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lunes 20 de octubre de 2008

“El mundo es ancho y ajeno” o el culto a lo casero

Frente a la crisis mundial, la “profundización del modelo” que pregona el Gobierno no es sino otra improvisación ante el descalabro.

No cabe duda de que volvió la política al escenario nacional. Retornaron viejos actores aunque se ubiquen, ahora, en distintas tribunas. En el interior de cada uno de ellos, hay una certeza: “Si Kirchner pudo ser presidente, cualquiera puede serlo”. Bajo esa premisa, todos se sienten con derechos, y quién puede cuestionarlos por más descabellado que sea el deseo… A su vez, el estilo K pudo más que la tregua que quiso dársele para mitigar tormentas. El grito y las afrentas volvieron a ser eje del discurso oficialista y las obras públicas aunque sean fantasías siguen proclamándose a diestra y siniestra. Lo extraño es que nada ha variado sustancialmente como para retomar el rumbo que ya había demostrado ser el equivocado. ¿O no lo era acaso?

¿No se pidió a Cristina Fernández dejar de lado el mal trato y a Néstor Kirchner que saliera del primer plano? Preocupa lo efímera de la queja social, y hasta qué punto se la acalla con menudencias. Tal es la levedad del ciudadano que, aquel Alfredo De Angeli endiosado, comienza a ser cuestionado, y el miedo está ganándole otra partida al campo: cédulas judiciales y gravámenes arbitrarios están siendo recibidos por varios productores que participaron en los reclamos. Se suma, la venganza hacia el voto “no positivo” de Julio César Cobos aduciendo, por ejemplo, que las retenciones móviles eran mejores considerando las actuales oscilaciones del mercado.

En rigor, la movilidad o inmovilidad del derecho de exportación, nada tiene que ver con el caudal sembrado o el precio de la tonelada en los mercados. Hay impuestos que son distorsivos se los mire por donde se los mire, y quién sea los analice. El problema del gobierno es que esa caída puede arrasar con un tercio del superávit presupuestado para el próximo año. Además, donde hay una posibilidad de ganancia, el Estado, indefectiblemente, ve una oportunidad para llenar sus arcas. No se trata acá de intervenir en situaciones límites.

El “modelo”, que tanto alaban los Kirchner, no rinde pleitesía al Estado como institución sino a unos pocos nombres bien identificados. Debatir en este marco, si hay o no ocaso del capitalismo es tan absurdo como lo fuera en su momento, polemizar acerca del neoliberalismo. Ni hay en la Argentina un capitalismo capaz de ser definido como lo hicieran sus mentores; ni hubo en los 90’, liberalismo entendido a la manera de la Escuela Austriaca o la tríada escocesa. Menos pudo entonces haber un “salvajismo” en el consumo o un “neo” en el ismo. Predomina tan sólo la necesidad de caja como sinónimo de autoridad, y el “vivir con lo nuestro” es el método: una manera sutil del gobierno de decir ‘vivir con lo del pueblo’.

Sin duda, hablar de purismo en esta geografía es utopía, de lo contrario, la democracia sería aquello que Alexis de Tocqueville profesara, y la Justicia admitiría la definición de Ulpiano: “dar a cada uno lo suyo”, situación casi impensada. Hoy por hoy, no hay marco de referencia que sirva para identificarnos. Ni siquiera el refranero popular admite sinonimia con la realidad si hasta es un riesgo atinarse a preguntar, por ejemplo: “¿Quién nos quita lo bailado? La respuesta que se supone retórica y negativa; en la Argentina kirchnerista se hace explícita y resulta afirmativa: el Estado puede y va a quitarnos hasta lo bailado. Esa es la síntesis más cabal de lo que sigue en este teatro.

Hasta tal punto ha regresado la política casera, que en el Día de la Lealtad, se oyeron las voces más eclécticas hablar del tema, aunque ni el matrimonio logró unidad y coincidencia. De ese modo, se abrió paso a nuevas internas como si las elecciones formaran parte esencial de las necesidades básicas insatisfechas que deberían ser el leitmotiv y el motor primero de la dirigencia. Posiblemente, no haya satisfacción con el actuar del gobierno pero, sólo en voz muy baja, puede escucharse decir que los sureños partirán antes de culminar el mandato.

Hay sospechas, apuestas, mas no por actitudes golpistas sino por conocimiento tácito del cómo y dónde va a dar el camino que se viene transitando. Hay experiencia en la juventud de un país que no supo de guerras mundiales ni de holocaustos, aunque quiera usarse ese término para crímenes que acontecieran en otro marco. Generaciones enteras vieron esfumarse sus ahorros, otras partieron y siguen partiendo desde Ezeiza. El “paco” está consumiendo a los herederos y la educación se ausenta. Así es como, la experiencia, más que enseñar, asusta y amedrenta.

Pretender que cuando se habla de crisis, la gente no se vuelque al dólar es vano. Intentar convencer cuán fuerte son los bancos es tarea de Sísifo; y es sabido que acá, los mitos, se limitan a entronizar seres humanos aunque sea por un rato. El problema de la credibilidad en la dirigencia es un dato, no una especulación de sondeos que arrojan diferentes resultados según quién los lleve a cabo.

Los Kirchner hicieron el titánico esfuerzo de mostrarse por separado, Cristina Fernández evitó el abrazo con Chávez en su último viaje, le sonrió a Lula con beneplácito, callaron a Luis D’Elía, y hasta lograron que Guillermo Moreno siga en su cargo sin que sea portada de los diarios. Minimizaron los números del INDEC, o lo intentaron, entregando a Sergio Massa al Congreso como si no fuese un deber constitucional hacerlo. Pero la sonrisa del joven funcionario no sirvió demasiado. Si éste supera al titular del PJ en imagen e intención de voto, su suerte puede ser poca.

En el utilitarismo kirchnerista, todo atisbo de superioridad es una amenaza letal. Lo evidenciaron en muchos despachos y, fuera del contexto oficial, lo evidencia con creces, Mauricio Macri en la ciudad. Nunca los paros docentes fueron tan virulentos, ni estuvo la capital más liberada para la delincuencia y la atrocidad. Claro que, para votar un estatuto universitario se blindan aulas y claustros con efectivos policiales como si en vez de docentes y alumnos hubiera ejércitos encontrados. Esa sola imagen tira por la borda cualquier intento por mostrar un país civilizado. Asumamos que la barbarie impera dónde respiramos.

Quizás, ello explique también que, ante una situación compleja de la economía, Felisa Micelli aparezca como la autoridad para explicar de qué manera afrontar la crisis global, sin atisbo de vergüenza siquiera. ¿Recomendará guardar el dinero en bolsas dentro del placard del baño acaso?

El país federal está descuajeringado, no logra acordar ni el uso horario. No es un detalle al paso, si consideramos que, antes, casi ningún gobernador, se le retobaba a la Presidente cuando ordenaba algo. Alguna lectura arroja ese dato. La dispersión y el aislamiento se vive en todos los órdenes. Fue la gran obra del kirchnerismo: la división de los argentinos sin causa ni motivo. Aislados del mundo, aunque con los coletazos pegando, estamos también enajenados unos de otros, si hasta hay peronismo para obsecuentes y disidentes; y radicalismo para nostálgicos y renovados.

En ese contexto, el escenario futuro se desdibuja como castillo de arena cuando sube la marea. Todo pronóstico es azaroso. La “profundización del modelo” no es sino otra improvisación ante el descalabro. Limitar importaciones o poner aranceles aduaneros nunca fue solución, menos aún “modelo”.

En medio de todo esto, la debilidad del matrimonio presidencial no puede disimularse más. No se pide ya que enrollen banderas en los actos pues quedarían al descubierto, cada vez más espacios vacíos y blancos en tribunas y palcos. Ese éxodo, justamente, será el causal de las próximas piezas que se muevan en el tablero, porque aunque el mundo se una ante la adversidad, en la Argentina, los gobernantes atienden solamente, sus intereses particulares en mesas chicas o en “retiros espirituales”. © www.economiaparatodos.com.ar

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