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jueves 15 de julio de 2004

La carga tributaria restringe el crecimiento brasileño

El aumento constante de las cargas tributarias a las empresas, hasta hacerlas asfixiantes, es uno de grandes los males latinoamericanos y uno de los más importantes frenos a las inversiones en la región. Brasil está empezando a sufrir las consecuencias.

Hace pocos días estuve, una vez más, de visita en el Brasil. Como siempre me impresionó el vigor y activismo de su sector empresario privado. Allí a nadie se le ocurre alimentar resentimientos, demonizándolo, o sometiéndolo a una catarata constante de insultos gratuitos. Todo lo contrario, el empresario, en Brasil, es un actor económico-social respetado por todo un país que sabe de su esencial importancia, al tiempo de generar inversión y multiplicar los puestos de trabajo.

Me llamó la atención, sin embargo, un editorial del influyente Gaceta Mercantil. El del 5 de julio pasado, que denuncia las consecuencias de operar con una carga tributaria que, en rigor, “no para de aumentar”. Lo contrario, exactamente, de lo que ocurre en Asia o en la “nueva” Europa.

Este es uno de los males latinoamericanos. Un auténtico villano económico que anida entre nosotros sembrando anemia y desalentando todo. La presión tributaria en nuestra región es casi siempre demasiado alta. Para quienes pagan los impuestos, por cierto. Y esto, en un mundo abierto, lleno de alternativas y opciones para los inversores, es realmente suicida.

Como ejemplo de opciones y alternativas puede citarse lo que está ocurriendo en los países que alguna vez conformaron la llamada Europa del Este que, bajando sus impuestos, están compitiendo con sus pares del Oeste, atrayendo inversores que llegan atraídos por los incentivos tributarios y, más aún, por las menores tasas. Esto mismo está sucediendo ahora mismo entre Austria y Alemania, donde la primera, que ha bajado dramáticamente su carga impositiva, a la manera precisamente de los países del este de Europa, está atrayendo fuertemente a empresas alemanas, como es el caso de Escada o de Siemens que -atraídas por una tasa de impuesto a las ganancias del orden del 22%- abandonan su país de origen, para reubicarse aceleradamente en Austria. Pero quienes viven del gasto público -que son cada vez más- no quieren comprender este fenómeno.

En Brasil, el primer trimestre del año, la carga tributaria total alcanzó el 40,01% del Producto Bruto Interno, según cifras recientemente publicadas por el Instituto Brasileiro de Planejamento Tributario. Según una reciente encuesta, el 70% de los empresarios sostienen que ese es el peor obstáculo que deben enfrentar en sus actividades. El más perjudicial. El que más los desanima, por estar ya en el límite mismo de lo soportable.

Aparentemente en 1947 esa carga representaba el 13,8% del Producto Bruto Interno del Brasil. Sólo eso. En 1965 ya estaba en el 19%. En la década del 80, en el 22,4%. En 1993, después de haber trepado hasta el 28,8%, descendió al 25,2%. Desde entonces aumentó gradualmente. Paso a paso. El primer trimestre del año pasado estuvo en el 38,95% del Producto Bruto Interno. Para, este año, supera ya el 40%. Descontando la inflación, de un año a otro creció el 7,83%. De allí la alarma de los empresarios que ven cómo una porción exagerada de sus utilidades es incesantemente succionada por el Estado, que no se preocupa demasiado por determinar la verdadera capacidad contributiva de los actores privados.

Ante lo sucedido, el presidente Lula ha expresado que evitará aumentar aún más la presión tributaria actual, pero que la situación del Brasil no permite por ahora pensar en disminuir el peso de los impuestos.

Lo que sucede podría, quizás, no ser ajeno a la caída de las inversiones extranjeras en Brasil, que en los primeros cinco meses del año alcanzaron sólo unos 3.300 millones de dólares, una cifra que es considerada baja. En mayo pasado la situación fue particularmente adversa, ya que ingresaron en el mes tan sólo unos 207 millones de dólares, una de las cifras mensuales más bajas registradas desde junio del 2003. Un importante empresario me dijo: “es cierto, la carga tributaria, por alta, disuade”. Y agregó: “pero hay otros factores”. Por ejemplo, siguió diciendo: “lo que ustedes hicieron con la falta de respeto por los compromisos contenidos en los contratos y, mas aún, con el Estado de Derecho, en general, nos ha hecho daño, porque hay quienes preguntan abiertamente ‘¿no harán ustedes. lo de Argentina, no es cierto?’”.

“Y no es nada fácil convencer a los interlocutores de que ambos países son, en verdad, absolutamente distintos”, agregó. Para meditar, ciertamente. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio J. Cárdenas es ex Representante Permanente de la República Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).




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