Los impuestos desproporcionados atentan contra los fines mismos para los que fueron creados, desalientan las inversiones y atacan diferentes derechos y libertades también contemplados en la Constitución.
“No hay garantía de la Constitución, no hay uno solo de sus propósitos de progreso que no puedan ser atacados por la contribución.”
Juan Bautista Alberdi, Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853, Edición Escuela de Educación Económica, nota a pág. 239 Para Alberdi, los impuestos son el precio que hay que pagar para obtener el goce de los objetos establecidos en el Preámbulo de la Constitución: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad. Para estos objetos está el gobierno y los impuestos. Pero nos advierte: “la experiencia prueba que estos fines pueden ser atacados por la misma contribución establecida para servirlos”.
Según el pensamiento alberdiano, el exceso de impuestos ataca a la libertad de industria y comercio en la medida en que esas actividades dejan de ser viables debido a esos impuestos excesivos. Algo que nos resulta familiar sin duda.
También advierte que se ataca al derecho de propiedad al llevar la contribución más allá de los límites de la renta.
Se ataca a la seguridad porque la gente naturalmente se defiende y es perseguida por entonces por fraude.
Se ataca la igualdad “disminuyendo las entradas y goces del pobre”.
Por el contrario, “bajar la contribución es aumentar el Tesoro Nacional”. Señala que la baja del impuesto no produce un efecto de recaudación en el instante “de la misma forma que la siembra del trigo no produce al otro día que se siembra pero rara vez deja de producir al cabo de cierto tiempo”. Este efecto fue estudiado por el economista Arthur Laffer en la década del ’70, más de cien años después.
O sea que impuestos sí pero para hacer cualquier cosa no. Y en todo caso impuestos bajos de manera de asegurar la recaudación.
Es preciso adoptar criterios simples probados y exitosos en nuestras políticas públicas. Es preciso hurgar en nuestro pasado y volver a las fuentes de nuestro progreso teniendo en cuenta estas sabias palabras que fueron escuchadas e implementadas exitosamente en nuestro país entre 1853 y 1946 y que en cierta medida las llevamos en nuestra sangre ya que nuestros abuelos y bisabuelos vinieron a estas costas cuando los impuestos eran bajísimos. Dudamos que hubieran venido con el esquema impositivo de hoy. Dudamos que sus descendientes (lamentablemente nuestros hijos y nietos) quieran quedarse con este nivel de impuestos. © www.economiaparatodos.com.ar
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