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jueves 10 de agosto de 2006

La oposición perpleja

Una de las fortalezas del kirchnerismo radica en que no encuentra quienes se le opongan y le ofrezcan batalla. En este sentido, la falta de esfuerzos coordinados entre las distintas figuras del arco político opositor es un grave error que todavía estamos a tiempo de subsanar.

No se vislumbra, por el momento, que las corrientes de oposición hayan encontrado la manera de diseñar un proyecto político apto para competir con el kirchnerismo en las elecciones presidenciales de 2007. La conducta de los dirigentes opositores se percibe dubitativa, irresoluta e incierta. Esta consideración no necesariamente representa una crítica. A veces, que alguien se dé a sí mismo tiempo para dudar, para evaluar alternativas, para considerar los distintos caminos posibles, es la condición necesaria para tomar finalmente una decisión acertada. Por supuesto, también puede suceder, simplemente, que la oposición no exhibe una posición clara porque no la tiene, porque no sabe hacia donde avanzar, porque está desorientada.

¿Es posible diseñar un proyecto apto para competir con el kirchnerismo? En caso de que eso sea posible, ¿cuál es el camino que conviene seguir? Es necesario admitir que se trata de preguntas muy difíciles de contestar. En principio, hay que reconocer que la gestación de un proyecto apto para competir con el oficialismo es muy complicada de llevar adelante porque el Gobierno se encuentra en una posición política muy sólida. Ese hecho es el primer factor que dificulta la resolución del problema, porque un adversario poderoso, al que se percibe como casi imbatible, genera desánimo. “¿Para qué luchar si, hagamos lo que hagamos, vamos a perder?” es el sentimiento de muchos.

Frente a este razonamiento, cabe esgrimir el argumento opuesto, es decir, que si partimos del supuesto de que “vamos a perder”, es seguro que no podemos ganar. Para obtener una victoria, lo primero que hace falta es tener confianza en que la victoria es posible… Este conjunto de perplejidades nos lleva a una primera conclusión: que el problema básico de la oposición es que no sabe dónde está situada en términos políticos. ¿Cómo le cabe posicionarse políticamente a las fuerzas opositoras? ¿A qué tiene sentido que aspiren? ¿Es realista plantearse como objetivo derrotar al Gobierno o es más sensato fijarse objetivos menos ambiciosos, pero más accesibles?

Estas preguntas son esenciales porque de las respuestas que se les dé dependen las estrategias a seguir. En principio, un objetivo razonable sería el de gestar un proyecto que, aun perdiendo, deje planteada la existencia de una alternativa opositora. La idea de una estrategia de este tipo sería la de ponerle límites al Gobierno. Por supuesto que, en la práctica, esto es difícil de ejecutar porque una de las prácticas habituales del Gobierno es socavar la base política de la oposición por medio de la cooptación de los dirigentes que la representan (casos Borocotó, gobernadores e intendentes radicales y otros similares). Éste es el tipo de maniobras que el Gobierno realiza para provocar desánimo y desconfianza en las propias filas de la oposición.

Frente a esto, lo que debe hacerse es perseverar. La gestión del kirchnerismo tiene innumerables flancos débiles y está en la naturaleza de los acontecimientos que, en su debido momento, el edificio kirchnerista comenzará a agrietarse. En la medida en que las debilidades del kirchnerismo se vayan poniendo en evidencia, los incentivos para prestar oídos a sus “cantos de sirena” irán decreciendo. Una forma de contribuir al debilitamiento del kirchnerismo es el ejercicio de una oposición perseverante.

Un punto importante del desarrollo de esta estrategia es que haya liderazgos nítidos, si es posible unificados, y que los referentes actúen en forma coordinada. En esto, en la organización de una fuerza cohesionada, es donde los dirigentes opositores están en deuda. No se percibe que figuras como Roberto Lavagna, Mauricio Macri, Ricardo López Murphy, entre otros, tengan, como adversarios del kirchnerismo, diferencias tan insalvables como para no poder ponerse de acuerdo y actuar coordinadamente. Una confluencia de dirigentes opositores tendría un efecto tonificador sobre ese sentimiento de desánimo que tanto dificulta la gestación de un proyecto opositor. Que la oposición actúe sin coordinación favorece al Gobierno. Parecería que los referentes de la oposición no perciben este hecho. Y si lo perciben, hasta el momento no han actuado en consecuencia.

Aquellos que no vemos en el kirchnerismo un camino promisorio para el futuro del país, no podemos dejar de imaginar que la aparición de una corriente de oposición que reivindique la vigencia de los valores republicanos, una reducción de la participación del Estado en la economía, una política consistente contra el delito y la eliminación del clientelismo como práctica generalizada, entre otros puntos importantes, es un hecho deseable. Para que esto se concrete, simplemente, hay que hacerlo. No hay factores objetivos que lo impidan. Naturalmente, esto requerirá, de los dirigentes que participen, una actitud amplia, abierta, con miras de largo alcance. Quizá esto sea lo que falte. Pero no es tan utópico gestar un proyecto político alternativo al kirchnerismo.

No nos engañemos: el kirchnerismo es un proyecto que demuestra fortaleza porque no tiene nada que se le oponga. Ni bien aparezca una alternativa política sólida, el kirchnerismo va a empezar a tambalear. Es posible gestar un proyecto alternativo al del Gobierno. Sólo hay que cumplir con los requisitos que la tarea demanda. Que no son sobrehumanos ni mucho menos. Son, sencillamente, los que las circunstancias del país demandan. Es cuestión de estar a la altura de esas circunstancias. © www.economiaparatodos.com.ar




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