– ¿Qué trampas puede hacer Chávez para zafar?
– No demasiadas. Pero hay un par de “jugarretas” con las todavía puede maniobrar. La principal tiene que ver con que todavía no se ha fijado la nueva fecha del referendo y esa es toda una cuestión. Es relevante porque, de acuerdo a la nueva Constitución, si se fijara para una fecha posterior al 18 de agosto, aun cuando Chávez perdiera, no se convocaría a elecciones, sino que asumiría el actual vicepresidente, quien terminaría el mandato, y Chávez podría presentarse en la siguiente elección como candidato. Por el contrario, si –como quiere la oposición– el referendo se convoca para el 8 de agosto, que es técnicamente posible de realizar, entonces la situación se plantea diferente. Si Chávez pierde deben, en un lapso de 30 a 45 días, convocar a elecciones nacionales. Y ahí, aparece otro tema de discusión sobre el cual la Corte aún no se ha expedido, y que tiene que ver con la cuestión de si Chávez puede presentarse o no. En este asunto hay una laguna en la Constitución y es tema para otro debate si esta laguna fue deliberada o no, pero lo cierto es que hoy este vacío legal existe y la Corte debe resolverlo. El problema es que en los últimos 60 días el actual presidente de Venezuela ha incrementado en 13 miembros la Corte Suprema de Justicia de ese país. Con lo cual ahora, si mal no recuerdo, pasó a tener 24 ó 26 miembros. En la medida en que esto funcione así, en realidad, va a pasar de ser la Corte Suprema a la “Corte del Supremo”.
– Hay un libro escrito en 1944 por Friedrich von Hayek, que fue premio Nobel de Economía en el ’74, que se llama “Camino de Servidumbre” y que plantea, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, que los aliados estaban luchando contra el totalitarismo pero estaban adoptando políticas que llevaban a sus poblaciones a la servidumbre. ¿No le da la impresión que esto tiene hoy una gran vigencia en el caso latinoamericano? ¿A usted no le da la sensación de que en todos los países de la región se está dando una especie de vocación por eliger a los propios dictadores y que las sociedades están abriendo sus propios “caminos de servidumbre”?
– Es muy interesante. Yo creo que sí. Justamente, estoy estudiando en estos momentos cómo el populismo, a lo largo de la historia, una y otra vez, le hace y le ha hecho cometer suicidio a la democracia. Yo actualmente estoy trabajando con el tema de los “estados cáscara hueca”, que a mi entender son una nueva realidad que se avecina en la política latinoamericana. Hoy, en función de la existencia de la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA), la época del dictador desembozado –sea de derecha, de izquierda o de cualquier lugar–, no funciona más porque esa carta obliga al resto de la región a hacer algo. En honor a la verdad, hacen bastante poco, pero deberían hacer algo. Entonces, si uno se fija y observa el panorama político latinoamericano, se da cuenta de que en Venezuela o en la Argentina –Bolivia es un caso aparte–, se están dando procesos de creciente autoritarismo con ropa de populismo, pero que guardan las formas. Se presencian, incluso, verdaderos golpes de Estado pero disfrazados de otra cosa, como ha ocurrido con Sánchez de Losada en Bolivia, De la Rúa aquí mismo o Mahuad en Ecuador. Y lo más preocupante de todo es que estos procedimientos irregulares ya no sólo son aceptados por la comunidad internacional o regional, sino que comienzan a serlo, también, por las propias poblaciones.
– Porque se piensa que la democracia es ir a votar cada tanto cuando, en realidad, esa es la parte casi más irrelevante. Democracia es elegir a alguien para que dentro de ciertas reglas conduzca y administre un país. Pero alguien que no puede hacer lo que se le dé la gana. Eso es lo que Hayek llama la “democracia ilimitada”. ¿No cree que el gran drama de América Latina es tener estas “democracias ilimitadas”, donde el que gana hace lo que se le antoja, es decir, el orden jurídico preestablecido se subordina a sus caprichos, en vez de que suceda al revés?
– Sí, estoy de acuerdo. Pero, a mi entender, esto está íntimamente relacionado con la decadencia socioeconómica de la región. Porque se ha ido perdiendo el ethos ciudadano. Es decir, el hombre que se preocupa de y por la cosa pública.
– ¿Eso, a su vez, no es consecuencia de tener un concepto equivocado del sistema de democracia?
– Claro que sí. Es consecuencia de sostener una democracia delegativa donde todo se reduce a votar. Donde las funciones de cada uno de los actores están tergiversadas: el ciudadano va, vota y piensa “ya voté, cumplí, listo”, y el elegido o electo piensa “ya tengo todos los votos, listo, córranse para un costado que vengo yo y puedo hacer lo que quiero”. Y esto no debería ser así. © www.economiaparatodos.com.ar
Julio Cirino es analista internacional y presidente del Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville (www.centrotocqueville.com.ar). |