La dictadura de la falsa moral
No es sostenible un principio moral que no tome como punto de partida la libertad del ser humano. Sin libertad no hay dignidad. Y la libertad tiene un solo límite: no dañar a los demás. Una unión o matrimonio de personas del mismo sexo ¿daña a los demás?
El término “dañar a los demás”, no permite alegar cualquier daño. Alguien no te puede decir que si te pones un sobrero huachafo lo estas dañando porque no le gusta verlo. Lo cierto es que no es un daño que permita limitar el derecho a vestirlo. El concepto de “huachafo” es relativo. Si a alguien le gusta, usarlo es el ejercicio de su libertad. Si no te gusta, mira para otro lado.
Ronald Coase decía que cuando se produce un daño, en realidad este puede ser atribuido, en abstracto, a las dos partes involucradas. Luego de un accidente de tránsito puedo describir el daño de dos maneras distintas, pero coincidentemente exactas. La primera: “el carro le rompió la pierna al peatón”. La segunda: “el peatón le rompió el faro al carro”. Ambas son ciertas. Si el carro no hubiera estado circulando, la pierna no estaría fracturada. Si el peatón no hubiera cruzado en ese momento, el faro estaría intacto.
Y es que en realidad el término “daño” busca identificar la acción ilegítima. Si el automovilista iba a exceso de velocidad, entonces su acción no puede ser considerada libre de intervención, porque su conducta no está respetando el derecho ajeno a no ser atropellado. Si alguien se agarra las manzanas de mi terreno su acto no puede ser considerado un ejercicio de su libertad porque esta dañando mi derecho de propiedad.
Por esta razón es legítimo limitar la libertad de alguien que dañó mi vida, mi integridad o mi propiedad. Pero no lo es limitar la libertad de alguien porque el ejercicio de su libertad simplemente no me gusta. Y se puede disfrazar el argumento de moral. Pero es una moral falsa, creada para limitar la libertad de otros. Es una moral inmoral, pues al negar la libertad ajena, niega la dignidad de la persona.
Y eso es lo que no entiende, ni nunca entenderá, el cardenal Juan Luis Cipriani. El daño que él cree que genera admitir la unión de parejas del mismo sexo (sea que la llamemos matrimonio o unión civil) parte de una falsa moral. Como en el ejemplo del accidente de tránsito, el cree que las parejas del mismo sexo están dañándolo. Pero en realidad el daño que el sufre se lo infringe él mismo. Y es que no practica una de las virtudes más importantes del ser humano: la tolerancia. El tolerante sabe que al respetar las decisiones de otros se está respetando a si mismo.
No pretendo que Cipriani comparta que las uniones entre personas del mismo sexo están bien. Está en su derecho a rechazarlas. Debemos, sin embargo, brindarle la tolerancia que él niega a otros. Si le prohibimos decir lo que piensa, le estaríamos causando un daño ilegítimo a su libertad. Pero, de la misma manera, él debe ser tolerante con los demás. De lo contrario estaríadañando la libertad ajena. Lamentablemente no lo entiende.
El problema no es lo que piensa, sino lo que hace. Pretende que la ley ampare su falsa moral. Quiere que esa falsa moral, ajena a la libertad en que debería basarse, sea Derecho obligatorio. Entonces es él el que daña. Nos quita opciones solo porque no le gusta que elijamos.
A la Ley le corresponde fomentar la tolerancia. La ley debe de decir que, si el ejercicio de la libertad de otros te molesta, como diría Calabresi, mires para otro lado.
Cuando la tolerancia no es la regla, y la falsa moral se coinvierte en norma, entonces el resultado es la dictadura. Porque la ley, en lugar de proteger la libertad, la destruye.
Curioso que se use el argumento de que se va contra el orden natural. Curioso que ello provenga de los labios de quien defiende el celibato de los religiosos, una de las cosas menos naturales que existen. Pero el celibato de Cipriani es una opción sexual libre, tan respetable y defendible como cualquier otra, así no nos parezca muy natural.
Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 21 de septiembre de 2013.
Fuente: www.elcato.org