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jueves 11 de mayo de 2006

¿El atril de Kirchner?

El presidente encarna y lleva a la práctica en forma magistral la verdadera esencia del peronismo: violar sistemáticamente las libertades individuales y los derechos de propiedad.

El viernes 5 de mayo, apareció en el diario La Nación una columna de opinión escrita por el diputado José María Díaz Bancalari que nos da una pauta de la filosofía peronista. El objetivo de la misma es justificar ciertas actitudes del presidente de la Nación, enmarcándolas dentro de la corriente histórica del peronismo.

Las contradicciones que se manifiestan a lo largo de sus líneas no son sólo motivo de algunas inexactitudes por parte del diputado, sino que principalmente son una consecuencia lógica de la incoherencia de lo que se quiere expresar. Quizás más impulsado por el afán de defender lo indefendible que por sostenerse en la razón y los hechos, el diputado Díaz Bancalari dice que “el peronismo ha tenido como lema de su proyecto de armonía social aquello que decía ‘de casa al trabajo y del trabajo a casa’”, sin recordar que dicha frase fue dicha por Perón a finales de su primera presidencia cuando los recursos para repartir ya comenzaban a escasear y se imponía un plan de ajuste. Lo que significaba esa frase era que había llegado la hora de trabajar más y consumir menos, ya que el ahorro se había consumido en los primeros cuatros años de mandato peronista.

Un par de párrafos más adelante se sostiene que: “El peronismo, en cambio, es esencialmente humanista. El sujeto activo de su construcción política es el hombre. El destinatario de la justicia social es el hombre. El artífice del destino común es el hombre. El hombre de carne y hueso. El que trabaja. El que legisla. El que lucha. El que estudia. El hombre genérico”. Este hombre al que se refiere Díaz Bancalari no es el individuo en búsqueda de sus propios objetivos sino un individuo sometido a la voluntad del Estado administrado lógicamente por el movimiento peronista. El “hombre” que piense distinto no está dentro de esta categoría.

Todo aquel que piense diferente (sin importar lo que piense) es considerado como “clasista”. Por ello dice el diputado: “Los clasistas de hoy también vuelven a caer derrotados en el terreno de las ideas”. ¿De qué ideas estará hablando? ¿Acaso se refiere a las “ideas peronistas”? Si éstas son las que el diputado refiere en su columna, es claro que más que ideas parecen caprichos. La tolerancia es un concepto que no está dentro de su pensamiento. Ya que al referirse a los sindicatos de signo opositor (en referencia a las huelgas) afirma: “Esas expresiones sindicales, profundamente politizadas por categorías clasistas, merecen ser refutadas. Porque absolutizan sus creencias y pretenden imponerlas al peor estilo de los fundamentalismos violentos”. ¿No es esto, precisamente, lo que ha hecho el peronismo a lo largo de su historia? ¿O acaso no se han “absolutizado” Perón y Eva Perón? ¿Se ha escuchado en algún medio masivo críticas a alguno de los dos?

Más adelante, el diputado Díaz Bancalari expone: “El general Perón inauguró la era de la política social en la Argentina. La Secretaría de Trabajo y Previsión fue el puente que unió a los trabajadores organizados con el Estado. Pero no quedaron rehenes del Estado. El peronismo no promovió un Estado sindicalista. Hizo un Estado social, de matriz justicialista, de sentido humanista y cristiano, con conciencia nacional, en el que las organizaciones sindicales eran factores concurrentes del poder nacional. Eran protagonistas activos del cambio en libertad”.

Este párrafo es tan rico por sus afirmaciones que daría para escribir todo un artículo refutando en detalle cada una de las inexactitudes que en el mismo se expresan. Pero más que hacerlo por mi boca, lo dejaré hablar a Perón, quien en “La hora de los pueblos” afirmaba que: “Tanto los comunistas como los nacionalsocialistas realizaban su revolución más o menos violenta, y la primera medida es la supresión de los partidos políticos que, en realidad de verdad, constituyen el andamiaje demoliberal. El fascismo va más allá: restituye el poder de las corporaciones y marcha hacia el Estado sindicalista” (1). El propio Perón iba en búsqueda de este ideal o “tercera posición” en un mundo que se dividía entre el imperialismo soviético y el yanqui. En este contexto, las organizaciones sindicales estaban cooptadas por el Estado y respondía a éste.

“El cambio en libertad”, del que habla el diputado, no existió en el gobierno peronista, ya que los partidos políticos eran vistos como agentes de los intereses “clasistas”. Por su parte, la estatización de los medios de comunicación en 1947 impidió a los opositores expresarse en libertad en esos años, en los cuales las prescripciones y el exilio eran moneda corriente. La justificación que se dio para tal accionar fueron “elementales razones de defensa nacional y concepción espiritual” (2).

Esto es el peronismo. Una conjunción de voluntades amorfas que dicen blanco y negro al mismo tiempo sin inmutarse en lo más mínimo ante la contradicción. El propio Perón lo sostuvo al referirse a su política económica: “Nosotros no somos ni intervencionistas ni anti-intervencionistas; somos realistas. El que dice ‘intervencionista’ no sabe lo que dice; hay que ubicarse de acuerdo a lo que exigen las circunstancias. Las circunstancias imponen la solución. No hay sistemas ni métodos, ni reglas de economía en los tiempos actuales. Hay soluciones concretas frente a un problema también concreto. Resuelto ese problema se va a presentar otro quizás también diametralmente opuesto al anterior. A éste le daremos una solución contraria al anterior, pero no por sistema, sino por inteligente apreciación y reflexión del caso concreto” (3).

Cuando Díaz Bancalari dice que “la Argentina ha recuperado la institucionalidad” supongo que se refiere a este tipo de “institucionalidad” que se somete a la voluntad de gobernante de turno. Y con esto no quiero decir que la debilidad institucional argentina sea culpa de este gobierno; pero de ahí a aceptar sin cortapisas que este gobierno la ha recuperado hay un largo trecho. Es más, la lógica peronista es así. El líder manda y el resto obedece.

Desde sus orígenes, el movimiento se ha organizado de esta manera y aquellos que todavía hoy hablan de sus virtudes han crecido y se han educado dentro de esta lógica. Quien se sorprenda de las actitudes del gobierno desconoce la historia argentina. Una muestra de ello es la sugerencia que hace el diputado con respecto a la “solución” de los conflictos: “Cada vez que Perón necesitaba consensuar sus decisiones para mejorar la vida de los trabajadores, les hablaba. Tribuna-balcón-doctrina. Sobre este trípode se asentaba la elaboración de una política de masas con una cobertura doctrinaria inigualable”. Doctrina lamentable diría yo. No sorprende lo que vemos hoy si el sistema aplicado es el mismo.

Como sostiene Díaz Bancalari, el presidente Kirchner aplica el mismo método, pero ahora lo hace con atril y chequera. Así “avanza en la devolución de los derechos sociales conculcados durante la dictadura de mercado”. De acuerdo a su lógica, aquellos que nos oponemos o pensamos distinto somos “los herederos de la Unión Democrática, los nuevos pelafustanes de la patria chica, (que) acusan al Presidente de dividir, de confrontar, de abrir viejas heridas”. A esta altura, me pregunto si es ésta la famosa tolerancia peronista o será la de Moyano.

No cabe duda de que la verdadera esencia del peronismo es la que manifiesta el diputado y la que lleva a la práctica magistralmente el presidente. Fue su filosofía política y sus enfoques económicos los que llevaron al país a la situación en la que se encuentra. Es un hecho de la realidad que la mayoría de los gobiernos que vinieron después de Perón trataron de implementar con más o menos suerte el mismo tipo de políticas. Nunca (salvo algunos escasos períodos) en los últimos 60 años el Estado Nacional dio un paso al costado y dejó al individuo desarrollarse como tal. Ya fueran gobiernos militares o civiles, las libertades individuales y los derechos de propiedad fueron violados sistemáticamente. Lo que necesitan los ciudadanos no es un gobierno que venga a darnos lo que nos corresponde, sino que nos deje ganarnos con nuestro propio trabajo lo que producimos cada uno de nuestros días. © www.economiaparatodos.com.ar



(1) Citado por Juan José Sebreli en “Crítica de las ideas políticas argentinas”, p. 228.
(2) Ídem. p. 251.
(3) Citado por Llach y Gerchunoff en “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, p. 171.

Alejandro Gómez es profesor de Historia.




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