El «déficit 6,7,8» lleva al Gobierno a un callejón sin salida y todas las miradas apuntan al dólar turista
Los billetes verdes se esfuman y el Ejecutivo se encuentra cada vez con menos margen de maniobra para hacer frente a las necesidades de divisas. Impuso el cepo para frenar la salida por parte de ahorristas, pero el grueso de los fondos se va por otro lado. ¿Cuáles son esos tres rubros?
Hace un tiempo, si a algún funcionario kirchnerista se le preguntaba por el significado de la expresión «6,7,8», no hubiese dudado en dar su respuesta: velozmente y sin vueltas, habría hecho referencia al programa periodístico que se transmite por el canal oficial.
Sin embargo, hoy por hoy, en momentos en que el Ejecutivo está pendiente de cada dólar que ingresa a la economía, la expresión «6,7,8» no necesariamente dibuja una sonrisa entre las filas K. Incluso, hasta puede provocar muecas de preocupación.
Y esto está relacionado con la «fórmula» que está empujando al Gobierno a cerrar el 2013 con el menor saldo de dólares por ventas y compras al mundo de bienes y servicios en una década.
En efecto: «6,7,8«, más que un juego de números, representa las tres «grietas» por las cuales más divisas se le están «fugando», impidiendo así que el BCRA engrose sus reservas. Es decir:
• 6, representa los más de u$s6.000 millones que dejará este año la «factura» a pagar por energía, lo que marcaría el déficit más elevado en toda la historia argentina.
• 7, está asociado a los más de u$s7.000 millones de rojo que provocará la actividad turística, debido a que hay más argentinos que deciden viajar al exterior y menos extranjeros que llegan al país.
• 8, representa los cerca de u$s8.000 millones que dejará la actividad automotriz en concepto de déficit, como resultado de una industria altamente dependiente de las importaciones de componentes.
Los números cambiaron de color
A lo largo de este año, estos tres rubros (energía, turismo y automotriz) le «succionarán» al Gobierno la friolera de u$s22.000 millones.
Lo más destacable es que en 2003, cuando recién comenzaban a escribirse los primeros capítulos de la era kirchnerista, estas tres actividades no sólo no restaban sino que generaban un caudal importante de divisas.
En efecto: diez años atrás, de la mano de estos sectores, quedaban en la economía doméstica unos u$s5.600 millones.
¿Cómo fue entonces que en una década, una ecuación que era claramente beneficiosa pasó a transformarse en este «déficit 6,7,8»? La siguiente radiografía muestra este abrupto cambio:
-Un «6» con «E» de «Energía»:
Días atrás, el CEO de YPF arrojó un diagnóstico inquietante, al considerar que el oficialismo es poco propenso a pintar futuros complicados: «El déficit energético en la Argentina es serio y si no hacemos algo va a empeorar».
Eso no es todo: la propia Cristina Kirchner advirtió que «si seguimos dependiendo de la importación de energía, vamos a perder competitividad».
«Tenemos que ponernos como meta de futuro y estamos trabajando en volver a ser autosuficientes en matería energética«, afirmó la Presidenta.
Pese a los discursos encendidos, este «rojo» no para de crecer.
Desde Abeceb estiman que, entre importaciones de gas y derivados de petróleo, este año la factura ascenderá a u$s6.600 millones, cifra que, mes a mes, se está revisando al alza.
En 2003, en cambio, la Argentina gozaba de un superávit de u$s5.175 millones en materia energética.
En lo que respecta al gas, fue en 2004 cuando el país alcanzó el récord histórico de producción. Sin embargo, a partir de entonces, la curva fue en caída y 2012 cerró en el nivel más bajo en más bajo en toda la década.
En el caso del petróleo, entre 2003 y 2004 el promedio de producción era de 44 millones de metros cúbicos. Pero la crisis sectorial generó que 2012 cierre con el peor registro desde la privatización de YPF, allá por el año 1992.
«Llevamos entre 100 y 120 meses con caídas consecutivas en la producción de gas y petróleo«, se lamentó el ex secretario de Energía, Alieto Guadagni, quien aseguró que técnicamente no es posible revertir el problema en el corto plazo.
Para los expertos, el inconveniente es que si bien Vaca Muerta genera grandes oportunidades en materia energética, se requerirá de varios años y grandes desembolsos para que este yacimiento entre en producción y comience a impactar positivamente.
Al respecto, el ex funcionario Daniel Montamat aclaró que el pacto con Chevron es apenas un acuerdo para investigar la factibilidad y puesta en marcha de una explotación comercial.
-Un «7» con «T» de «Turismo»:
En 2003, cuando el tipo de cambio elevado y los salarios licuados por la reciente devaluación hacían difícil encarar un viaje fuera del país y a los extranjeros les resultaba atractivo gastar sus dólares dentro de la Argentina, la actividad dejaba en la economía más de u$s1.000 millones.
Diez años después, de la mano del atraso cambiario y pese a las restricciones aplicadas -como el recargo del 20% a la compra de paquetes y gastos-, los argentinos estarán generando un «rojo» en la cuenta turística del orden de los u$s7.700 millones.
Desde la consultora Econviews destacaron que la pérdida de reservas del BCRA, que en lo que va del año ya supera los u$s6.600 millones «se explica esencialmente por menores compras en el mercado cambiario, vinculadas justamente con los mayores gastos por turismo en el exterior».
-Un «8», con «O» de «Autos»
Planes oficiales para el desarrollo de cadenas productivas en el sector autopartista, obligación de exportar por el mismo valor que se importa, préstamos a tasas bajas con fondos del Bicentenario, promesas de un auto 100% nacional… nada parece haber resultado.
Pese a todos los esfuerzos del Gobierno por lograr que el boom de ventas de 0Km genere un verdadero efecto derrame en la industria, el déficit sectorial no para de crecer.
¿La razón? El contenido de componentes nacionales en cada 0Km fabricado en el país, todavía se ubica en niveles bajísimos: cerca de un 30%.
El resto necesariamente, debe ser importado. Esto genera que por cada unidad que una automotriz pone a la venta, el Banco Central debe resignar un promedio de u$s13.000 para permitir la importación de piezas.
Así las cosas, en 2003, cuando se produjeron 170.000 unidades, el rojo del sector era de apenas u$s560 millones.
Para 2013 se esperan producir 840.000 vehículos (suba del 400%), pero con un déficit déficit se encamina, según Abeceb, a tocar los u$s9.000 millones (crecimiento del 1.500%).
Claro que la exportación de autos terminados dejará en la economía un «puchito» de u$s1.000 millones, lo que arrojaría un déficit total de u$s8.000 millones.
¿Cómo resolver el «déficit 6,7,8»?
Más allá de las elecciones de octubre, el Gobierno enfrenta un panorama poco alentador en cuanto a la oferta de dólares. Y esto se debe tanto a las dificultades para achicar las grietas mencionadas, como a las perspectivas que se abren para la generación de divisas.
Respecto a la oferta, las proyecciones para la soja en cuanto a precio y volumen, sumada a los crecientes problemas de competitividad cambiaria, están trazando un escenario cuanto menos complejo: la Cámara de Exportadores publicó un preocupante informe en el que vislumbra un saldo entre exportaciones e importaciones de apenas u$s8.300 millones para 2013, una cifra que se constituiría en la más baja de toda la era K.
Para el año próximo, el diagnóstico es más duro: la entidad prevé un superávit de u$s4.500 millones, el peor balance desde el año 2000.
En cuanto a achicar los déficits sectoriales, las limitaciones saltan a la vista: reducir las importaciones de autopartes implicará convalidar una caída abrupta en el nivel de actividad. Cabe destacar que el sector automotriz explica más del 50% del crecimiento del PBI industrial de Argentina.
Lo mismo sucedería si se pretendiera bajar el ritmo de compras de energía, lo que impactaría de manera directa en los niveles de producción de las empresas.
«El Gobierno se enfrenta a una gran disyuntiva: si avanza con más restricciones para frenar la demanda de divisas, tendrá que pagarlo con menor actividad. Pero si pretende seguir creciendo y que se vendan más autos y se utilice más energía, entonces deberá lidiar con más restricciones externas«, destacó el economista Lucio Castro.
Así las cosas, desde Econviews señalaron que «el encarecimiento del costo del turismo en el exterior aparece como el primer candidato en materia de cambios regulatorios».
Pese a las declaraciones del titular de la AFIP, Ricardo Echegaray -quien días atrás respondió con un «categóricamente no» cuando se le preguntó sobre si el Gobierno avanzaría con nuevas restricciones-, los rumores en el mercado están a la orden del día y versan sobre dos posibles medidas: un incremento del recargo a un nivel cercano al 40% o un liso y llano desdoblamiento cambiario.
«El Ejecutivo hace un gran esfuerzo para cuidar los dólares y se le están yendo miles de millones por argentinos que viajan. No podrá a tolerar un verano más con esta sangría. Y por más que lo hayan negado, esto no representa una limitación. Alguna medida va a tomar, como un desdoblamiento formal del tipo de cambio», destacó Mariano Lamothe, economista de Abeceb.
Sin embargo, para Castro, esto tendría corto alcance: «La historia demostró que cuando se aplicaron estos esquemas, con el tiempo, el dólar tiende a converger en un único valor y que es el más alto de todas las bandas de precios».
¿Devaluar es acaso el camino? El Gobierno, en los hechos, ya está depreciando la moneda y no tiene «más remedio» que mantener este deslizamiento en niveles cercanos a los actuales. Sin embargo, acelerar el ritmo generaría más perjuicios que beneficios.
«Los socios se están abaratando en términos cambiarios y esto le mete más presión al BCRA. La pauta de devaluación para el año próximo no podrá bajar del 20%«, destacó Lamothe, quien alertó que «tampoco podrá abusar de esta herramienta«, dado sus efectos colaterales.
Recuperar competitividad cambiaria «de un saque» implicaría hacer rendir más los dólares que entran por retenciones a la soja, pero también tener que pagar más por la factura de energía y destinar mayores fondos para sostener el andamiaje de subsidios de gas, luz y también transporte.
Considerando que el problema fiscal obliga a emitir, que esta emisión a su vez pega en la inflación y fogonea la disparada del dólar blue, hay quienes se preguntan si no llegó la hora entonces de tocar las tarifas.
La «cuenta» en concepto de subsidios alcanzará los $125.000 millones en 2013. Y hay rumores de que el Gobierno intentaría achicar gradualmente esa factura en unos $20.000 millones.
«Lo más probable es que se observen algunas medidas, como un ajuste en las tarifas energéticas«, acotó Dante Sica, director de Abeceb.
Sin embargo, Castro puso reparos en que esto pueda ser llevado adelante a gran escala: «Hay dos graves problemas. Sincerar las tarifas generaría un fuerte impacto en la inflación y, por otra parte, sería totalmente impopular«.
«Yo me pregunto: ¿por qué este Gobierno estaría dispuesto a pagar el costo político de un ajuste si le quedan dos años por delante y no hay un panorama claro para la sucesión?», disparó el analista, quien recordó que la última vez que se intentó sincerar las tarifas, rápidamente se debió dar marcha atrás por el rechazo de la medida.
Así las cosas, para el ex ministro Ricardo López Murphy, el kirchnerismo generó una visión entre la población de que no hay que pagar por lo que valen realmente los servicios, una cultura que, afirmó el experto, será muy difícil de revertir.
En este contexto, Sica destacó que será «muy poco probable» que el Gobierno corrija el rumbo actual: «Todas las medidas implican altos costos sin beneficios tangibles en el corto plazo».
Así, «habrá medidas puntuales para ´comprar´ algo de tiempo«, pero «esto no será suficiente para resolver desequilibrios», acrecentando el riesgo de que todo derive en una corrección «abrupta y desordenada».
Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, fue categórico al marcar que el Gobierno aguantará el temporal en tanto y en cuanto se pueda financiar con las reservas del BCRA.
El problema es que, según su visión, este «colchón», que en 2012 era de u$s43.300 millones, caería hasta los u$s25.000 millones en 2014, panorama que se podría agravar en función de cómo se resuelva el problema con los fondos buitre.
«El límite al financiamiento se debe a que la Argentina tiene completamente cerrado el acceso al mercado financiero internacional. Si no cambia el modelo estamos condenados a vivir con lo nuestro«, acotó Castiñeira, quien aseguró que «será entonces el mercado el que va a terminar empujando al Gobierno a abandonar el gradualismo con el fin de enfrentar la restricción externa y las distorsiones de precios».
Fuente: www.iprofesional.com