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jueves 11 de mayo de 2006

Ejemplos desconocidos

Mientras la actitud irresponsable y prepotente de unos pocos empaña el prestigio de la UBA y la juventud, existen otros jóvenes anónimos que se esfuerzan por cambiar su destino y el del país.

Ignoro por qué la mayoría de las veces son los malos ejemplos los que se conocen. Lo que vemos habitualmente a través de los medios de comunicación no son precisamente cosas edificantes. Si uno se queda con esa parte de la realidad –que no vamos a negar, pero que es sólo una parte- puede pensar que todo se ha perdido.

Quiero hoy escribir acerca de dos personas de menos de 20 años, es decir, de esa juventud a la que muchas veces damos por perdida. No voy a citar sus nombres porque, de saber que iba a contar parte de su historia actual, no lo hubieran permitido, y me parece que merecen ser respetados.

Además de edad, tienen otras cosas en común, a saber: son estudiantes universitarios en la UBA, y aunque parezca obvio decirlo van a la universidad precisamente a estudiar. Son de aquellos que quieren ser estudiantes por poco tiempo, y por eso estudian mucho. No van a tomar la facultad respectiva, ni a impedir que se realice la Asamblea Universitaria, ni a buscar acomodarse en un centro de estudiantes para que les den algún puestito y hacer de “ñoqui”, ni a quejarse por la injusticia que la misma universidad ha cometido con ellos. Son buenos estudiantes, lo que significa que el año que cursaron aprobaron todas las materias (tanto la cursada como los finales) con buenas notas (concretamente, nueve y diez).

Aunque no se conocen y no lo saben, ambos viven a más de 70 km de la Capital Federal, en lugares distintos, y tienen que levantarse a las 4 y media de la mañana para llegar a clases a las 7. Ya que por esas cosas del destino y de “ser un número” no salieron favorecidos con los horarios que pidieron y no pudieron acceder al turno que les hubiera resultado conveniente. En un caso, debe tomar un colectivo, el tren y luego otro colectivo. En el otro caso, tres colectivos, sólo para poder estudiar.

También ambos trabajan. Sólo pueden hacerlo 6 horas, aunque uno de ellos completa su jornada dando clases particulares. Los dos son de condición humilde y si perdieran su trabajo deberían dejar de estudiar pues sus padres no podrían solventarles ni el costo del viaje hasta la universidad.

Los dos son argentinos. Son un varón y una mujer. Nunca los vamos a ver delante de las cámaras representando a los alumnos, aunque uno de ellos representó a la Argentina internacionalmente y ganó, en una determinada disciplina académica. No los vamos a ver en “reality shows”, ni en cámaras sorpresa, ni en programas amarillistas. Es más, es altamente probable que nunca los conozcamos.

En estos momentos en los que por culpa de unos pocos el desprestigio de la universidad, de los estudiantes y de los docentes ha llegado a límites insospechados, quería compartir con ustedes que no todo está perdido. Que esa mayoría silenciosa, que es la que realmente hace que nuestra querida Argentina funcione, existe aunque no se la vea.

Yo tengo el honor de conocer a estos dos argentinos. Probablemente usted conozca muchos más. Y por eso confío en que vamos a salir adelante, a pesar de todos los pesares. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es Licenciado en Ciencias de la Educación (UBA).




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