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jueves 30 de junio de 2005

El bulo del salario en blanco

Detrás de la defensa del salario en blanco se esconde toda una trama de complicidades urdida para confiscarle al trabajador gran parte del fruto de su trabajo y quedarse con parte de la riqueza producida por él.

Los españoles utilizan ingeniosas palabras para definir aquellos artificios que sirven para disfrazar la mentira y la llaman “trápala”, “bulo”, “trola” o “gazapo”. Nosotros, más modestamente, las denominamos “trampa” o “embuste”. Dicho de una o de otra manera, eso es lo que generalmente se esconde cuando se exalta el salario en blanco y se anatematiza el salario en negro, como vamos a ver.

El artilugio consistió en plagiar la Carta del Lavoro italiana que había sido promulgada por Benito Mussolini el 21 de abril de 1927 como columna vertebral del Estado Corporativo Fascista. Entre nosotros comenzó a utilizarse en un lejano 1946. A partir de allí, el salario se politizó y dejó de pertenecer al dominio privado para pasar a la esfera pública. Entonces comenzó a ser sometido al arbitrio de los funcionarios, quienes prontamente se dieron cuenta de que podían manejar una parte del salario para hacer política partidaria. Con el propósito de que los trabajadores no advirtieran la apropiación que se les haría, la legislación laboral dividió el artificio en dos partes: las “retenciones”, por un lado, y las “contribuciones”, por el otro. Así, los trabajadores no se darían cuenta de que le estaban metiendo la mano en el bolsillo y los funcionarios se quedaban con una porción importante de lo que les correspondía.

Al principio, quizás imbuidos de buenas intenciones, los gobernantes vieron la oportunidad de hacer política salarial y se autoconvencieron de que podrían administrar el dinero de los trabajadores mejor de lo que harían ellos mismos. Se quedaron con crecientes cuotas de la riqueza creada con el sudor de la frente y les hicieron creer que así estaban implantando la justicia social. Por eso se llamaron “laboristas” o “justicialistas”, e inventaron las retenciones al asalariado y las contribuciones patronales.

¿Pero cuál es el efecto real de esta maniobra de apropiación sigilosa?

Un trabajador percibe un salario de convenio de $ 100 y soporta una diferencia entre el valor económico que él agrega a la producción, con el dinero que recibe efectivamente como salario de bolsillo:


Salario de convenio
$ 100
 
Retenciones laborales
$ 13
$ 13
Previsiones por juicios civiles y laborales de accidentes de trabajo
 
$ 12
Fondo de despido por doble y cuádruple indemnización
 
$ 15
Contribuciones patronales por jubilación, Pami, asignaciones, sindicato y obras sociales coercitivas
 
$ 21

SALARIO DE BOLSILLO

$ 87

 
CARGAS LABORALES  
 
$ 61


De manera que si el trabajador genera valores económicos por $ 148, cargados al costo de la producción, pero recibe efectivamente un salario de $ 87, le están sustrayendo una gran parte de su esfuerzo. Dicho de otra manera, ese obrero no puede repagar el propio costo de lo que acaba de producir con el dinero que le entregan. Aquí reside el embuste o el bulo del salario en blanco. En resumidas cuentas, que hay muchos personajes extraños que se quedan con una tajada de la riqueza creada por los trabajadores: funcionarios políticos, asesores, gremialistas, burócratas y hasta ñoquis.

¿Cómo podríamos sortear esta trampa?

La idea fue expuesta por José Piñera Echenique, autor de la reforma laboral de Chile, quien la dedicó “a los que todavía son jóvenes de alma porque no han abandonado sus ideales”. Consiste en poner lo negro sobre blanco y dictar un Decreto de Necesidad y Urgencia estableciendo una nueva manera de confeccionar los recibos de sueldos y salarios. Por “grossing up” se aumentan los sueldos en el porcentaje exacto que se necesita para que todas las cargas laborales se atribuyan al trabajador y en definitiva perciba el mismo salario de bolsillo que estaba cobrando. De manera que no sufra ninguna quita adicional, pero se entera de lo que hacen con su dinero. Veamos cómo sería el nuevo recibo en un salario de bolsillo de $ 1.000.


Sueldo actual de bolsillo
$ 1.000
Aumento por \»grossing up\» del 70%
$ 700

Sueldo incrementado

$ 1.700

Menos:
 
Descuentos de aportes, contribuciones y previsiones originadas en leyes laborales 41%
 
$ 700

SALARIO FINAL DE BOLSILLO

$ 1.000


Si las autoridades fuesen verdaderamente “progresistas” tendrían que animarse a establecer la libertad de elección en el destino final de esos $ 700 y eliminar todos los aportes y contribuciones compulsivos mediante una discusión salarial por empresa y no por rama de actividad, de manera que cada trabajador tenga su propio contrato de trabajo y pueda elegir por sí mismo la entidad médica asistencial para protegerse de los riesgos de accidentes y enfermedades, el sistema jubilatorio para atender los riesgos de vejez y el monto de la indemnización para cubrirse de los riesgos de una ruptura intempestiva del contrato de trabajo.

Claro que una decisión de este tipo afectaría a toda la “trouppe” que vive a expensas del que trabaja, pero así se mostraría en los hechos el coraje verbal que hasta ahora sólo se manifiesta delante de micrófonos y en actos de la campaña electoral.

Como decía José Piñera Echenique: “La utopía socialista es un proyecto irrealizable pero es cierto que necesitamos soñar. Cuando hay buenas ideas, trabajo, imaginación y responsabilidad, surge inexorablemente en el pueblo una extraña generosidad para acoger los grandes sueños y hacerlos realidad”. © www.economiaparatodos.com.ar



Todas las citas fueron tomadas de Piñera, José, La revolución laboral en Chile y la batalla por la reforma previsional en Chile, Editorial Zig-Zag, Santiago.

Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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