En términos del grado de disfrute tolerado a los ciudadanos sobre sus propiedades –en especial la propiedad del fruto de su trabajo–, creo que quizá no sea abultada la diferencia entre lo que nos esperaba y nos espera después de que tantos españoles hayan decidido votar por José Luis Rodríguez Zapatero tras la matanza del 11-M y la ulterior manipulación y algarada político-mediática. Lo más notable de las opciones políticas democráticas con aspiraciones de poder no son sus diferencias sino sus coincidencias.
Ganó el PSOE, pero el programa del PP estaba plagado de apelaciones al gasto público y al intervencionismo populista. Se dirá que los socialistas son peores. Es posible y lo veremos pronto, pero sus iniciativas no eran muy distintas de las de la derecha. Ambos partidos presumen de liberales, pero sólo para ganar las elecciones.
Las restricciones del pasado dificultarán que los socialistas aumenten mucho los impuestos –consuelo magro, mas consuelo al fin–. Pero no los bajarán nunca apreciablemente, y está por ver que aborden problemas de fondo como los de la Seguridad Social. Rodríguez Zapatero se ha negado (ojo, igual que Aznar y el PP) a cualquier cosa que se aproxime a devolverles a los pensionistas el derecho a decidir sobre sus pensiones. Zapatero apuesta sin dudar por el sistema de la coacción, que asegura no afronta ninguna dificultad, lo que es dudoso. Y el impar Caldera se ufanó de que el PSOE presentara un “programa de fortísimo contenido social”.
Gaspar Llamazares ha perdido, pero guardaremos memoria de su hostilidad a la libertad de los trabajadores, y de sus perlas como la de obligar a los políticos a usar la sanidad y la educación pública. Y es que la gente, en cuanto puede, se equivoca y apuesta por lo privado. Otra perla: “la mujer sólo será más libre con más servicios sociales”. Y, claro, “votar a la derecha perjudica gravemente la libertad, la democracia y el diálogo”. Querían los de IU financiar con dinero público el aborto y la eutanasia –de momento, como están débiles, no han propuesto que sean obligatorios, pero todo se andará–.
Otra joyita, Alfonso Guerra, proclamó: “La derecha no ha entendido políticamente a Andalucía. No han entendido que la gente piensa que en su dignidad mandan ellos y no se les compra”. Los socialistas controlan y subsidian a granel desde la Junta: ¡eso sí que es entender “políticamente” a Andalucía!
Pero no perdamos las esperanzas. El profesor y líder de los rectores, Juan Vázquez, dice que por fin estamos dejando atrás el liberalismo. Cuando una entregada María Antonia Iglesias le manifiesta su preocupación porque los universitarios pudieron hace ocho años abuchear al gran Felipe González y votar a la derecha, don Juan da una respuesta científica: esos estudiantes no eran de izquierdas y por tanto “la Universidad había abandonado su papel de lugar de reflexión”. Señor, qué disparate.
Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Es autor de varios libros y columnista en los medios españoles.
Este artículo fue publicado originalmente en el diario español Expansión el 22 de marzo de 2004. Lo reproducimos con autorización de su autor. |