Desde hace rato se sospecha que sólo en algunos textos religiosos -y en la política- existe la institución de la “resurrección”. Si usted no lo cree, pregúntele a los Barrionuevo. O a los Díaz Bancalari. O a los Telerman. O a tantos. Nuestros “muertos” políticos resucitan. Enseguida de “morir”.
Lo que acaba de suceder en Tailandia así lo demuestra y debiera preocuparnos. Especialmente ante el lamentable estado -disperso- de la oposición. En un ambiente donde se trata de destruir y demonizar a todos los rivales políticos, provengan de dónde provengan. El caso de Roberto Lavagna habla por sí mismo.
Hace pocas semanas, cualquiera habría concluido que la “vida política” del populista billonario tailandés Thaksin Shinawatra estaba concluida. Para siempre.
En efecto, después de que el Tribunal Constitucional tailandés anulara las elecciones parlamentarias del 2 de abril de 2006, Shinawatra, jaqueado por las acusaciones de corrupción que enfrentaba, debió abandonar -precipitadamente- su cargo de primer ministro, delegándolo en su segundo. Todos creyeron que su “abandono” del poder era real. Pero se equivocaron.
Sin embargo, Shinawatra acaba de “reasumir” sus funciones de premier, que ahora dice había abandonado sólo en forma provisoria, para tomarse unas cortas “vacaciones” que aparentemente han terminado.
Y, por ahora al menos, el escenario político tailandés no ha explotado en mil pedazos. Porque la oposición está desarticulada, absorta y dividida en múltiples posiciones. Y, más grave aún, sumergida (y distraída) en una disputa judicial sobre cómo y cuándo convocar a las nuevas elecciones, generada por jueces electorales leales a Shinawatra y a su partido, el “Thai Rak Thai”, que fuera responsable de sus designaciones. Un ejemplo más de lo que pasa cuando se avasalla la independencia de los jueces.
La idea de los jueces es la de demorar las elecciones lo más que puedan, enredando todo de modo de alejar a Shinawatra del escándalo que hace semanas provocó su alejamiento, ahora definido como “transitorio”.
Aprovechando el vacío de poder, el ex premier ha vuelto entonces, de pronto, al timón de su país. Sin mayores fricciones. Cual viejo zorro, desafiando al sentido común.
Mientras tanto, la rebelión armada de los musulmanes del sur de su país crece. Y provee una buena excusa para que Shinawatra se presente como el “líder fuerte” e “indispensable” para resolver -a palos- esa cuestión.
Lo cierto es que Bangkok puede bien volver a explotar. En cualquier momento. Y Shinawatra, si esto ocurre, puede terminar lamentando haber elegido actuar con una audacia realmente insólita. En Tailandia y en todas partes. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |