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jueves 4 de mayo de 2006

El capitalismo americano

Conviene repasar los principios culturales, económicos y sociales que sustentan el modelo capitalista en los Estados Unidos: libertad, respeto por los derechos individuales, igualdad de oportunidades y respeto por las instituciones.

A casi 170 años de su primera edición, el libro “La Democracia en América” de Alexis de Tocqueville sigue mostrando su indiscutible actualidad para describir el estilo de vida y los principios en que se basa la democracia del país más poderoso del mundo. El hecho generador de su grandeza se encuentra en la igualdad de condiciones que prima en la sociedad americana, donde nadie puede ejercer un poder tiránico sobre los demás, y en la libertad con que cada uno puede ser artífice de su destino.

Estados Unidos siempre ha rechazado el modelo del socialismo real porque no acepta sus pilares del pensamiento uniforme, la planificación centralizada y el autoritarismo brutal. En cambio, el capitalismo americano se ha asentado en las columnas de la propiedad privada, la libertad de elegir y una polifonía de proyectos individuales.

Los americanos siguen la mejor tradición de los filósofos clásicos cuando sostienen que la libertad del hombre se expresa justamente en la desobediencia al tirano y en el derecho a resistir cuando impone leyes injustas.

Ésta es, quizás, la razón por la cual muchos ideólogos fanáticos en todo el mundo tienen un odio generalizado contra Estados Unidos, porque su resentimiento les impide aceptar el triunfo de un proyecto que contradice sus intentos hegemónicos por imponer las propias ideas a los demás.

1. Aspectos culturales

Para describir el símbolo del capitalismo americano no hay imagen más impresionante que las escenas cinematográficas de la conquista del Far West, con su carga de héroes y villanos, colocados en larga hilera de kilómetros y kilómetros en la frontera de Oklahoma, con sus diligencias, carromatos y jinetes armados con Winchester esperando la salida del sol. Todos con las mismas condiciones iniciales. Al despuntar el alba, los disparos de artillería del 7mo. Regimiento anuncian la largada y comienza una alocada carrera hacia el Oeste para apoderarse de las mejores tierras que puedan encontrar para establecer a sus familias.

La incesante carrera por mejores oportunidades es la figura exacta del capitalismo americano que se realiza a través de la competencia de todos por todo, respetando las reglas del rule-of-law.

Por eso su filosofía social se basa en el culto al individuo y se sustenta en una exigente presión para que cada uno asuma su propia responsabilidad. Nadie puede aludir a la culpa colectiva, ni escudarse en el argumento de que su conducta es consecuencia de una sociedad injusta y, menos aún, pretender que la condición social justifica cualquier exceso.

El interés priorizado no es el del monopolista, al que la ley castiga con la división de su dominio y la dispersión de las acciones, sino el de los consumidores.

Los principios éticos básicos consisten en el respeto a la libre iniciativa, la competencia y la veneración casi religiosa por los símbolos patrios: la bandera, el himno, el escudo, la constitución y los ideales de los padres fundadores.

El clima social imperante es el de la máxima libertad creadora, salvo que se vulneren los derechos de los demás. El sentimiento hacia los gobernantes es de desconfianza y, en consecuencia, limitan sus facultades, establecen el juicio por jurados, disponen un equilibrio de poderes, emiten la moneda con una cláusula que dice “In God we trust” (lo que significa que no confían en los políticos), permiten una sola reelección y después de ejercer el cargo público los funcionarios vuelven a la vida privada.

Pero no todo es luminoso en el sistema americano de vida.

La escuela oficial primaria y secundaria es pésima, pero se destacan las escuelas privadas y universidades de elite que forman parte de la aristocracia mundial educativa.

2. Aspectos económicos

En el capitalismo americano todos los mercados son de libre acceso. Las empresas están impulsadas a rendir cuenta cada trimestre de sus resultados, mediante la publicación de los balances. El mercado de capitales con sus fondos líquidos, de renta fija o variable y las acciones constituyen la base del ahorro de sus ciudadanos. Las empresas se organizan bajo la forma de “Corporation”, lo que requiere una decisión voluntaria de sus fundadores y no un decreto del gobierno. Los empresarios no son atacados ni hostigados por el gobierno. Por el contrario, son admirados y la mayoría de la población trata de emularlos

La imagen de la empresa es la de una vaca lechera a la que hay que saber ordeñar para que produzca liquidez financiera. Los accionistas presionan a los administradores para maximizar los dividendos y, como ello conviene a los CEO -que consiguen suculentos “bonus”-, constantemente se corre el riesgo de la falsificación de los balances, no para pagar menos impuestos sino para mostrar utilidades que justifiquen una generosa política de dividendos.

Este aspecto cuestionable es el que ha permitido la concusión entre empresarios y consultores para dibujar los resultados de los balances. Y ha motivado, a su vez, serias sanciones a quienes estuvieron involucrados en estos hechos, incluyendo la disolución de gigantescas firmas internacionales de auditores.

La resolución de los conflictos privados se hace con una altísima dosis de litigiosidad porque abundan los pleitos de unos contra otros en defensa de los derechos individuales.

El peor de los delitos no es el fraude, ni la asociación ilícita o la evasión impositiva, sino el perjurio, porque el juramento en vano tiene una implicancia religiosa muy profunda ya que pone a Dios por testigo de una falsedad o del incumplimiento y allí radica su gravedad. Por eso las detenciones de gángster y los juicios a funcionarios que evadieron sus responsabilidades no se hace por esa razón sino porque habían jurado en falso.

3. Aspectos sociales

La movilidad de los trabajadores es enorme y quienes pierden un trabajo rápidamente pueden encontrar otro que reúna condiciones similares. Se dice que una famosa frase ha hecho grande a Estados Unidos: “¡Pase por caja, está despedido!”. El mercado laboral tiene una gran flexibilidad y los contratos se discuten en el seno de las empresas a través de uniones de trabajadores.

La sociedad americana no lo espera todo del Estado. Cuando un negocio privado anda mal, el gobierno no acude en su ayuda sino que aplica la ley de bancarrotas que significa un castigo para quien otorgó créditos imprudentemente e iguala a todos en un mecanismo de salvamento que permite transferir la propiedad accionaria. Cuando aparece un problema comunitario no se comportan como otros pueblos que observan pasivamente lo que sucede y reclaman frente a las cámaras de televisión que sea el municipio o el gobierno quienes vengan a solucionarles el problema De inmediato arman asociaciones voluntarias sin fines de lucro que se organizan perfectamente y entre todos consiguen solucionar los problemas.

Es cierto que el rasgo típico de los ricos y famosos es el exhibicionismo y la ostentación, pero también abundan las demostraciones de una gran generosidad por parte de personas que donan inmensas fortunas con fines loables.

El aspecto más cuestionado de este capitalismo altamente competitivo es el que impulsa a la sociedad en una constante carrera de supermovilidad de hombres “shirt-sleeves” (en mangas de camisa) que les destruye los nervios con una constante peregrinación de aquí allá, de arriba abajo, de lugar en lugar, de profesión en profesión, de una esfera social a otra, a través de una rueda de millones de dólares, para terminar siendo finalmente nuevos “shirt-sleeves”.

Paradójicamente, este aspecto de altísima movilidad es el que ha reducido el número de divorcios y hace que las familias tiendan a refugiarse en las verdades religiosas para no ser barridos por el vendaval de modas cambiantes. Por eso cuentan con una población mayoritariamente apoyada en criterios sumamente conservadores y espirituales.

Otros de los aspectos cuestionables es el consumismo privado con sobreendeudamiento y la existencia de una tasa negativa de ahorro. La costumbre de gastar lo que no se produce les ha conducido a una balanza comercial negativa y enormes déficit del presupuesto público, financiados por los ahorros monetarios del mundo que depositan su confianza en el respeto secular de los americanos por las reglas esenciales del orden social:
1) la posesión pacífica de los bienes honestamente adquiridos,
2) la transmisión por consenso sin fraude ni violencia, y
3) el cumplimiento riguroso de la palabra empeñada.

He aquí el capitalismo americano que los resentidos del mundo entero odian. © www.economiaparatodos.com.ar



Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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