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lunes 15 de octubre de 2007

El boicot como política de Estado y el Estado como boicot

Con un resultado electoral ya definido, los argentinos nos olvidamos de nuestros deberes de ciudadanos y sólo nos preocupamos por el alimento que está más caro cada semana.

“No hay esclavitud más vergonzosa que la voluntaria.”
Séneca

Aunque faltan pocos días para la elección presidencial, el tema central en la Argentina no es quién ni cómo va a gobernar. El debate pasa por el tomate y la calabaza. Una semana atrás, el protagonismo lo tuvo la papa, pero ya tenemos la “papa del gobierno”, lo que implica un subsidio que, en definitiva, hace que su precio sea aún más caro que el de la “papa no kirchnerista”, digamos. Política económica sólo aplicable en esta Argentina, no suena muy seria ni científica… Mañana, quién sabe, quizás la leche o el pan estén en el tapete. Así nos movemos entre coyunturas tan efímeras como absurdas. Ni siquiera las encuestas aportan algo que oriente. Todo parece estar dado y la sociedad agradecida. Agradecida de que la elección le sea develada antes de que las urnas se abran. De ese modo, no hay responsabilidad en lo que vendrá. Si bien se mira, tampoco hay libertad. Es cierto, la libertad acarrea costos que los argentinos no parecemos estar dispuestos a pagar. Que el kirchnerismo se perpetúe, pues, y que se hagan cargo luego de lo que pasará.

Ésa es la dinámica que nos ha llevado a olvidarnos de los deberes de ciudadano. Hoy, todo son “derechos humanos”, nada más. Nos vendieron la ilusión de un país en duplicado: una Argentina oficial y una paralela donde la realidad es mucho más compleja. En la oficial, los ciudadanos nos merecemos todo a cambio de nada. O, mejor dicho, a cambio de no protestar o, en todo caso, hacerlo en voz baja, de entre casa, nada más. De ese modo se sacó a muchos piqueteros de Plaza de Mayo: pasaron a ocupar despachos. De la misma manera, se apagó el interés en votar: si ya se decidió en Balcarce 50 quién hereda la banda, ¿para qué preocuparnos los demás?

En ese contexto, se le dibujó un laberinto a la oposición. Nadie sabe qué ofrecer que seduzca más. Y a los argentinos, ese Estado benefactor que todo lo hace por uno siempre nos gustó, lo admitamos o no. Que sea, entonces, el Estado el que defina el precio del tomate o la crisis energética. A los ciudadanos sólo nos interesa que la luz se encienda y que la verdura no aumente demasiado. Si el Gobierno para ese fin le corta el suministro a la industria o aprieta a empresarios, no importa. Nosotros no nos hacemos cargo ni evaluamos el festival de subsidios que implica lo supuestamente barato. Como suele decirse hoy, quizás “no nos toca de cerca”. Antes o después esa displicencia ciudadana hará que nos toque por algún otro lado, más o menos disimulado.

Somos meros espectadores en este escenario. Vemos a un presidente iracundo, gritando, destruyendo instituciones, convirtiendo al país en un negocio privado, reescribiendo a su conveniencia el pasado, legando el patrimonio a su esposa. Sin embargo, miramos para otro lado. Posiblemente, la mayoría no votará a Cristina, pero el sistema electoral de la Argentina permitirá que gane como ganó su esposo: con un porcentaje magro de votos. Nadie reclama que se modifique el sistema electoral, sí que la papa y el tomate bajen de precio rápidamente.

Mientras eso sucede, nos están dando el resultado electoral antes de que vayamos a votar, nos están planteando el boicot al tomate para que el precio baje, nos están diciendo que comamos carne así como, meses atrás, nos decían que no la consumiéramos más para boicotear a los productores porque no mandaban hacienda al mercado. Se llegó incluso a perseguir a los frigoríficos, se inventaron los cortes populares, se vendieron vacas del Ejército… La Argentina así ha perdido el mercado cárnico en el mundo civilizado. Hoy, se prevé también que el tomate barato será el brasileño. Extraño gobierno nacionalista el nuestro, si hasta las alpargatas vendrán del país carioca en poco tiempo.

Lo cierto es que con aquello que no cumple el Estado es con sus funciones básicas: no avanza ni la salud, ni la seguridad, ni la educación. En paralelo, el boicot al tomate pasó a ser la conducta cívica por excelencia, se pregona más el boicot que la necesidad de que los argentinos sufraguen en los próximos comicios. Debemos ser agentes de Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior, recorriendo los pasillos de los supermercados. Avergonzada, la otra tarde, una señora ocultaba una bolsa con dos de los venerados frutos colorados mientras hacía fila para pagarlos. Culpables por la demanda. De la oferta nadie dice nada. Nuevas reglas del mercado que nadie explica demasiado, pero que todos saben, no conducen a nada.

La inflación se sitúa en la escena como la gran amenaza, las libertades individuales que pueda otorgar una candidata incapaz de dialogar con la prensa o con la gente que ha de votarla no es siquiera tema. ¿Podrá pensarse diferente si Cristina gana? En rigor, nadie tiene muchas ganas de pensar… Los bolsillos no se tocan, ése es el único condicionamiento implícito del pueblo. Hablamos de generalidades, excepciones siempre hay. No todos los argentinos pensamos igual ni actuamos del mismo modo. Nadie se atreve, de todas formas, a pronosticar una estampida de precios generalizada. Hay bastante cautela en los pronósticos de crisis y están divididas las opiniones entre quienes ven venir antes una crisis política que una económica o social. En la Argentina, finalmente, todas se complementan y convergen irremediablemente. Queda en evidencia, sin embargo, que de la categoría que sea, a la crisis, antes o después, ya se la espera. Quizás no sea éste un país para vivir ajeno a ella.

En el trayecto, hay intentos… ¡Como si el país pudiese ser un conejito de indias de inexpertos! Así, el presidente Néstor Kirchner acaba de anunciar un acuerdo con algunos sectores para que bajen ciertos precios. Ése es todo el anuncio. No sabemos detalle alguno, apenas que durará hasta que asuma el “nuevo” gobierno. Qué alimentos sufrirán una baja del 5% es un enigma: ¿Serán los pickles quizás? Este tipo de declaraciones a pocos días de las elecciones suena parecido al anuncio de los créditos para inquilinos o aquel otro que hablaba de una garrafa social jamás ofrecida en ningún hipermercado. Posiblemente ese tipo de acuerdos sin firmas ni actas sean la base de la concertación tan mencionada.

La candidata oficialista no habla, no debate. La estrategia quizás no sea equivocada. ¿A quién le interesa escuchar lo que se hará si lo que importa es que no nos afecte en forma individual? ¿El país? ¿El futuro? Parecen ser entelequias nomás. Kirchner los hizo y los deshizo durante cuatro años. Kirchner con pollera los seguirá haciendo y deshaciendo cuatro años más. © www.economiaparatodos.com.ar

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