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lunes 4 de septiembre de 2006

La contramarcha y la filosofía del Gobierno

El presidente Kirchner y sus funcionarios han dado repetidas muestras de que el uso de la violencia y de la fuerza bruta para imponer sus voluntades forma parte de la estrategia oficial para conservar el poder a toda costa.

Poco tiempo atrás, Néstor Kirchner afirmaba ante los cortes de calles, rutas y marchas que éstos eran buenos porque demostraban que la sociedad estaba viva. Y, si mal no recuerdo, hizo alguna referencia a que prefería los cortes de los piqueteros a lo que ocurría durante el Proceso.

Sin embargo, pareciera ser que para este Gobierno es bueno que la sociedad esté viva siempre y cuando eso no lo salpique políticamente, porque días atrás uno de los Fernández se encargó de remarcar que Juan Carlos Blumberg tenía que hacerse responsable por lo que pudiera ocurrir durante su convocatoria a la Plaza de Mayo. Dicho en otras palabras, mediante una velada amenaza, Alberto Fernández trató de intimidar a los organizadores de la marcha insinuando que podía haber enfrentamientos y que ellos tenían que cargar con la responsabilidad. Obviamente que el Jefe de Gabinete no hizo la misma advertencia cuando Luis D’Elía anunció la contramarcha.

¿Qué dudas pueden quedar de que el funcionario del gobierno de Kirchner hizo la contramarcha con la total venia del presidente? ¿O alguien va a creerse que, luego de tantas muestras de intolerancia, un funcionario del gobierno de Kirchner puede hacer una contramarcha sin asumir costos si al presidente no le gusta? También cabe la posibilidad de que, finalmente, Kirchner le tenga miedo a D’Elía y piense que si le pone un límite o lo vapulea públicamente, como lo hizo con otros miembros de su gobierno, D’Elía movilice la gente en contra de él. Aunque a juzgar por la gente que pudo movilizar D’Elía, su capacidad de convocatoria parece estar en declinación.

Si el 25 de mayo pasado Kirchner pudo darse el gusto de hablar frente a una plaza “llena”, gracias a los choripanes, los micros y los pagos en efectivo per cápita, la conclusión que puede estar sacando es que esos mismos que logran las movilizaciones “espontáneas” para que el presidente sienta que convoca multitudes en cualquier momento pueden avivarse y decir: “si nosotros somos los que movilizamos a la gente, ¿para qué lo necesitamos al presidente?”. Es por eso que me queda la gran duda de si Kirchner lo mandó a D’Elía a hacer la contramarcha, si D’Elía se cortó solo y Kirchner vio la contramarcha con buenos ojos o, simplemente, arruga ante D’Elía porque no puede controlarlo y tiene miedo de que se le ponga en contra o, finalmente, lo necesita para su proyecto hegemónico que se basa en fuerzas de choque y le tolera sus actos de prepotencia.

No nos olvidemos de que Kirchner no sólo hizo la vista gorda cuando el líder piquetero tomó por la fuerza una comisaría sino que, encima, lo premió con un cargo público. Tampoco le dijo nada cuando invadió propiedad privada en Corrientes. De manera que las actitudes fuera de la ley de D’Elía son toleradas por el Gobierno por temor. Y si no son toleradas por temor, quiere decir que la violación de las leyes se adapta al paladar del Gobierno.

Y esto nos lleva al punto central, porque la marcha del jueves a la Plaza de Mayo tiene una diferencia cualitativa sustancial con la que hizo D’Elía el mismo día y la del 25 de mayo último. En la primera, la gente se movilizó por su propia cuenta como simples ciudadanos reclamando por algo elemental: seguridad. En las otras dos, tuvieron que recurrir a los micros, los aportes de gente que responde a los intendentes y demás mecanismos (jugando con la necesidad de los pobres) para “movilizarlos” a actos partidarios.

Pero no nos confundamos: la marcha que organizó Blumberg nada tiene que ver con derecha o izquierda. Es más, personalmente lo he escuchado a Blumberg defender la política económica del Gobierno, de manera que mal puede afirmarse que esa marcha fue organizada por el liberalismo, como afirmó D’Elía desde el obelisco y como si ser liberal fuera un pecado mortal. No nos olvidemos de que Blumberg es un empresario industrial que se ha beneficiado con el modelo de sustitución de importaciones impulsado por Eduardo Duhalde y continuado por Kirchner. De manera que yo no diría que esta marcha de Blumberg tiene detrás un proyecto de política económica liberal como sostiene el piquetero funcionario del Gobierno.

Volviendo a la aceptación del Gobierno a las reiteradas violaciones a la ley que comete su aliado D’Elía, me parece que esta actitud refleja toda una filosofía. Es decir, si D’Elía es premiado con un cargo público por violar la ley y luego, desde la función pública, vuelve a violarla sin que el Gobierno lo eche de su cargo, quiere decir que el uso de la violencia y de la fuerza bruta para imponer deseos forma parte de la estrategia oficial. En ese caso, lo que cabe esperar es que, ante la adversidad en el campo electoral, la violación de la normas sea el instrumento para sostenerse en el poder. O, incluso, el uso de la violencia para sostenerse en el poder mediante fraudes electorales puede llegar a ser justificada “moralmente” como la forma de luchar contra el “enemigo” en busca de la “liberación nacional”.

Si Kirchner consiguió los superpoderes y logró que le aprobaran una ley para gobernar mediante Decretos de Necesidad y Urgencia; si el presupuesto es una herramienta para cooptar (¿será sinónimo de comprar?) a gobernadores, diputados e intendentes; si el terror a ser vapuleado públicamente es el instrumento que se utiliza para disciplinar (¿será sinónimo de extorsionar?) a empresarios, ¿por qué causa el uso de la fuerza no puede llegar a ser utilizado en el futuro para mantenerse en el poder?

No nos engañemos: la democracia, que es un mecanismo pacífico para cambiar las autoridades de un país, ha sido utilizada para conseguir el monopolio de la fuerza que permite destruir la república, ese sistema que le pone límites a los gobiernos para que no se transformen en autoritarios. En los últimos días, ha quedado categóricamente demostrado que no sólo tenemos un serio problema de seguridad, sino que los derechos civiles y políticos están seriamente amenazados ante el creciente autoritarismo del Gobierno, que se respalda en las fuerzas de choque que encabeza el piquetero D’Elía.

Que el jueves pasado no ocurriera una desgracia dado el consentimiento de Kirchner para que D’Elía hiciera una contramarcha a pocas cuadras para amedrentar a los que deseaban concurrir pacíficamente a la Plaza de Mayo no quiere decir que, en el futuro, no tengamos que lamentar enfrentamientos civiles, puesto que el Gobierno ha demostrado estar dispuesto a todo con tal de no tolerar la más mínima crítica y disidencia, con el preocupante antecedente de haber consentido que sus funcionarios violaran abiertamente las leyes más elementales de la república.

En definitiva, una cosa es debatir sobre apertura o sustitución de importaciones, menor carga tributaria o más impuestos confiscatorios, un sistema educativo u otro, pero otra cosa muy distinta es discutir si los argentinos tendremos como organización política una democracia republicana o una dictadura basada en la fuerza bruta de los grupos de choque adictos al Gobierno.

Posdata: El día de la marcha, a las 16.45, mi secretaria estaba en un negocio, en pleno centro de Olivos, que fue asaltado por un hombre de unos 23 años armado con un 38. ¿Será que mi secretaria tiene una excesiva sensación térmica de inseguridad o tendrá tendencias fascistas de mano dura que no tolera un simple robo a mano armada? © www.economiaparatodos.com.ar

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