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lunes 8 de septiembre de 2008

Encarnando anzuelos: la economía a la sazón de la política

El anuncio del pago al Club de París tiene idéntica puesta en escena que la proclama del pago al FMI realizada por Néstor Kirchner en el 2006.

Cuando los diarios no cesan de transmitir noticias, mezclando temas policiales con gremiales, o se produce una sucesión de actos vandálicos, acusaciones de complots, y el eje de atención se dispersa en un sin fin de entramados inconexos, con cierto principio pero sin desenlace y menos aún final, es porque algo más profundo anda mal.

Si bien es cierto que en la Argentina ya no hay, prácticamente, espacio para el análisis por la ausencia de políticas concretas, y de alguna suerte de hilo conductor entre el decir oficial y la realidad, lo expuesto en el primer párrafo es regla. Basta con revisar diarios viejos o ejercitar la memoria para notar que la amplificación de temas y la velocidad en transmitirlos es un mecanismo conocido. Inexorablemente, entra en funcionamiento cuando hay que hacer olas para evitar que salga a la superficie la realidad política y económica. No hay mejor ocasión para discutir cómo frenar el narcotráfico o debatir la calidad de los servicios que una coyuntura financiera turbia.

En medio de la efedrina, los vándalos, los ruralistas atribulados, los paros docentes, los hospitales cerrados y el descenso en las encuestas, están las cuentas que no cierran. El secretario de Comercio o el “ex” Jefe de Estado, pueden salirse del centro de la escena, mantener su perfil alto o bajarlo al décimo subsuelo que con ello no arreglan el desfasaje en los balances. El anuncio del pago al Club de París tiene idéntica puesta en escena que la proclama del pago al FMI realizada por Néstor Kirchner en el 2006. Y como es sabido, los mismos mecanismos, operados de idéntica forma, no pueden dar resultados distintos. El pago al organismo de crédito sorprendió en su momento, no tanto por la disposición del gobierno a saldar una deuda, sino por el modo y la prepotencia con la cuál se encaró el tema. En lugar de generar expectativas positivas, abrió un abanico de dudas sin sutilezas: ¿Por qué la Argentina, en vez de renegociar, sale atropelladamente a saldar deudas? Tanta algarabía por la noticia, terminó en tragedia cuando se supo que, el nuevo acreedor elegido, era Hugo Chávez, personaje bien despierto a la hora de sacar rédito para sí mismo.

Discutir si honrar los compromisos o no, carece de sentido. La decisión no es receptora de críticas por ese motivo. Hay un “cómo” extraño. Aquello que se oculta detrás de la “inesperada” conferencia de Cristina en el Salón Blanco donde nunca falta el aplauso, se parece más a un cerrar las puertas a cualquier intento por revisar las cuentas que a un principio de ética. Si la deuda con el Club de París se renegociara, debería admitirse la intermediación del FMI; requisito sine qua non de los países miembros para este tipo de operación. Posiblemente, aquí se centre el verdadero leitmotiv de la “sorpresa”. A la sociedad puede ofrecérsele un índice falso que, a esta altura, nadie cree a esos datos. El bolsillo de cada argentino tiene su propio registro, aun cuando la reacción social se haga esperar. Y no se trata de conspiraciones ni de complots, sino de paciencia. Y la paciencia, como toda capacidad humana, es limitada.

Si una misión del FMI revisa los números concretos, comprobará que la Argentina no es el paraíso que vende Cristina. Que esto no se descubriera con ruido costó, en el 2006, la módica suma de 10 mil millones de dólares, y un endeudamiento a intereses más altos con el bolivariano. Hoy, evitar que la ficción kirchnerista aflore requiere de 6.706 millones. Un precio interesante para que la olla no se destape, aunque cuando hierva será inútil impedir que suceda. Al margen, requeriría un análisis extra ver qué riesgos acarrean estos pagos para las reservas.

Pretender mostrar solvencia ante el mundo para atraer inversiones es noble, pero la manera es tan ficticia como la “realidad” económica kirchnerista. No hay bienaventuranza que valga, hay subsidios que alcanzan porcentajes inéditos. Si se suman los del transporte, gas, electricidad, etc. se está alcanzando un equivalente aproximado al 3% del PBI. Puede que estos datos no le digan mucho al común de los ciudadanos, pero no pasarán desapercibidos a inspectores internacionales ni a los bolsillos.

Por otra parte, el kirchnerismo está enredado en su propia trampa. El precio de mantener la ficción ha desgastado imagen y gestión. La credibilidad no se logra por duplicar sonrisas ni por una medida repentina. Son demasiadas las variables estudiadas a la hora de decidir dónde invertir. El revuelo de candidaturas probables, dirigentes que se juntan y se distancian al unísono, más los kirchneristas arrepentidos, es otro dato que el mundo observa. Tanto en lo económico como en lo político hay una falta de concordancia entre lo real y lo expuesto por los dirigentes que advierte peligro.

Ahora resulta que no sólo Clarín miente, sino también, mienten los medios americanos, franceses, alemanes e ingleses. La única verdad es la del Gobierno. Todavía no se saldó el conflicto con España por la estatización de aerolíneas, y siguen los cruces por los informes de las calificadoras de riesgo como sí éstas tuviesen interés en el lugar que ocupemos. Corolario: el riesgo país no bajó; subió tras el anuncio, despertando junto a estos vaivenes de la política casera, más intrigas que certezas.

Por un lado, el desatino político característico del subdesarrollo latino: opositores sin alternativa, alternativas sin oposición, legisladores oficialistas, y hasta el vice que se prueban, sin disimulo, el traje de Presidente cuando todavía faltan tres años de mandato. Es raro. No hagamos una odiosa comparación con las internas demócratas o republicanas americanas pero, convengamos, que el ejercicio democrático en estos pagos tiene un dejo a tercermundismo que causa espanto. Por otra parte, si se sincerase la economía, y al índice de inflación, se le sumaran los 20 puntos o más que el INDEC le resta, habría que pagar cifras millonarias a los tenedores de bonos. La “caja”, que mantuvo cinco años al gobierno, irremediablemente se vaciaría, y la recaudación para saciarla, en manos de la intrincada ideología kirchnerista, podría alcanzar ribetes estrafalarios.

El pago por adelantado anunciado resulta, en este contexto, una estrategia para evitar que se vea lo que hay en la cocina de la economía: una mera manipulación política y una urgencia por recobrar la imagen perdida. Posiblemente, lo que se sirve en bandeja de plata, huela bien y hasta se lo mastique, pero la digestión –antes o después- demostrará que los ingredientes utilizados no han sido los más sanos ni los adecuados.

Hay una Argentina para mostrar en los diarios y ofrecer en prosa, y otra donde la paciencia se acaba porque los trenes no funcionan pero se insiste con el tren bala, y donde millones de argentinos viven al margen del FMI y del Club de París. Esos millones de argentinos no necesitan que el telón se corra para saber cómo se manejan las cosas. Saben que la efedrina dejará de ser tema como dejó de serlo la pedofilia después de una semana en las primeras planas. Y saben, sobre todo, que “a mar revuelto, ganancia de pescadores”. De allí que sea vano el esfuerzo del oficialismo por seguir haciendo olas. Encarnados los anzuelos, si se sigue alborotando las aguas, quizás terminen siendo, ellos mismos, la carnada. © www.economiaparatodos.com.ar

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