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jueves 6 de mayo de 2004

Jorge Elías: “El dilema de la Argentina es su inserción en el mundo”

Los ánimos en el contexto internacional están alborotados. Hay conflictos entre Cuba, México y Perú. La Unión Europea acaba de incorporar a diez nuevos países del Este y las cosas comienzan a desequilibrarse. Entre tanto, la Argentina deberá resolver sus conflictos con los países de la región.

– Los últimos acontecimientos diplomáticos han sacudido un poco las relaciones internacionales…

– El cortocircuito entre México y Cuba no es nuevo ni surge de pronto. Viene ya desde el primer viaje de Duhalde al exterior en marzo de 2002, para la Cumbre de Monterrey. Ahí hubo un intento de Bush de no aparecer en fotos junto con Fidel, y Fox, el dueño de casa, tuvo que mediar para esto. Diplomáticamente, tuvo que desplazar al presidente cubano. Finalmente, Fidel se fue de la cumbre. Pero al irse reveló diálogos telefónicos que mantuvo con el presidente mexicano, en los cuales éste le decía, en cierto modo, que no quería que estuviera presente. Entonces, hoy la cuestión estalla con los dichos muy duros de Castro sobre México, que a su vez deja de abstenerse y vota en contra de Cuba a favor de una revisión de los Derechos Humanos en la isla, que todos sabemos que es muy necesaria. Y con eso se rompen 102 años de buenas relaciones.
Y se rompen, en resumen, por un factor estacional que son las elecciones de Estados Unidos. Sucede que en las elecciones de 2001 hubo 5 millones de votos que definieron el resultado y esos votos provinieron, en particular, del llamado “voto latino”, que es el voto de la comunidad hispana. Esto es lo central que se están disputando Kerry y Bush en la actualidad.

– Entonces todo el conflicto ya se estaba gestando.

– Sí. La que protagoniza un primer quiebre es, justamente, la actual embajadora mexicana en la Argentina, Rosario Green, cuando en 1999 recibe a los disidentes cubanos, siendo ella la última canciller de Ernesto Sedillo que fue el último presidente del PRI (partido que gobernó México por 71 años). Es decir, en cierto modo, aquel gesto, que no significó ruptura, marcó lo que después se denominó “la crisis del canapé”. Esta crisis consistió en que los quince países de la Unión Europea dijeron “en las embajadas y en actos oficiales recibiremos a los disidentes como a los embajadores y autoridades del gobierno.”

– ¿El tono de los dichos de Fidel Castro no es muy parecido al que usó con De La Rúa cuando lo acusó de “lamer la bota de los yanquis”?

– Sí, algo así. En realidad, a De La Rúa eso le pasó por querer continuar la línea Menem, la línea de avalar la condena. Y ya que nombro este tema, me parece importante una aclaración. No hay que confundirse, lo que se vota año tras año no es una condena hacia el país. Todo lo que se está pidiendo es que pueda ingresar una inspección de Derechos Humanos y evalúe si esos derechos se están respetando en ese país o no.

– Entonces, ¿no es una condena?

– No, no lo es. Es una revisión.

– Todos los años se vota a favor de esa revisión, pero la revisión no se hace nunca. ¿Por qué?

– No se hace porque no lo permite el gobierno de ese país. El gobierno tiene la potestad absoluta, y como miembro de las Naciones Unidas puede negarse a que entren a realizar esa revisión, aun a pesar de que el resto de los miembros haya votado a favor y digan que sí se debería entrar. De hecho, Argentina y Gran Bretaña son miembros también, y el comité de descolonización de las Naciones Unidas todos los años plantea que se discuta la soberanía de las Malvinas y Gran Bretaña todos los años se niega a negociarla.
Pero, ahora, Castro encontró un buen argumento para no permitir la inspección. En Guantánamo, que es un sector de Cuba alquilado por Estados Unidos a un precio irrisorio de 30 dólares por mes, hay 600 detenidos de la guerra en Afganistán. Allí hay menores de edad y se han visto fotos espantosas de gente encapuchada. Allí, si es que no se violan los derechos humanos, por lo menos el tratamiento que se les da no es el mejor. Y la revisión en ese lugar no se hace. Entonces, en esta ocasión, Castro encontró un buen argumento para decir “quieren revisar los derechos humanos aquí… OK. ¿Pero por qué no revisan del otro lado del alambrado también?”.

– Y con Perú, ¿qué pasa?

– Lo mismo. Es el mismo caso. Es casi una conducta del régimen cubano. Cada vez que alguien se opone a lo que este régimen cree que es justo o lo correcto, tiene este tipo de reacciones. Lo que pasa es que el caso de México es muy particular para Castro. Hay que recordar que él organiza la invasión a Cuba desde allí. Con ese país hay una suerte de acuerdo de “bueno, la Revolución la hacés en Cuba, pero con México no te metés”. Incluso, en México estuvo el Che antes de la revolución.

– Ya que estamos hablando de conflictos internacionales, me gustaría preguntarle sobre nuestro país. Argentina tiene conflictos con Chile. Con Uruguay tuvimos problemas. Kirchner intentó formar un frente común con Lula contra el FMI pero el brasileño huyó despavorido. Con Bolivia las cosas tampoco están bien. A Kirchner le quedan pocos personajes a quienes acercarse: Evo Morales, Chávez y Castro. ¿No se vuelve difícil entender cuál es la posición de Argentina en el mundo?

– Es que el gran dilema de la Argentina, hoy, es su inserción en el mundo. Es un dilema que aún no se ha resuelto. En un determinado momento lo tuvo más claro, aunque con un alineamiento que no gustaba. Pero que, además, por otro lado, era una posición que tampoco representaba una política de Estado, sino más bien una alternativa frente a 100 años, prácticamente, de peleas constantes con los Estados Unidos.
Pero, después de eso, no hubo una definición sobre qué rumbo tomar. Inclusive, la misma alianza con Brasil no deja de ser una alianza con Chile, también. Es decir, es una alianza a dos puntas, que está muy clara en el programa de gobierno. Lo que pasa es que es endeble en la medida en que no se institucionalice.
En relaciones internacionales, dos países pueden tener muy buen trato, pero si no se institucionaliza ese vínculo, todo queda en la nada, no cuenta. Se deben institucionalizar las relaciones como lo hicieron Francia y Alemania o Gran Bretaña y Francia, por ejemplo. De hecho, a pesar de sus grandes diferencias políticas, en el caso de Gran bretaña y Francia los puntos de contacto institucional siguen existiendo por la Entente Cordiale –de la que hace poco se celebraron los 100 años-.
En cambio, en nuestro caso, no hay institucionalización. Es decir, hay un Mercosur que quiere tener un matiz político pero que ni siquiera tiene el matiz aduanero, todavía. No tiene un matiz económico y no logra definirse a sí mismo. Además, dentro del mismo Mercosur hay gobiernos con tendencias políticas totalmente diferentes. Batlle se llevaba bien con Sánchez Losada, el presidente de Bolivia y, a su vez, Kirchner, Lula y Duarte Frutos, el nuevo presidente de Paraguay, se llevan bien y, podríamos sumarle a este grupo a Lagos.

– ¿Lagos?

– Sí, porque Lagos, en realidad, no tiene grandes problemas con la Argentina o con Kirchner. De hecho, en toda esta crisis ha procurado echar paños fríos y no sólo ahora. Ya desde la crisis en el gobierno de Duhalde, cuando los empresarios chilenos estaban muy disgustados, fue él quien los contuvo.
El presidente chileno se aproximó mucho a Kirchner y viceversa. Pero hay que tener en cuenta otra cosa en este conflicto con Chile, que acá no se está viendo. Y es que, más allá del problema y el perjuicio técnico que le provoca a ese país la falta de gas, hay un perjuicio político muy grande. ¿Por qué? Porque hay un candidato de la derecha, que es Joaquín Lavín, que es el alcalde de Santiago y que está diciendo “miren, no cumplieron el arbitraje internacional” y está presionando. El corte del envío de gas le ocasionó a Lagos y a su partido un problema muy grande en el proceso electoral.

– ¿La imagen internacional que va dejando la Argentina no termina siendo deplorable? No pagamos la deuda, renegociamos como se nos da la gana, no cumplimos con los contratos que firmamos de mandar gas, nos metemos en la política nacional de Uruguay, en la interna de Bolivia…

– Por eso hay que tener en cuenta todas estas tramas políticas. Acá hay otros temas que se inmiscuyen y meten la cola en todo este asunto. Por ejemplo, está Bolivia y su largo conflicto por la salida al Pacífico. La condición del presidente de Bolivia para el ingreso de gas hacia Argentina es que no vaya a Chile. Es decir, de repente, hay valores agregados en una disputa de este tipo que no se esperaban y que comienzan a surgir como chispero.
Yo, realmente, no creo que sea intención del gobierno argentino meterse en las internas de otros países. Simplemente, porque es ganarse conflictos sin ningún rédito. La cuestión es, para mí, que otros países están usando este problema para capitalizar sus intereses. En Uruguay, Tabaré, puede usar una amistad con Kirchner -que apareció ahora pero que no es tal-, para ganar el voto progresista. En Chile, la derecha usa el conflicto para ganar el voto antiprogresista. Así que no todo es de acá.
Es más, creo que el eterno problema argentino pasa justamente por lo contrario: por vivir siempre metidos dentro de nuestro propio ombligo y no ver lo que está pasando más allá y el efecto que tiene afuera lo que se hace acá. En su momento, de hecho, cuando era presidente Duhalde, se decía que tenía un discurso para la Argentina y un discurso para el Fondo Monetario. Como si el Fondo no escuchara el discurso de Duhalde en la Argentina…

– En materia de relaciones internacionales, Argentina no parece ir tomando los caminos correctos. Parece como “desnorteada”, sin brújula en el mundo. Mientras, inevitablemente, el mundo se va armando. Se arma el NAFTA, se amplía la Unión Europea, el sudeste Asiático sigue creciendo… ¿Y nosotros siempre atrás?

– No creo que sea, tampoco, tan así. Finalmente nos van a arrastrar a acomodarnos dentro del mundo. El tema es resolver la inserción internacional de Argentina. Hay muchas teorías diferentes. Yo creo que la inserción internacional debe empezar por “el barrio”. Es decir, primero hay que resolver el MERCOSUR, después el ALCA, y, recién luego, cruzar el Atlántico.
Ahora, también, puede ser Mercosur y directo Unión Europea, que es lo que quiere la Unión Europea para romper un poco el ALCA.
Pero, lo que sí es seguro, es que la Argentina, hoy por sí misma no puede resolver nada. Si no lo hace mediante alianzas regionales, no podrá llegar a nada.
De todas formas, creo que en algún momento esto va a ir cambiando, esta especie de indecisión constante. No por mérito propio, tal vez. Pertenecer a organizamos internacionales, tener acuerdos firmados, va a ir obligando a tomar ciertas decisiones que es lo que falta hacer en este país. Decidir. Definirse. Decir: “bueno, Cuba, ¿qué?”, “Unión Europea, ¿qué?”…

– Ya que la nombra, ¿qué importancia le asigna a la inclusión de diez países nuevos del Este a la Unión Europea?

– Se trata del ingreso de ocho países del bloque soviético que vienen un poco a desequilibrar el eje “Bruselas-Moscú”. Sobre todo porque, ahora sí, van a verse cada vez más marcadas las diferencias. Para los europeos, encabezados por Bruselas, Moscú en cierto modo, con el conflicto de Chechenia que no resolvió y con los cada vez más remarcados casos de corrupción, ha adoptado un gobierno de tono autoritario. Para Moscú, Bruselas le quita ocho países que se incorporan en la Unión Europea.

– ¿Esto tiene algún tipo de relevancia para la Argentina?

– Si nuestro país decide su rumbo y toma decisiones que la conduzcan en sentido correcto deberá conformar alianzas. Hoy, las decisiones son en bloque, los países no pueden pararse solos.

– ¿Usted piensa que, en este sentido, el gobierno tiene un objetivo de tener una especie de eje de tipo antiimperialista, por decirlo en términos de los ‘70?

– No, para nada. Sabe que no podría. Lo que ha hecho, a lo sumo, es simplemente no ocultar su simpatía con las nostalgias de los ’70, con Castro, Chávez y demás. Pero en los papeles, cuando tiene que levantar los teléfonos, sabe muy bien que ni Caracas ni en La Habana nos resuelven los problemas, sino en Washington. © www.economiaparatodos.com.ar



Jorge Elías es periodista del diario La Nación.




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