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lunes 24 de mayo de 2004

Era previsible lo que venía: Un año de rencores, odios y revanchas.

Era previsible lo que venía: Un año de rencores, odios y revanchas.

Esta nota la escribí en 2004 haciendo el balance del primer año de gobierno de Néstor Kirchner. Era previsible lo que venía

El balance de los primeros doce meses de gobierno del presidente Néstor Kirchner arroja resultados desalentadores: no aparece por ningún lado un proyecto concreto de futuro para la Argentina. Si el rumbo no cambia, no sólo perderemos cuatro años más, sino también sufriremos un fenomenal retroceso.

¿Cuál es el listado de temas que se me ocurre para este primer año de gobierno de Kirchner? El primer discurso, antes de asumir la presidencia, recordando a los terroristas caídos en la década del ’70. Un injustificado descabezamiento de las Fuerzas Armadas, el desplante a los empresarios franceses, el desplante a los empresarios españoles. El enfrentamiento con Scioli por pensar distinto en materia de tarifas de los servicios públicos. Decir que todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo y luego escuchar a Hebe de Bonafini diciendo que si en el Museo de la Memoria no se exhiben las armas que utilizaron los terroristas en los ’70, ese museo no sirve para nada. Es decir, veo a un presidente enalteciendo la figura de una persona que tiene la violencia como forma de imponer sus ideas.

Recuerdo también a un presidente insistiendo permanentemente con los derechos humanos y abrazándose con Fidel Castro, que es un déspota que no duda en torturar y encarcelar a todo aquél que piensa distinto en Cuba. O juntándose con Chávez, que es el típico populista y dictadorzuelo de América Latina.

En este año de gobierno también recuerdo a Kirchner diciendo que a Bush lo iba a dejar knock out, que la culpa de todo lo que nos pasa es de los fondos buitres, del Fondo Monetario Internacional (FMI) o de las privatizadas.

En este año de gobierno recuerdo a un Kirchner humillando al Ejército haciendo que el jefe del mismo se suba a un banquito para descolgar un cuadro como si fuera un ordenanza. Con esa actitud no humilló a Bendini. Humilló a las Fuerzas Armadas. Lo recuerdo presidiendo un acto en la ESMA –por cierto con muy poca gente– que terminó en un desbande donde se destrozó el centro educativo y se izó la bandera del Che Guevara en reemplazo de la bandera argentina.

Una Argentina con valores de respeto a la patria hubiese visto este acto como una traición. Sin embargo, se lo vio como un acto de chiquilines revoltosos. El mismo estilo de los chiquilines revoltosos que, en los ’70, mataban y ponían bombas por doquier intentando establecer una dictadura al estilo cubano o de la Unión Soviética.

En estos doce meses veo a un presidente dejando que los piqueteros –que no son otra cosa que grupos políticos violentos que, al igual que en los ’70, también quieren imponer una dictadura al estilo cubano– se adueñen de las calles con total pasividad del gobierno. El ciudadano común, decente, que trabaja y paga sus impuestos, no tiene derechos en Argentina. Los derechos les corresponden únicamente a los violentos que, encapuchados y con palos en mano, se adueñan de las calles y violan los más elementales derechos de las personas honestas.

Veo también a un presidente metiéndose en la interna política de Uruguay o de Bolivia y a un presidente generando un fenomenal conflicto con Chile por el incumplimiento de contratos.

En fin, en un año de gobierno, veo resentimientos, odios, divisiones, persecuciones, maltratos. Y lo que no veo por ningún lado son reformas estructurales, lucha por establecer reglas de juego eficientes que nos permitan progresar. No veo que se esté construyendo un país hacia el futuro.

Veo a un presidente que cree que las inversiones se consiguen a las trompadas, en vez de crear condiciones generales que incentiven el ingreso de capitales.

Veo a un presidente que cree que la gente va a invertir porque él lo ordena.

Veo un presidente que no entiende que la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, no creció por el precio del trigo, sino porque sus políticos habían logrado generar las condiciones para que llegaran capitales y gente. Hoy veo a un presidente que cree que un país no se construye con reglas de juego claras, sino con el precio de la soja.

A nadie escapa que la mejora económica de los últimos doce meses tiene que ver con una cuestión aleatoria: la suba de los precios internacionales de la soja, el petróleo, el acero, entre otros.

Ahora bien, si efectivamente a un año de gobierno el presidente tiene el nivel de imagen positiva que muestran las encuestas que publican los medios, entonces, yo me pregunto: ¿es tan cierta la demanda de instituciones sólidas por parte de la sociedad? ¿Está la sociedad argentina compuesta por una mayoría de individuos que, si zafan económicamente, ignora la ausencia de instituciones y a la que le importa un pepino que distintos sectores de la sociedad sean atacados injustamente? ¿Cuánto de cierto hay en que la gente reclama honestidad y pacificación?

Lo que me preocupa no es solamente que Kirchner tenga como eje central de su política de gobierno el revanchismo setentista y el desprecio por los que piensan diferente. Lo que me preocupa es que, teniendo ese comportamiento, la gente tenga una buena imagen de él.

Un año de gobierno es suficiente tiempo para ver hacia dónde se encamina un presidente. Y, dada la fuerte incidencia que tiene en Kirchner la ideología de los ’70, todo parece indicar que estamos condenados a perder otros cuatro años y, lo que es peor, a retroceder treinta.

Argentina necesita urgentemente de una elite que actúe como faro para sacar al país de las garras del populismo demagógico y de la mediocridad de la mayoría de la dirigencia política. © www.economiaparatodos.com.ar

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