mantener un tipo de cambio real alto, mi respuesta es: hay un abanico de posibilidades muy grande. Para lograr el sostenimiento hay que hacer lo que sea. Esto quiere decir: control de capitales, el tema vinculado a quién liquida o no las divisas aquí, la posibilidad de un bono que “chupe” las divisas liquidadas por exportadores…
– ¿Eso, más o menos, no lo tiene ahora?
– Pero en cantidad. No hablo de liquidación de conversión de dólares a pesos, sino las tenencias en dólares del Estado. Esto que está haciendo Lavagna, que algunos dicen que es un pago de cortesía, es importantísimo. Y con todos los ruidos externos que hay, el tema de la disciplina fiscal es vital y hay que tenerla muy en cuenta. Pero, por sobre todo, hay que plantear el tema de las prioridades. Para mí, es clave enfrentar la cuestión de la deuda, terminarla de una vez por todas, y comprar dólares con el sector fiscal.
– Si uno tiene un superávit fiscal de tres o cuatro puntos del Producto Bruto –que son 5.000 millones de dólares al año– y, en este momento, en el balance comercial no tiene menos de 10.000 millones, siguen quedando 5.000 millones de dólares flotando en el mercado. Para lograr su objetivo, va a tener que tomar medidas que lleven indefectiblemente a la inflación…
– O aplicar todas las otras herramientas que ya nombré. Yo tengo sobre la mesa una decena de elementos que tranquilamente me permiten manejar esa situación. El de hoy es un problema cambiario de desconexión entre la perspectiva de largo plazo de la Argentina, en el balance de pagos, y la de corto plazo. La de largo plazo tiene que ver con que no sólo el sector público, sino también el privado, se va a encolumnar en su reestructuración y va a presionar, en tanto agentes, por dólares en el mercado cambiario. Entonces sumando todo esto, se puede decir que el dólar va a estar superando los tres pesos.
– En mi opinión, el tipo de cambio se tiene que adecuar a todas las reformas y cambios estructurales que se hagan en la economía. Debe flotar y después reacomodarse. Y de ahí que salga el tipo de cambio. Si ingresan capitales será más bajo, sino más alto, se verá. Pero usted dice “no”. Para usted se debe manejar todo en base al tipo de cambio y que el resto de la economía se ajuste a él. El problema es que para hacer esto hay que tener la certeza de que se puede manejar el tipo de cambio…
– Yo tengo la firme convicción de que se puede manejar el tipo de cambio. La productividad proviene de años de tipo de cambio alto, tal como usted ha señalado y eso es cierto. Pero la productividad que me interesa, la que nos hace grandes, la que tiene que ver con el sector transable, es la que deviene de seguir mi esquema. Éste es el quid: desarrollo, tipo de cambio alto, sustitución de importaciones eficiente, cada vez más exportación y el resto cabalgando sobre lo anterior. © www.economiaparatodos.com.ar |