La pregunta que le quita el sueño a Kicillof: ¿podrá aguantar el dólar a $8 durante todo el verano?
El Gobierno tiene éxito en transmitir una sensación de estabilidad cambiaria tras la devaluación de la semana pasada. El objetivo es mantener la paridad «ocho a uno» al menos hasta que lleguen los sojadólares. Pero los analistas afirman que hay amenazas que pueden hacer tambalear los planes
Algo opacada por todo el ruido sobre la apertura del cepo y el funcionamiento de la operatoria para comprar dólares, hay unanoticia que, en la intimidad del Gobierno, se festeja como una victoria.
Se trata del sostenimiento del dólar oficial en $8 y, sobre todo, del propio hecho de que la cotizáción que fija el Banco Central hayadejado de ser el centro del debate.
Con los u$s420 millones vendidos en las últimas cuatro ruedas financieras, la entidad que conduce Juan Carlos Fábrega da la impresión de haber logrado el objetivo decalmar al mercado y de cortar la expectativa de una nueva escalada devaluatoria en el corto plazo.
Tras el cimbronazo de la semana pasada, esta nueva calma es apreciada en su justa medida, porque parece ratificar el argumento que los funcionarios K vienen repitiendo como «nuevo mantra»: que el dólar en $8 alcanza los objetivos fijados por el modelo económico -Jorge Capitanich dixit-, que resulta «excelentísimo» para la industria -Débora Giorgi dixit– y que no hay motivo objetivo alguno para que se mueva de su sitio -Axel Kicillof dixit-.
En este escenario, el tema que falta para que el Gobierno considere que logró domar definitivamente la crisis cambiaria es que el blue corte su tendencia ascendente y empiece a acercarse al valor del «dólar ahorro».
Con un paralelo en $12,55 -una brecha de 56% respecto del oficial-, ese segundo objetivo todavíaestá lejos de cumplirse.
Y, mientras espera a que la operatoria bancaria termine de lubricarse para que los ansiosos ahorristas empiecen a llevarse billetes verdes, los funcionarios se desahogan culpando a «los especuladores» por la persistencia de la brecha.
¿Aguanta?
Detrás de todo el ajetreo de la city, la madre de todas las preguntas sigue siendo si, efectivamente, la devaluación que tuvo lugar la semana pasada fue «la última» y si la cotización de $8 es la correcta.
Para lo cual, claro, hay que avanzar en el debate sobre qué significa un «precio correcto» deldólar en la Argentina de hoy.
De momento, está claro que se genera un «efecto de alivio» para aquellos sectores exportadores que venían con mayores dificultades por el encarecimiento de sus costos, en términos de divisas. Es por ello que distintas cámaras sectoriales de las economías regionales se apuraron en festejar la nueva situación cambiaria.
Desde el punto de vista de la teoría, existe lo que los economistas denominan «tipo de cambio de equilibrio». Es el precio al que naturalmente tiende la moneda, y es el valor en el cual lacantidad de dólares que entra iguala a la que sale del país. En la jerga económica, esto se denomina «equilibrio en la balanza de pagos».
Pero claro que existen otros factores que también inciden, y tienen que ver con la confianza -sobre todo, con la falta de ella- y con las expectativas de la población sobre qué ocurrirá en la economía.
Es así que muchos analistas observan una ambivalencia: concuerdan con que un valor de $8 no está mal desde el punto de vista técnico, pero resulta difícil de sostener desde el punto de vista de las expectativas.
«Esta cifra establecida por el Banco Central no es un mal número, pero creo que es el piso, que el tipo de cambio debería estar entre $8,50 y $9 para que esté en equilibrio y brinde competitividad a la Argentina», indica Aldo Pignanelli, ex titular del Banco Central.
Pero otro economista que ocupó el mismo cargo, Martín Redrado, no se anima a afirmar que se haya llegado a un equilibrio con el nuevo escenario.
«No sabemos si $8 por dólar es competitivo, dependerá de la inflación futura», advierte Redrado.
Mientras que para Nicolás Dujovne, ex economista jefe del Banco Galicia, el movimiento de los últimos días hizo que el tipo de cambio real volviera al nivel que tenía a fines de 2010. Lo cual en principio es una buena noticia, pero no lo suficiente como para eliminar las expectativas dedepreciación adicional, dado que «el Central ha roto el contrato gradualista que regía entre el Gobierno y los tenedores de pesos desde 2003».
Mientras no haya señales políticas, afirma Dujovne, «los exportadores seguirán esperando para liquidar, los importadores continuarán presionando y las reservas continuarán cayendo».
La pelea por las expectativas
De manera que, más que si el nuevo tipo de cambio resuelve los problemas de competitividad, lapregunta que más ansiedad genera en el ámbito económico es si el nivel de $8 «aguanta».
Responder a este interrogante implica una opinión sobre cómo evolucionará el resto de las variables, empezando por la inflación y terminando por los salarios que están por negociarse en paritarias.
«Desde un análisis estrictamente matemático, un valor de $8 más un 20% que se le cobra al público es un precio razonable como para recuperar competitividad respecto de la región. Pero esto pierde fuerza y termina licuándose si los precios aumentan también en unporcentaje similar a la devaluación», advierte Francisco Gismondi, analista económico y ex ejecutivo del Banco Central.
Pero, sobre todo, marca un tema de percepción subjetiva de la población: «Si se cree que a $8 el dólar está barato porque va a volver a subir, los argentinos seguirán comprando divisas».
En esa misma línea, el economista Tomás Bulat marca el que, a su juicio, será el indicador de si el objetivo de fijar al dólar en $8 será un éxito o un fracaso: «Se trata de que a $ 8 mucha gente autorizada no compre dólares, pero sí que el exportador que tiene mercadería retenidacomience a venderla».
Y adelante su escepticismo al respecto: «Lo cierto es que pareciera que para una parte de la población que busca atesorar, el dólar a ocho pesos está barato, por lo que saldrán a comprarlo, y para los exportadores también está barato, por lo que van a esperar que valga más para vender».
Su conclusión es que la paridad de $8 «sale de la cabeza del Ministerio de Economía, pero no de la sociedad, que ya tiene en su propia cabeza un dólar, como mínimo, de 10 pesos».
Las reservas: un alto precio a pagar
En esa pulseada por convencer al mercado de que no hay motivos para desconfiar del «ocho a uno», el Gobierno debe echar mano a dos herramientas desagradables: la suba de las tasasde interés y la venta de reservas del Banco Central.
Con las tasas -que desde el pasado viernes están experimentando un sacudón que ya las llevó a un nivel de 25% anual, desde su anterior escalón de 15% en el que se ubicaban hace pocas semanas- se aspira a darle más atractivo a los plazos fijos en pesos, que vienen mostrando una peligrosa tendencia a la reducción.
«Las tasas de interés deben ir a la suba, en un nivel igual o superior a la devaluación, y tienen que estar interrelacionadas», opina Pignanelli.
En cuanto al sacrificio de las reservas, es el precio a pagar para calmar la ansiedad de los ahorristas que, ante la falta de alternativas, optan por comprarle billetes a los «cueveros» y así le ponen más presión al dólar blue.
Por estas horas se han escuchado diversos pronósticos respecto de cuánto le costará al Banco Central la nueva apertura del cepo.
Según Alfonso Prat-Gay, otro economista que pasó por la conducción de la autoridad monetaria, lapérdida adicional de reservas puede estimarse en al menos u$s500 millones por mes. Otros colegas han arriesgado números mayores.
En definitiva, cualquiera sea la cifra, resultará mucho para un Banco Central que ya antes de la flexibilización del ceppo venía bajando sus reservas a un ritmo de más de u$s100 millones por día.
Esto lleva a algunos analistas a poner la lupa en el tema de las reservas como el principal riesgopara que el Gobierno pueda cumplir sus planes.
Como Federico Muñoz, que en su último informe refuta las visiones complacientes que destacan el supuesto desahogo que da el actual nivel de reservas si se lo compara con los niveles críticos de otros momentos históricos.
Muñoz señala que, si se aplica la inflación internacional para que la comparación sea correcta, entonces las reservas de 2001 -antes del colapso de la convertibilidad- no eran u$s15.000 millones sino u$s20.000 millones.
Es decir, una cifra no tan lejana de la actual, que ya se encamina a u$s28.000 millones.
Pero hay más datos para preocuparse. Por ejemplo, la relación entre reservas y PBI se acerca rápidamente al mínimo de 2001 (6,3% actual versus 5,7% en el momento de la crisis de hace una década).
El único ítem en el cual la devaluación marcó una mejora fue, naturalmente, el que compara la cantidad de pesos con la cantidad de dólares. A fin de 2013, las reservas podían comprar sólo un55% de la base monetaria, mientras que ahora con un dólar a $8 pueden comprar un 62%.
De todas formas, Muñoz no vacila en advertir que la apertura del cepo puede resultar un «experimento temerario».
«La enorme demanda potencial de dólares que supone ese stock de pesos acorralados en los bancos arrasaría con las reservas si se levantaran todas las restricciones a la compra de divisas en el actual contexto de enorme incertidumbre», argumenta Muñoz.
Y, por si no fuera suficiente con todo lo anterior, recuerda que, si se descuentan los depósitos bancarios que se contabilizan como reservas pero no son propiedad del Banco Central, entonces el «poder de fuego» para defender el valor del peso llega apenas a u$s18.800 millones.
El riesgo de una victoria pírrica
En definitiva, el objetivo del Gobierno en el corto plazo es resistir. La trinchera a defender es eltipo de cambio estable en $8, y a pesar de que por ahora da la sensación de que está teniendo éxito, cabe la pregunta de si se tratará de una «victoria pírrica».
Al costo de una fuerte pérdida de reservas, una suba de tasas de interés que enfriará la economía y, posiblemente, con un traslado de aumentos al resto de los precios de la economía, el dólar a $8 se está transformando en una bandera onerosa para el kirchnerismo.
Algunos analistas plantean que esta batalla tiene sentido si el Gobierno logra un escenario estable hasta el ansiado momento en el que comience el ingreso fuerte de dólares provenientes de la exportación agrícola.
En términos de tiempos, esto significa que hay que mantener la cotización por al menos dos meses, un período que, en la Argentina de hoy, es largo plazo.
Por lo menos durante ese lapso, la apuesta es convencer al mercado de que no habrá más depreciación del peso.
A fin de cuentas, como dice el economista Enrique Szewach, «la única devaluación que sirve es la última».
«Para ser percibida como la última, tiene que ser consistente con la política fiscal y monetaria. Como no lo es, más allá de una eventual calma transitoria, lo más probable es que, en poco tiempo, haya nuevas ‘sorpresas’ y alguien nos explique las bondades de una nueva política cambiaria», señala.
Y en la misma línea, el economista Tomás Bulat recuerda que no se puede hacer una política de shock «tibia y con parches».
Y agrega: «Lo que trae incertidumbre no es qué valor va a tener el dólar en el futuro, sino qué valor va a tener la nafta, la harina, los salarios y los impuestos. Si otra vez se cree que clavando el dólar a $8 la economía se ordena, es que no entendimos que el dólar es el síntoma y no la enfermedad».
Al final, todas las polémicas terminan en el mismo punto. El tema central sigue siendo la inflación.
Fuente: www.iprofesional.com