¿Por qué los países emergentes son acusados por su falta de disciplina fiscal, mientras las grandes potencias –incluso en momentos de crisis– aumentan fuertemente su déficit? Si éstos ante una debacle financiera expanden vigorosamente su gasto público, ¿los gobiernos de países en desarrollados no deberían aplicar políticas keynesianas para fomentar el crecimiento de la actividad?
Estas preguntas y sus correspondientes respuestas forman parte de un reciente paper publicado por la National Bureau of Economic Research (Nber). Sus autores, los economistas Ricardo Caballero (MIT) y Arvind Krishnamurthy (Northwestern University), analizan cómo repercuten las crisis en los diferentes mercados y qué causas determinan las políticas económicas que adoptan las distintas naciones.
“Las mayores diferencias entre los mercados emergentes y los avanzados radican en su profundidad financiera. La carencia de la misma, retrae la política fiscal de una manera que impide el uso de políticas keynesianas”, sostiene la investigación, titulada “Política fiscal y profundidad financiera”. La argumentación de la dupla de autores señala que, si bien es cierto que los países con desequilibrios fiscales y abultadas deudas de por sí son proclives a sufrir turbulencias económicas, el factor clave que desencadena la caída radica en la falta de fondos que financien al sector público y al privado. El caso testigo que presenta el trabajo es la Argentina. Por el contrario, países como Italia y Bélgica (citados como ejemplo en el paper) –que también acarreaban importantes desvíos fiscales– transitan las dificultades sin caer al precipicio.
Una de las tantas diferencias es que las inversiones en los mercados emergentes están signadas por varios condicionamientos como el conocimiento del riesgo político, el riesgo del tipo de cambio y el grado de corrupción corporativa, judicial y gubernamental. Por estas razones, los capitales que ingresan son limitados y muy sensibles a los vaivenes políticos. “En momentos de crisis los países enfrentan una disminución de la cantidad de fondos que sus prestamistas proveían. En ese contexto, cualquier aumento del gasto público ahuyenta la inversión privada, y por lo tanto, la política fiscal debe ser contractiva”, explican los autores, que también destacan la depreciación de los activos del país como consecuencia de la fuga de capitales.
Otra conclusión del paper es que una política expansiva –cuando ya es evidente la debacle– tiene como correlato una mayor disminución de las inversiones privadas en países emergentes respecto de sus pares desarrollados. A modo de ejemplo, los economistas comparan a la Italia de los ’80, con una deuda pública que duplicaba a la de Argentina y Brasil, con la situación de estos dos últimos países en los ’90. También exponen los déficit fiscales de esos mismos períodos; en el caso italiano –con relación al PBI– llegaba al 15 por ciento, mientras que Argentina arañaba el 4 por ciento. De paso, rescatan el esfuerzo que hizo Brasil para reducir su déficit, mientras que su par sudamericano no.
De vuelta al concepto de “profundidad financiera” (capacidad de fondos disponibles), el trabajo de la Nber muestra otro dato contundente: esos capitales como ratio del crédito al sector privado sobre el PBI representaba el 25-30 por ciento en Brasil y Argentina de la década del noventa, al mismo tiempo que en el período medido en Italia (los ’80 por su extenso déficit) trepaba al 70 por ciento.
Luego de exponer las diferentes variables y comparaciones estadísticas, los autores arriban a las conclusiones centrales del informe: – La fuga de capitales está presente tanto en los mercados emergentes como en los desarrollados, aunque en el primer caso es mucho más fuerte. – Mientras que la huída de fondos se mantiene más o menos constante en los países avanzados- tanto en épocas de prosperidad como de crisis-, es profundamente superior en las naciones en vías de desarrollo durante turbulencias financieras. – La “profundidad financiera” es limitada y contrae la política fiscal, incluso el uso de una política contracíclica. De hecho, si se utilizara, podría resultar contraproducente. – Invariablemente, las crisis son una combinación de mala suerte y factores financieros. Argentina no fue la excepción. Sin embargo, un punto clave del caso argentino fue la pobre respuesta de sus autoridades desde el inicio. El ajuste de las cuentas fiscales se hizo demasiado tarde, y sumado al ambiente político, se empeoró la calidad de los activos argentinos –quitando liquidez al mercado–, reinando indicios de populismo.
La debacle argentina de 2001 estuvo particularmente ligada a la huída de fondos, tanto los depositantes en el sistema financiero como los grandes capitales retiraron sus tenencias cuando advirtieron el fatal desenlace. A más de dos años del estadillo económico, político y social, Argentina ostenta la total ausencia de inversiones extranjeras directas.
El paper deja sus últimos párrafos para elogiar a la administración de Luiz Inácio Lula Da Silva: “La reciente experiencia de Brasil muestra la otra cara de la moneda. Enfrentando deterioradas condiciones financieras, y al contrario de lo que se esperaba, el gobierno aplicó una dura disciplina fiscal demostrándole a los mercados que no era populista”. De todas maneras, Lula tendrá que pujar por las inversiones extranjeras que –gracias a China– se le han reducido a una tercera parte; más la suba de tasas que aplicó la Reserva Federal, que podría limitar los fondos necesarios para refinanciar deuda.
Como cierre, los autores reproducen los pasos que anteceden al abismo, una especie de guía para vislumbrar qué tan cerca está cada país del coletazo: el lento ajuste fiscal debilita la percepción de los inversores sobre los activos del país. Esto disminuye la percepción favorable del gobierno, y reduce la liquidez de los activos nacionales como consecuencia de la fuga de inversiones productivas. A la inversa, el ajuste a su debido momento mejora dramáticamente el desempeño del país. © www.economiaparatodos.com.ar
Leandro Gabin es periodista egresado de TEA y actualmente se encuentra cursando un Posgrado en Periodismo Económico en la Universidad de Buenos Aires. |