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jueves 27 de diciembre de 2007

La novela de Cristina

La política nacional parece un culebrón de media tarde, en el que buenos y malos se mezclan en una trama de intereses donde nadie es del todo inocente, con aventuras que se renuevan cada semana y problemas que se suceden unos a otros.

Desde la asunción misma de Cristina Fernández de Kirchner, cada día en la Argentina es un capítulo de telenovela, de ese modo estas notas semanales más que análisis políticos parecen convertirse en guiones televisivos. Siempre con final incierto y con intriga de momento. El argumento de todos modos es similar: buenos y malos en una trama de intereses donde nadie es del todo inocente. Las aventuras se renuevan semana a semana, y a dos de la asunción más obstáculos, difícilmente, haya imaginado que podía tener la Presidente. En Balcarce 50 cuentan las horas que faltan para que las 12 irreparables campanadas anuncien que algo cambia. En rigor, lo único que ha de cambiar: el calendario. La agenda política será la misma. El elenco va cumpliendo con su papel como si se tratara de un casting para ver quién pasa después a ocupar el protagónico con la dama.

A Hugo Moyano le tocó mostrar su guión en la primera semana y con él hizo lo propio el Ministro de Planificación que obra de manager del líder camionero. Mediando los segundos siete días, Gerardo Martínez al frente de la UOCRA subió a escena y demostró sus dotes típicos de sindicalista. Colapsó el tránsito por la ciudad en menos de dos horas. De alguna manera, quien fuera representante artístico del gremialista, el Jefe de Gabinete, emparejó la demostración de fuerza, pero un día después al ver al jefe supremo en una cena con Moyano, volvió a sumarse al camionero. Idas y vueltas en un gobierno caracterizado por las internas. Finalmente, definirán en Junio cuál de los dos actores gremiales se quedará con la torta de los trabajadores. No hay otra cuestión en juego ahora, las mejores condiciones laborales son la excusa para la ambición sin freno, mientras los dos funcionarios más prominentes del Ejecutivo siguen librando su batalla de siempre.

Lo cierto es que en el medio de toda la contienda, el ciudadano medio sufre los embates de una ciudad convertida en jungla. Un día antes de la protesta de los obreros de la construcción que jaquearon el tránsito en diferentes barrios porteños, los subtes pararon logrando el mismo efecto. Simultáneamente, el ministerio de desarrollo de la provincia de Buenos Aires era tomado por un grupo de piqueteros duros reclamando aguinaldo y cajas navideñas. Ese es el espíritu de la gran masa del pueblo conquistada por ese “gran argentino”, combatiendo al capital. Ahora quieren que lo repartan, no que lo combatan. Una cultura del trabajo poco propicia para los verdaderos cambios. Se afianza desde el vamos el aparato clientelista, esa es la causa por la cuál el partido justicialista necesita reconstruirse: administrar la pobreza no puede quedar en manos de cualquiera. Eso lo entendió Néstor Kirchner. Sin embargo, aún no pudo comenzar la tarea. Debió salir presuroso a auxiliar a su esposa que hace catarsis entrevistándose con Antonio Banderas, Serrat y Sabina. La realidad la supera. Comenzó el tiempo de las facturas. Nadas es gratuito en política y las lealtades son como ellos mismos la emplean: a conveniencia.

Al parecer el paso por el Congreso y el rol de Primera Dama no fue una buena escuela para ejercer la Presidencia. Como una publicidad que se deja ver en la televisión argentina, a veces no hace falta decir nada más… No lo entendió Cristina. Jactándose de su estilo frontal, que ya le jugara una mala pasada el mismo día de su asunción cuando incomodó sin necesidad a Tabaré Vázquez, salió a defenderse confirmando de esa manera que es cierto de dónde y para qué venía la plata en la valija incautada. Si hubiese salido a ofrecer ayuda para dilucidar el problema, la percepción hubiese sido otra pero esa afrenta directa a los Estados Unidos no deja margen para la duda. Los nervios traicionan, y un detector de mentiras como el que usara el periodista Chiche Gelblung en su programa televisivo hubiese estallado ante un argumento tan falaz como maniqueo. Es cierto que la Argentina es un país antiamericano por ignorancia o por moda más que a conciencia y estos embates no molestan pero alguna vez habría que sacar provecho de las enseñanzas de países que quizás no tengan gran protagonismo como el nuestro, convertido, según los voceros del oficialismo, de la noche a la mañana en una amenaza para los Estados Unidos. Basta observar qué le sucedió a Alan García en Perú. Cuando estaba poniéndose en juego su popularidad y gestión al frente del gobierno, la firma del tratado de libre comercio con el país del norte le generó una suba en su imagen positiva del 6%. Y es que no es contratando consultoras como la imagen de un mandatario se sustenta, la popularidad la mide la repercusión de lo que se hace o se deshace afectando en forma directa a la ciudadanía.

La mentira puede sostenerse a través de un buen manejo de la comunicación pero es menester recordar que los problemas no se agotan ni se resuelven por negarlos u ocultarlos con otros temas. Alguien tendrá que saldar las deudas y parece ser que le toca a Cristina ser ahora la cajera. La oratoria la maneja con innegable memoria, habrá que ver si la pericia alcanza para administrar la caja. Hasta ahora el “nuevo” gobierno hace mella y no hay trama paralela que atenúe el raiting que está logrando semana a semana la ex primera dama con su novela. La canasta navideña no figura en ninguna góndola y “la casa en orden” de las Felices Fiestas es un atolladero de autos y piqueteros, paros y amenazas que impiden hasta la llegada del famoso trineo con los renos.

Los gestos no alcanzan, sólo quedan en fotos para los medios: el cardenal Bergoglio, la entrega de sables a los cadetes militares, la inauguración de obras, la presidencia del MERCOSUR, los anuncios de planes energéticos… todo muy amable pero insuficiente para que el nudo del problema se desate sin consecuencias. Así y todo, hay que sacar de adentro un soplo de esperanza que nos permitan tener y desear, a pesar de todo, ¡Felices Fiestas! © www.economiaparatodos.com.ar

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