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lunes 25 de junio de 2007

El triunfo de Macri y los puntos de inflexión

Si bien es un contundente llamado de atención hacia el Gobierno, la victoria del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debería ser analizada con cautela hacia el futuro: los argentinos solemos ilusionarnos vanamente con ciertos hechos que, pensamos, cambiarán radicalmente el escenario.

Muchas veces, en la Argentina nos entusiasmamos por hechos que creíamos “puntos de inflexión” capaces de marcar grandes cambios. Sin embargo, el entusiasmo dura lo que un castillo de naipes y los cambios nunca llegan.

Anuncios presidenciales como las inversiones chinas o el mensaje inicial que promulgaba una justicia independiente renovando los miembros del máximo tribunal generaron expectativas vanas en la gente. Este mecanismo habitualmente es fogoneado desde el poder con el fin de atenuar alguna suerte de descenso en la imagen del Gobierno, pero, en otros casos la sensación de cambio surge espontáneamente en la ciudadanía harta de lo que hay. Algún acontecimiento repentino sugiere la posibilidad de que se altere el panorama y se habla de “punto de inflexión” aunque sólo se trate del deseo de que las cosas den un vuelco para mejor. Ejemplo de ello han sido las movilizaciones sociales en reclamo de seguridad tras el secuestro de Axel Blumberg. Muchos esperaron que el Gobierno reaccionara. Lo cierto es que el tiempo ha pasado y no se alteró un ápice la desidia oficial.

El triunfo de Mauricio Macri parece ser ahora un nuevo “punto de inflexión” en la política nacional. “Nace un nuevo liderazgo”, vaticinan varios. Más allá de las expectativas, la antesala a la segunda vuelta electoral estuvo signada por las apuestas acerca de la diferencia que separaría al líder del PRO del candidato oficial. Parecería que estar un 20% arriba es algo distinto a estarlo un 15%. Posiblemente, el Gobierno pretenda justificar la derrota con especulaciones de ese tipo, olvidando que en política, como en el fútbol, lo que cuentan son los hechos. Si un partido se gana por un gol da lo mismo que haya sido de penal o no. Por eso, el número de votos obtenidos en esta segunda vuelta no cambia el resultado de la elección y sólo puede servir para el lamento autojustificado. Mientras tanto, la realidad indica que, pese a la caja que ata a las provincias y al clientelismo exacerbado, los resultados electorales no están siendo favorables al kirchnerismo.

Aun así, pensar que este triunfo del PRO es un nuevo “punto de inflexión” en el escenario político nacional es un poco exagerado. Si tenemos en cuenta cómo se ha manejado el presidente Néstor Kirchner ante situaciones adversas, podemos inferir que esta nueva derrota no modificará un ápice la conducta del Jefe de Estado. El triunfo macrista no obrará grandes cambios ni generará una actividad diferente a la que ha habido hasta ahora en la presidencia: proselitismo básico. Terminado ya el primer mandato, en Balcarce 50 todavía no se ha llevado a cabo una gestión específica en materia de políticas de Estado y las amenazas ciertas de nuevos fracasos (el caso energético, por ejemplo) están a la vuelta de la esquina. Por otra parte, reconocer que la crisis está afectando la economía no es un cambio de política si no está acompañado de acciones conducentes a resolver el problema. Y, en este aspecto, se insiste con un puñado de “soluciones” que en vez de poner fin a la crisis, la administran perpetuándola en el escenario.

Subsidios, aumento del gasto público y arbitrario manejo de los datos no evitan los colapsos. Por caso, los subsidios por combustibles, energía y transportes durante el año 2006 sumaron $ 5.000 millones y se estima que alcanzarán este año los $ 9.000 millones. Así, el gasto público en dólares asciende, prácticamente, a los 66 mil millones, que fue el gasto público existente en el año 2001 cuando todos tambaleamos. La producción no alcanza para cubrir el aumento de la demanda. ¿De qué sirve, entonces, un crecimiento que nos hace decaer en calidad de vida? Pareciera una contradicción en términos. Si teniendo el primer mandatario todas las variables a su favor cuando comenzó su mandato no impulsó políticas precisas para evitar situaciones extremas, nada indica que lo hará ahora que entra en una etapa meramente electoral y debe reforzar un esquema de poder que flaquea.

Un verdadero “punto de inflexión” empezaría por establecer una política económica concreta y abrir el diálogo. Una supuesta reunión entre Kirchner y Macri puede ser un dato novedoso, pero no debe entenderse como un giro en la conducta del Jefe de Estado. Hay que ver si, el día después de asumir Macri, desde la Nación se le allana el camino o sólo se le pone obstáculos. No olvidemos la quema de villas miserias ni las cloacas tapadas en la última tormenta previa a la primera vuelta. Hay situaciones que de casuales no tienen un ápice. El Gobierno ha venido actuando en momentos adversos siguiendo la estrategia del avestruz. Ofuscación y silencio de radio han sido hasta ahora las únicas conductas oficiales ante los reclamos sociales. Porque los triunfos de la oposición deberían interpretarse, más allá de los porcentajes, como lo que realmente son: reclamos de la sociedad.

En la primera vuelta electoral lo que fue un llamado de atención (46% de los votos), en el kirchnerismo se lo consideró una mera “equivocación”. ¿Qué nos hace pensar que ahora las cosas van a ser diferentes? En el Gobierno persistirá la idea de que un sector de la sociedad está equivocado. Nuevas teorías de conspiración se tejerán en los despachos. La derrota en política es siempre huérfana. Los intérpretes de la Casa Rosada tienen sus propios diccionarios y a este fracaso le hallarán alguna suerte de acepción positiva. ¿Acaso Daniel Filmus no aumentó su caudal electoral? Ya está. Con eso se puede enfrentar el atril una vez más.

En este trance de ignorar la realidad, el error y la experiencia no enseñan. Para el Gobierno, Mauricio Macri será un adversario y no el nuevo Jefe de la Ciudad, así como los expertos en materia energética que pronosticaban esta actualidad fueron identificados en su momento como agoreros del mal. Con un Ejecutivo que no sabe ni quiere escuchar, por más entusiasta que sea la sociedad, no habrá “punto de inflexión” que modifique lo que hay.

La victoria del PRO, amén de una adhesión a una propuesta política determinada, implica un rechazo a la política oficial, rechazo que ha sido paradójicamente impulsado por el mismísimo Gobierno, que nacionalizó la elección. Dar marcha atrás no condice con el “estilo K” y en los despachos de la Casa Rosada lo que cuenta, ahora, es manejar las tapas de los diarios, rezar para que el termómetro sea kirchnerista y “matarse” entre ellos en internas que permitan, llegado octubre y quienquiera sea el candidato oficialista, perpetuarse en las sillas. © www.economiaparatodos.com.ar

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