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jueves 24 de junio de 2004

La Corte Suprema norteamericana termina con un cerrojo

A pesar del acuerdo de libre comercio suscripto entre México y Estados Unidos, durante varios años los camioneros mexicanos no pudieron transitar las rutas norteamericanas. Ahora, la justicia puso las cosas en su lugar.

Cuando México suscribió el tratado conocido como NAFTA, esto es el acuerdo de libre comercio que tiene con los Estados Unidos y Canadá, supuso –correctamente– que el mismo terminaría con todas las discriminaciones en materia de transporte de los productos que exporta a sus socios del área de liberación comercial.

O sea que los camioneros mexicanos podrían transitar las rutas de sus vecinos ubicados más al norte, sin mayores problemas. En la zona fronteriza, desde 1995. En el resto del territorio norteamericano, a partir del 2000. Particularmente cuando transportaban mercadería de origen mexicano. No fue, sin embargo, así. Porque se abatió sobre ellos una frustrante pesadilla.

La realidad es que, por espacio de casi una década, no pudieron hacerlo. Nunca. Desde 1995, los transportistas norteamericanos y los sindicatos que agrupan a los camioneros, aunados, invocando razones ambientales, lograron obtener varias prohibiciones en sede judicial que frustraron –una y otra vez– la posibilidad del transporte mexicano. Particularmente en los tribunales de San Francisco, California.

A pesar de que un panel arbitral de la propia NAFTA decidiera, en el 2001, que con esta situación los Estados Unidos violaba sus compromisos contractuales, asumiendo las responsabilidades del caso. Nada menos que la libertad de circulación de uno de los principales servicios, el del transporte.

Ahora la Corte Suprema de los Estados Unidos ha puesto, como se esperaba, las cosas en su lugar. Y más vale tarde que nunca. Para ello determinó que la obligación de imponer severas pautas anticontaminantes a los camiones mexicanos no tiene sustento legal.

Ha llegado el turno, entonces, de la administración de George W. Bush, que deberá proceder a levantar las restricciones en vigor. Como prometiera expresamente que haría en el 2002. Y como debió siempre haber sido.

A ese efecto habrá, en más, seguramente, inspecciones ambientales. Pero razonables. Sin continuar con prohibiciones jacobinas que, en realidad, se arrastran desde 1982, aún antes de NAFTA. Las que fueron impulsadas por los poderosos “Teamsters”, o sea por el gremio de los camioneros norteamericanos. De la mano de sus patrones, claro está. Para beneficio de todos ellos.

El volumen comercial que se mueve a través de la frontera es gigantesco. Esta es precisamente la belleza de la libertad comercial. Hablamos de productos mexicanos por un valor de unos 165.000 millones de dólares por año. Y de sus fletes, ciertamente.

Hasta ahora, los camioneros mexicanos, al cruzar la frontera, “alijaban” en camiones norteamericanos, que a partir de entonces transportaban la mercadería en cuestión.

Pronto, según cabe esperar pese a ser éste un año electoral en los Estados Unidos, podrán transportar en las rutas estadounidenses sin restricciones irrazonables. Como les fuera prometido, en la letra y el espíritu del acuerdo comercial. Lamentablemente, a veces los jueces se transforman en instrumentos de intereses particulares, que los usan. Sin darse cuenta, en algún caso. En otros, con pleno conocimiento de que lo que hacen, aun a costa de exceder largamente el rol que la democracia les asigna.

En todas partes se cuecen habas. Pero en algunas, al final llega el remedio. Y nunca es tarde cuando la dicha es buena. Para celebrar, por los mexicanos. Y porque se hace honor a la palabra empeñada. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio J. Cárdenas es ex Representante Permanente de la República Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).




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