En un excelente libro, de reciente aparición (Free World, Editorial Random House, Nueva York), el director del Centro de Estudios Europeos del St. Anthony College, en Oxford, Timothy Garton Ash, nos recuerda que tanto China como la India tienen capacidad de modificar el balance global de poder, desplazándolo del Atlántico al Pacífico. Cada una de esas naciones, cabe recordar, aloja en su propio interior una población mayor a la de los Estados Unidos y Europa, sumadas.
Diferencias esenciales
La India se diferencia de China en que si bien su crecimiento económico es algo más lento, en el plano de la política le lleva clara ventaja desde que su democracia está bien consolidada. Desmiente así, de alguna manera, la tesis del conocido economista indio Amartya Sen, quien sostiene que el desarrollo en libertad y la democracia son inseparables. Y que, por ende, sin un mínimo de desarrollo, la democracia es incapaz de arraigarse en las sociedades. En otras palabras, que cuanto más alto sea el ingreso per cápita de una sociedad, mayores son las chances de que allí se afinque efectivamente la democracia.
Salvo algunos estados árabes que hoy están “repletos” de ingresos petroleros, en general es cierto que por encima de los 6.500 dólares anuales per cápita los países tienden a vivir y permanecer en democracia. Y, asimismo, que por debajo de un ingreso nacional del orden de los 2.000 dólares anuales per cápita, las democracias generalmente no sobreviven.
La India posee, sin embargo, una democracia madura, que luce bien arraigada y puede estar orgullosa de ello. La influencia del largo pasado dentro del Imperio Británico tiene seguramente que ver con esta situación. Pero también es cierto que la propia cultura política india hace que esto siga siendo posible.
A su vez, económicamente China está, por cierto, significativamente más “abierta” y dinámica que la India. Políticamente, en cambio, China está todavía muy lejos de la India, desde que sus habitantes todavía no saben -para nada- lo que es la democracia y aún viven profundamente sumergidos en el autoritarismo más absoluto, sin seguridad en materia de Derechos Humanos y sin libertades civiles y políticas.
Marchas y contramarchas
La India parecía estar en camino de abrir su economía de la manera en que ya lo ha hecho China. No obstante, acaba de dar una notoria marcha atrás.
Como cabe recordar, el anterior gobierno indio -el del nacionalismo hindú, esto es el del partido “Bharatiya Janata”, autor central del milagro económico indio- estaba empeñado en un agresivo programa de privatizaciones. En el ejercicio fiscal 2003-2004 solamente vendió, por ello, empresas y activos estatales por un orden de los 3.500 millones de dólares.
El año pasado -sin embargo- ese dinámico partido fue sorpresivamente derrotado en las urnas por el tradicional Partido del Congreso (el de los Ghandi), aliado en coalición con el comunismo.
El nuevo gobierno que asumió no cree tanto en la economía de mercado, como su predecesor, y lo acaba de demostrar paralizando el programa de privatizaciones que estaba en marcha.
En particular, ha suspendido -por el momento, al menos- la venta de participaciones de control en trece empresas estatales que son consideradas como estratégicas e incluyen a los sectores del petróleo, la generación de energía eléctrica, los fertilizantes, el aluminio, el transporte, la construcción y algunos otros.
No se dará, ciertamente, “marcha atrás” en ninguna de las ventas de participaciones ya consumadas. Lo que es acertado, si de respetar compromisos asumidos y el Estado de Derecho se trata.
Los comunistas han obtenido del gobierno en cuya coalición participan varios compromisos que sugieren que la India no alcanzará rápidamente a su vecina China, al menos cuando de desarrollo económico se trata. Entre ellos, el de no flexibilizar el mercado de trabajo, no privatizar el sector de generación de energía eléctrica y no abrir a la inversión extranjera el sector minorista.
Queda claro, entonces, que las alas del buen Primer Ministro de la India, Manmohan Singh, están recortadas no solo por el socialismo que está dentro del propio Partido del Congreso, sino también por la necesidad de contar con el apoyo de los comunistas para así poder perdurar en el poder. Todo un tema.
Mientras tanto, en el sector de los servicios en el área de la tecnología, que en la India está abierto y en manos privadas, este país sigue liderando a nivel mundial, generando crecimiento y oportunidades para los jóvenes que en gran número se incorporan al mismo.
Hace solamente algunas décadas, Alemania pretendió seducir a unos 20.000 técnicos indios, formados en el impecable sistema educativo tecnológico de su país de origen, para que se radicaran en su territorio. No tuvo éxito y ellos terminaron -en cambio- en el Silicon Valley, en California. Hoy, llenos de alternativas y oportunidades domésticas, ellos permanecerían en su propia casa. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |