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jueves 2 de noviembre de 2006

El totalitarismo en la base de nuestros males

En “Las raíces totalitarias del fracaso argentino”, editado por Cooperativas, Meir Zylberberg analiza las causas de la decadencia nacional y propone soluciones para salir del atolladero. Aquí, una breve introducción del autor.

El fracaso argentino no fue un hecho casual. Se inscribe en la larga lista de las trágicas frustraciones en que desembocaron los regímenes totalitarios que se originaron a partir de la finalización de la Primera Gran Guerra Mundial de 1914-18.

El tema no es de simple retórica. El texto del mensaje del 17 de enero de 1935, que acompañó al proyecto de creación del Banco Central, contiene los fundamentos de la nueva constitución totalitaria que –de hecho– adoptó nuestro país desde ese momento.

Se trataba de “poner en marcha una institución especial situada por arriba del mercado que iba a desempeñar la delicada función de banco de bancos”. En la misma Carta Orgánica, el giro hacia el modelo del tipo aislacionista del fascismo estuvo expresado en la idea de “proseguir su propia política”, “cuidando sus propios intereses”, “por si el mundo continuara presentando el cuadro de economías cerradas, con monedas autónomas”.

La Carta Orgánica del Banco Central de 1935 no le iba a la zaga en cuanto al propósito de derogar los derechos y garantías individuales de la ciudadanía: “vigilar la conducción de los bancos”, “fijar tasas de interés”, “controlar cambios”, “regular la cantidad de crédito”.

No en vano el senador nacional por Tucumán, José Nicolás Matienzo, en su discurso del 29 de enero de 1935, anticipó el rumbo que adoptaba la República: “Todas estas medidas financieras, podemos decir que todas las medidas de esta dictadura financiera que estamos soportando, tienden hacia el centralismo y el unitarismo. Lo dije el otro día cuando se trataba del impuesto a las ventas, como lo dije también cuando se trató del impuesto a los réditos”.

El Banco Central se organizó como un gran soviet que unió al Estado argentino con la banca comercial pública y privada, esta última discriminada en nacional y extranjera.

El directorio fue decorado con tintes mussolinianos, con personas de reconocida experiencia capacidad y prestigio cuatro, de los cuales debían ser un agricultor, un ganadero, un comerciante y un industrial.

A la lógica propia del proletariado diferenciada de la de los burgueses que imaginó Marx y las teorías racistas del hitlerismo, Prebisch introdujo, entre nosotros, una original versión sudamericana del nazismo. Se trataba de encontrar una justificación doctrinaria para avalar el plan de destrucción del modelo de libertad y progreso que caracterizó a la Argentina posterior a la Constitución fundadora de 1853.

Según la teoría de Prebisch, el mundo se divide no solamente en razas superiores e inferiores, sino también en naciones centrales y periféricas. Los centrales practican la industria en gran escala, son adelantadas, mientras que las periféricas son pobres y se dedican a la producción de materias primas.

El triste destino de los productores de materias primas es el de quedar condenados al deterioro de los términos del intercambio, al uso de la moneda de papel y a la estatización de todo lo referente al desarrollo de las fuentes de energía. Dado que no existe una lógica universal, las reglas del patrón oro y la propiedad privada del subsuelo son propios de los centrales, experiencia no apta para inferiores periféricos.

En 1942, el líder de la Italia Libre, el conde Sforza, ya anticipaba en una entrevista para el diario La Prensa que en la República Argentina había prendido la infección fascista y los democráticos tendrían que luchar muchos años para combatirla. “Cuando nosotros –refiriéndose a los italianos– estemos libres de la infección, ustedes –los argentinos– seguirán sufriendo sus consecuencias”, sentenció.

Para la opinión pública occidental, de acuerdo al testimonio del periodista Rodolfo Luque, la Argentina, al cabo del primer quinquenio de la década del cuarenta, era ya una aparente república representativa federal, pero en realidad era un régimen corporativo fascista.

Transcurridos casi tres cuartos de siglo de supremacía de la ley fiscal sobre la sociedad civil, los resultados no pudieron ser más dramáticos.

Ingobernabilidad, ocaso del Estado de Derecho mediante leyes inaplicables y carentes de consenso popular que originaron códigos propios de convivencia en la mayoría de la sociedad civil. Penalización fiscal a los beneficios del intercambio, cercenamientos de los derechos de propiedad y el libre ejercicio del trabajo, destrucción del ahorro, del sistema monetario y del crédito.

Un mínimo de piedad por el hoy 45% de la población que se estima como técnicamente pobre y los cientos de miles que viven hacinados en asentamientos y villas de emergencia nos obliga a señalar las causas y las soluciones. Este trabajo tiene este propósito. © www.economiaparatodos.com.ar

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