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lunes 11 de mayo de 2009

Kirchner vs Kirchner

El ex presidente debe admitir que el 28 de junio se enfrentará a sí mismo en el cuarto oscuro: ese día se juzgará lo que sembró en casi seis años de gobierno.

Una vez definidas las listas y conocidas (aunque más no sea en algunos casos) las identidades de los candidatos que han de representar al pueblo tras los comicios de junio, caben tres actitudes: 1) realizar una suerte de autopsia sobre cada uno y así decididamente, perder el tiempo como es el deseo perenne del Gobierno; 2) evitar quedarse en el espanto indagando quién es quién, con la sensación de orfandad que provoca saber que no habrá una cabal representación de la sociedad; o 3) tratar de avizorar el escenario político de las próximas semanas cuya duración nos ha de parecer una eternidad.

Y es que la campaña real comienza a librarse, y todo se puede esperar de parte de un oficialismo que ha evidenciado, con nombres y apellidos, la desesperación que genera todo final, aún cuando éste pueda postergarse por imponderables o por la simple razón de contar, en ese mentado segundo y tercer cordón del conurbano, con 1.500.000 ciudadanos en condiciones de pobreza extrema, lindando casi la indigencia.

Aunque no haya registros de ellos en el INDEC de los últimos tiempos, el dato es fáctico. Puede vérselo. Basta salir del microclima donde solemos movernos para advertir que la desigualdad y la falta de equidad en todos los aspectos, ha alcanzado, paradójicamente o no, bajo el autodenominado “populismo”, niveles altísimos. En rigor, se ha fomentado la permanencia de la carencia, y mantenido a una franja social con las necesidades básicas insatisfechas como un método horroroso de proselitismo y “conquista” de rehenes, que puedan inclinar el tablero, al menos en un distrito que facilita -pero no legitima- hablar de un triunfo electoral el día después del comicio.

Nada está dicho ni se podrá afirmar hasta que las urnas revelen la verdad. En consecuencia, en esa franja electoral todo es posible: desde la derrota oficial hasta una mínima ventaja de aquellos, que permita disfrazar con eufemismos la decadencia de su poder político. Como sea, es menester advertir que si bien los números de la pobreza son lastimosos, ese millón quinientos mil argentinos no alcanzan para garantizar lo que el matrimonio presidencial reclama como oxígeno: mayoría parlamentaria como sinónimo de “gobernabilidad”.

Hay, en el territorio nacional, muchas más provincias -nada despreciables en el aporte que hacen al PBI, y consecuentemente al erario estatal- que también manifestarán su apoyo o rechazo a un gobierno que no sólo las ha ninguneado, sino también las ha mantenido bajo candado, adscriptas a un sistema de coparticipación federal obsoleto y desproporcionado.

Asimismo es dable asumir que los Kirchner perdieron el apoyo rural por deseo. Nada justifica la batalla campal que ha librado y libra todavía con el sector que, además, fue capaz de redimir y rescatar a la Argentina de las peores gestiones administrativas. La última denuncia contra el líder ruralista Alfredo De Angeli es inaudita, y llamar al “diálogo” cuando todo el andamiaje se viene abajo no le acredita un centavo.

Kirchner debe admitir que se enfrenta, el 28 de junio, a sí mismo en el cuarto oscuro. O dicho de otro modo, se enfrenta a lo que él sembró en casi seis años de gobierno. Poco o nada tienen que ver en esto la UCR, la Coalición Cívica o el peculiar peronismo disidente que sumó el macrismo o viceversa. Tampoco es necesario indagar, hoy por hoy, si el justicialismo es una necesidad o una enfermedad para los argentinos. Todos esos debates pueden resultar de sumo interés social, pero no suman ni restan en este ‘ahora’ donde se define la continuidad o el final de un sistema autoritario que ha ahogado la democracia y paralizado a la república.

En síntesis, lo que se define en las urnas es la posibilidad de restablecer cierta institucionalidad. Porque, si se analizan seriamente las listas presentadas, se verá que muchos de los allí nombrados, podrían estar enlistados en uno u otro lado sin distinción alguna, y sin que nadie note falta de criterio o un elemento discordante por ello.

No hay forma de explicar con coherencia meridiana, tanta crítica a aquella Alianza efímera e improvisada que permitió el récord de contar luego con 7 presidentes en una semana cuando -hoy por hoy-, no hay más que facsímiles o copias malogradas.

Escasas convicciones, y oportunidades u oportunismos desmedidos asoman en el horizonte planteando el futuro escenario político. Hay posibilidades de retoques y emparchados pero, si bien se mira y se lee entre líneas, se verá que no hay una real opción de cambio que permita dar un giro copernicano.

En gran medida, la responsabilidad de que esto ocurra involucra tanto a la dirigencia como a la ciudadanía que no termina de reaccionar o de tomar cabal conciencia de lo que se ha hecho con ella y lo que está pasando. Se aceptó el rol de ganado sin chistar durante muchos años. Las consecuencias, antes o después, llegarían. Hoy están a la vista. No hay grandes afinidades entre la gente y los candidatos. En otras palabras, hay más incompatibilidad de intereses que comunión de causas, efectos y métodos.

Que haya surgido la “tigresa” Acuña como aspirante a una banca por el Frente para la Victoria genera en la sociedad tanta desidia como que lo haga la mujer de Luis D’Elía o el más versado de los intelectuales que pueda reconocer la Argentina. Es como si el hartazgo nos hubiese anestesiado. En algunos grupos, la noticia despertó risas, convocó al chiste fácil, en otros ni siquiera fue un tema que haya sido comentado. ¿Para qué gastar saliva?

Está claro que el Gobierno se ha quedado sin oferta, pero también es cierto que la demanda no es tan estricta ni posee grandes expectativas.

Lo que sigue, es decir la previa al 28 de junio, es una oleada de violencia indiscriminada: reclamos sindicales, campaña sucia, pases de facturas, favores impagos, movilizaciones y cortes de ruta, pagarés defaulteados, intentos desesperados para repartir las últimas tajadas por si el temor, instalado por el mismísimo matrimonio presidencial y sus voceros más anárquicos, se tornase realidad, la gobernabilidad una anatema y los calendarios se adelantaran. ¿Quién puede garantizar no tropezar con la misma piedra otra vez más?

En definitiva, la legitimidad de una amenaza depende de la legitimidad del objetivo y de quién la formula. Y, ¿cuántas veces, en esta actualidad, lo ilegal adquiere ‘legitimidad’ por el silencio y la pasividad de quienes deberíamos demandar?

Lo cierto es que ningún peso parece tener la “oposición” en este ‘juego’. Hasta es dable admitir que, en muchos casos, ha sido y sigue siendo funcional al kirchnerismo. De allí que pueda decirse sin titubeos que, en el próximo comicio, Kirchner no se enfrenta con un ‘properonismo’ o con un Acuerdo Cívico y Social, sino más bien que se las verá a solas consigo mismo. © www.economiaparatodos.com.ar

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