El domingo pasado estaba viendo el programa de Mariano Grondona por Canal 9. La primera entrevistada fue a la periodista Olga Wornat, quien publicó, pocos días antes de las elecciones, un libro titulado Reina Cristina, que cuenta la vida de Cristina Fernández de Kirchner.
Grondona comenzó la entrevista preguntándole por qué en este libro no había duras críticas al personaje como en sus libros anteriores, en los que atacaba duramente a Menem y otras personas de la vida política.
Luego de una extensa aclaración, que más que una aclaración resultó ser una exposición sumamente confusa, los periodistas que acompañan en la mesa a Mariano Grondona insistieron en el porqué del buen trato que le daba Wornat a Cristina Kirchner en el libro.
La periodista siguió sin dar una respuesta clara. Pero lo más impresionante fue cuando uno de los periodistas le preguntó por qué no señalaba en el libro la desaparición de los U$S 500 millones de la provincia de Santa Cruz. La primera reacción de la periodista, dejando traslucir una notable intención de defender a la esposa del presidente, fue contestar: “¿Qué tiene que ver ella con esos fondos? ¿Por qué Cristina Fernández de Kirchner tenía que saber qué se había hecho con los fondos?”. La respuesta de la mesa fue categórica: siendo senadora nacional por Santa Cruz era su obligación saber qué había pasado con esos fondos que son de los contribuyentes a los que ella representa.
Olga Wornat quedó muda ante la respuesta. Pasaron unos largos segundos (parecían interminables) sin que Wornat atinara a dar una respuesta. No sabía qué decir. Quedó petrificada.
A partir de ese momento, comenzó a agredir a los integrantes de la mesa tratándolos de estúpidos, idiotas, chupamedias de Menem y toda una andanada de descalificaciones. Argumentos para defender su posición no hubo ninguno. Finalmente, ante su incapacidad para dialogar con quienes piensan diferente a ella, se quitó el micrófono y se fue de la mesa diciendo que eso era una payasada. Es como si la señora Wornat creyera que ella tiene derecho a descalificar a la gente en sus libros, pero nadie tiene derecho a cuestionar su obra.
El comportamiento de la señora Wornat dejó en claro la intolerancia de los progresistas a la hora de discutir ideas, algo que, por cierto, hemos verificado infinidad de veces en esta revista. Basta entrar en las opiniones de las notas que publicamos para ver cómo, sistemáticamente, progresistas que se escudan en el anonimato de pseudónimos nos insultan constantemente.
Los progresistas suelen hablar mucho de libertad, de derechos humanos y de libertad de expresión, pero viendo su comportamiento uno no puede menos que concluir que es sólo un discurso. El espíritu autoritario lo siguen teniendo muy arraigado y, ante la menor diferencia de opiniones, sólo atinan a insultar, agredir y descalificar al que piensa distinto.
La señora Carrió tuvo un problema similar. En su momento lanzó una serie de acusaciones contra el sistema financiero, basadas en documentación falsa. Utilizó esa herramienta sin escrúpulos y las famosas cajas nunca llegaron a revelar nada. Cuando a su compañero de fórmula le aplicaron la misma medicina, que por cierto vino de otro progresista, Carrió puso el grito en el cielo.
Tal vez si los progresistas dejaron de proclamar que ellos tienen el monopolio de la honestidad y de la transparencia, y comenzaran a actuar con honestidad y transparencia, podría surgir un enriquecedor debate de ideas para el bien de la república.
Mientras tanto, seguirán haciendo papelones como el que hizo la periodista Wornat o, en su momento, Graciela Fernández Meijide, que terminó huyendo del gobierno de la Alianza. © www.economiaparatodos.com.ar |