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EPT | March 29, 2024

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jueves 25 de marzo de 2004

“Yo, el lápiz”, de Leonard Read

En la edición del jueves pasado incluimos este artículo de Leonard Read en la sección Lectura Recomendadas. Como varias personas no pudieron encontrarlo en el sitio de la Fundación Atlas, aquí lo bajamos y lo reproducimos íntegramente, junto con una introducción de Milton Friedman. Pedimos disculpas por el inconveniente.


INTRODUCCIÓN
Por Milton Friedman

La encantadora historia de Leonard Read “Yo, El lápiz” se ha convertido merecidamente en un clásico. No se de ninguna otra pieza de literatura que, tan sucinta, persuasiva y efectivamente ilustre, tanto el significado de la mano invisible de Adam Smith -la posibilidad de cooperación sin coerción- como el énfasis de Friedrich Hayek respecto de la importancia del conocimiento disperso y el rol del sistema de precios en transmitir información que “hará que los individuos produzcan los bienes deseados sin tener alguien que les indique qué hacer”.

Hemos utilizado la historia de Leonard en nuestro programa de televisión \»Libertad para Elegir\» y en el libro del mismo título para ilustrar \»el poder del mercado\» (título del primer segmento del show de TV y del capitulo uno del libro).

Resumimos el relato y a continuación expresamos: Ninguna de las miles de personas involucradas en la producción del lápiz efectuaron su tarea porque deseaban un lápiz. Muchos de ellos nunca vieron uno y posiblemente ni supieran para sirve. Cada uno vio a su trabajo como una forma de obtener aquellos bienes y servicios que querían -bienes y servicios que produjimos con el propósito de obtener el lápiz que deseábamos. Cada vez que nos dirigimos a una tienda y adquirimos un lápiz, estamos intercambiando un poquito de nuestros servicios por la cantidad infinitesimal de servicios de cada uno de los miles que contribuyeron a producir el lápiz. Es aun más pasmoso que el lápiz fuera producido. Nadie sentado en una oficina central impartió ordenes a miles de individuos. Ninguna policía militar hizo cumplir aquellas ordenes que nunca se dieron. Estas personas viven en diferentes lugares, hablan distintas lenguas, practican diferentes religiones, pudiendo incluso odiarse mutuamente -aunque ninguna de estas diferencias les ha impedido cooperar para producir el lápiz . ¿Cómo pudo suceder? Adam Smith nos dio la respuesta doscientos años atrás.”

“Yo, el lápiz” es un típico producto de Leonard Read: imaginativo, simple pero sutil, respirando el amor a la libertad que imbuyó todo lo que Leonard escribió o hizo. Como en el resto de su obra, él no estaba tratando de decirle a la gente qué hacer o cómo comportarse. Estaba simplemente tratando de realzar la comprensión de sí mismos por parte de los individuos y del sistema en el que les toca vivir.

Ese era su credo básico y lo que el defendió consistentemente durante su largo periodo al servicio del público -no servicio público en el sentido de servicio gubernamental. Cualquiera fuere la presión, rehusó comprometer sus principios. Eso hizo que fuera tan efectivo en mantenerlos vivos desde un comienzo y en difundir la idea básica de que la libertad humana precisa de la propiedad privada, de la libre competencia y de un gobierno severamente limitado.


“YO, EL LÁPIZ”
Por Leonard E. Read

Yo soy un lápiz de grafito, el típico lápiz de madera tan conocido por todos los chicos, chicas y adultos que saben leer y escribir(*).

Escribir es al mismo tiempo mi vocación y mi distracción, eso es todo lo que hago.

Ustedes se preguntarán por qué debo confeccionar mi árbol genealógico. Bueno, para empezar mi historia es interesante. Y además, yo soy un misterio, mayor aún que el que puede representar un árbol, un atardecer o un relámpago. Lamentablemente, quienes me utilizan dan por sentado que soy un mero incidente, carente de todo pasado. Esta actitud me relega al nivel de algo meramente trivial. La humanidad cae así en una especie de penoso error, con el cual no podrá persistir mucho tiempo sin peligrar.

Yo, el lápiz, si bien en apariencia soy algo sencillo, merezco vuestro asombro y admiración, por las razones que más adelante probaré. En realidad, si ustedes logran entenderme -lo que realmente es mucho pedir de alguien-, si consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente la humanidad de a poco va perdiendo. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo trasnmitirla mejor que lo que un automóvil, un aeroplano o una lavadora de platos podrían hacerlo, en virtud de ser aparentemente algo muy simple.

¿Simple? Sin embargo, ni una sola persona sobre la tierra sabe cómo hacerme. Esto suena fantástico ¿no es cierto?. Especialmente cuando se toma conciencia que alrededor de cien a cien millones y medio de unidades como yo son producidas en los Estados Unidos cada año.

Tómenme y obsérvenme. ¿Qué es lo que ven? Sus ojos no encontrarán gran cosa -hay un poco de madera, barniz, la etiqueta, la mina de grafito, algo de metal y una goma de borrar.

Innumerables antecedentes

Así como para Uds. sería casi imposible trazar su árbol genealógico yendo muy hacia atrás en el tiempo, también lo es para mi citar y explicar todos mis antecedentes. De cualquier manera, desearía mencionar algunos de ellos a efectos de impresionarlos con la riqueza y complejidad de mi curriculum.

Mi árbol familiar comienza con lo que en los hechos es precisamente un árbol: un cedro de fibra recta que crece en el norte de California y Oregón. Contemplen ahora todos aquellos elementos que la tarea de cortar el árbol y transportar los troncos hasta la vía muerta del ferrocarril requiere: sierras, camiones, sogas y muchos otros pertrechos. Piensen en todas las personas y en las innumerables técnicas que intervinieron en su fabricación: en la extracción del mineral, la obtención del acero y su conversión en sierras, ejes, motores; el cultivo del cáñamo y su paso por todas las etapas hasta llegar a la soga pesada y resistente; los campamentos de los obreros con sus camas y comedores. Incalculables miles de personas han intervenido solamente en cada taza de café que beben los leñadores!

Los troncos son transportados hacia un aserradero en San Leandro, California. ¿Pueden ustedes imaginar a todos aquellos individuos que participan en la fabricación de los vagones, los rieles, los motores del ferrocarril y en la instalación de los sistemas de comunicación? Hay legiones de personas entre mis antecedentes.

Consideren las tareas que se llevan a cabo en el aserradero en San Leandro. Los troncos de cedro son cortados en pequeñas láminas de menos de un cuarto de pulgada cada una de grosor. Las mismas son secadas y entintadas por idénticas razones por las que las mujeres ponen rouge en sus rostros: la gente prefiere que Yo luzca hermoso y no de un blanco pálido. Las láminas de madera son enceradas y secadas en un horno nuevamente. ¿Cuántos conocimientos intervinieron en la fabricación de la tinta y de los hornos, en la generación de calor, en la luz y la energía, las poleas, los motores, y en todas las cosas que una fabrica requiere? ¿Incluimos a los que realizan la limpieza de la fabrica entre mis ancestros? Si, y también a quienes vertieron el concreto para edificar la represa hidroeléctrica con la cual la Compañía de Gas & Electricidad del Pacífico suministra de energía a la fábrica!

Tampoco pasen por alto a aquellos ancestros presentes y distantes que han participado del transporte de sesenta vagones de carga con planchuelas de madera a lo largo del país.

Una vez en la fábrica de lápices -u$s 4.000.000 en maquinarias y edificios, todo capital acumulado por frugales y ahorrativos parientes míos- se trazan ocho surcos mediante una compleja máquina sobre cada lámina, después de lo cual otra máquina coloca una punta en cada una, aplica pegamento y ubica otra lámina sobre ella, formando una especie de sandwich. Entonces, siete hermanos y Yo somos mecánicamente tallados.

Mi “punta” en sí misma es compleja. El grafito es extraído de Ceylan. Tengan presente a los mineros y a todos aquellos que produjeron sus diversas herramientas y a los que elaboraron las bolsas de papel en las cuales el grafito es transportado y a quienes fabricaron las cuerdas con las cuales se atan las bolsas y a aquellos que las cargaron en los barcos y a los que fabricaron esos barcos. Inclusive los encargados del faro que guía a las naves y los operarios del puerto, participaron de mi nacimiento.

El grafito es mezclado con arcilla proveniente de Mississippi en la cual hidróxido de amonio es utilizado en el proceso de refinado. Posteriormente, agentes humectantes son añadidos, tales como sebo sulfurado, que es grasa animal químicamente tratada con ácido sulfúrico. Luego de pasar por numerosas máquinas, la mezcla finalmente luce como salida de una picadora de carne, y pasan a ser cortadas a medida, secadas y horneadas por varias horas a un temperatura de 1.850 grados Fahrenheit. Para aumentar su resistencia y suavidad, las puntas son tratadas con una mezcla caliente que incluye cera proveniente de Mexico, parafina y grasas naturales hidrogenadas.

La madera de cedro recibe seis manos de esmalte ¿Tienen idea de cuáles son todos los ingredientes del esmalte? ¿Se le ocurriría a alguien pensar que las refinerías de aceite de castor forman parte de él? Pues, así es. Al mismo tiempo, el proceso a través del cual se logra que el esmalte tenga un atractivo color amarillo, involucra las habilidades de más personas que las que alguien podría llegar a enumerar!

Observen la etiqueta. Esa película se forma aplicándole calor a una combinación de carbón negro con resinas. ¿Cómo se producen las resinas y qué queremos decir con “carbón negro”?

Mi pequeña porción de metal, esta hecha de cobre. Piensen en todos aquellos que se dedican a la extracción del zinc y del cobre, y en quienes conocen las técnicas para producir finas y brillantes láminas con ambos elementos naturales. Los negros anillos que se observan en mi cuerpo son de níquel negro. ¿Qué es el níquel negro y cómo se lo aplica? A su vez, la historia completa de por qué el centro de mi cuerpo no posee níquel negro, demandaría páginas enteras para explicarla.

Luego llega el momento de mi \»coronación\», a la que poco elegantemente se la conoce en el mundo comercial como \»la arandela\», la parte que los individuos utilizan para borrar aquellos errores que cometen conmigo. Un ingrediente llamado \»factice\» es lo que constituye esa parte de mi ser. Es un producto de características similares al caucho, hecho con un aceite proveniente de las Antillas Holandesas, mezclado con cloruro sulfurado. La llamada \»goma\», contrariamente a la opinión popular, se utiliza solamente para pegar.

Existen también, numerosos agentes vulcanizadores y aceleradores. Por ejemplo, la piedra pómez proviene de Italia, y el pigmento que le otorga a la arandela su color es cadmio sulfurado.

Nadie lo sabe

¿Quiere alguien desafiar mi afirmación inicial de que ningún individuo sobre la tierra sabe cómo fabricarme?

En realidad, millones de seres humanos han participado de mi creación, cada uno de los cuales conoce sólo muy poco del resto. Podrán decir tal vez, que voy demasiado lejos al incluir entre ellos a quienes cosechan café en el Brasil y a quienes elaboran alimentos en cualquier otra parte del mundo, como participes de mi nacimiento. Pueden incluso llegar a sostener, que la misma es una posición muy extrema.

Pese a ello, debo mantener mi aserto anterior: No hay un sólo individuo entre todos esos millones de seres, incluyendo al presidente de la compañía de lápices, que contribuya a mi elaboración más que con una infinitesimal parte de conocimiento o know-how . La única diferencia que existe entre el minero que extrae el grafito en Ceylan y el leñador de Oregon está en el tipo de know-how que ambos poseen. Ni el minero ni el leñador pueden ser dejados de lado.

He aquí un hecho pasmoso: ni el minero que extrae el grafito; ni quienes conducen o fabrican los barcos o trenes o camiones; ni quien pone en funcionamiento la máquina que talla mis partes metálicas; realizan su tarea porque me quieren. Ellos me quieren tal vez aún menos de lo que puede llegar a hacerlo un alumno de primer grado.

En realidad, entre esta vasta multitud existe algo en común, que nada tiene que ver con la circunstancia de que alguna vez hayan visto un lápiz o aún de que sepan o no como utilizarlo.

Su motivación es algo que está más allá de mi propia existencia. Quizás sea algo como esto: cada uno de estos millones de individuos observa que pueden intercambiar su pequeña parte de conocimiento respecto de cómo se produce un lápiz, por aquellos bienes y servicios que necesitan o desean, pudiendo Yo encontrarme o no entre esos bienes.

Ninguna mente maestra

Existe aún un hecho más pasmoso: La ausencia de una mente maestra, de alguien dictando o dirigiendo por la fuerza todas estas incontables acciones que me permiten cobrar vida. Ni el más mínimo rastro de tal clase de persona puede encontrarse. En cambio, hallamos a la Mano Invisible trabajando. Este es el misterio al cual me refería al comienzo de mi relato.

Se ha sostenido que \»solamente Dios puede crear un árbol.\» ¿Por qué solemos coincidir con esto? ¿Será tal vez porque somos conscientes de que nosotros no podemos producirlo? ¿Podemos realmente describir cómo es un árbol? No, no podemos hacerlo, excepto de una forma muy superficial. Podemos decir, por ejemplo, que una determinada configuración molecular se manifiesta a si misma como un árbol. Nada más.

Yo, el lápiz, soy una compleja combinación de milagros: un árbol, zinc, cobre, grafito, etc.. Pero a todos estos milagros que se ponen de manifiesto en la Naturaleza se le ha añadido un milagro aún más extraordinario: la configuración de creativas energías humanas-millones de pequeños know-hows dando forma a una natural y espontánea respuesta a una necesidad y a un deseo humano y en ausencia de cualquier clase de mente maestra!. Partiendo de la base de que solamente Dios puede crear un árbol, Yo insisto en que solamente Dios puede hacerme. Los hombres no pueden dirigir estos millones de know-hows que me permiten nacer más de lo que son capaces de unir las moléculas que generan un árbol.

Lo expresado es lo que quise decir cuando escribí, \»Si consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente la humanidad de a poco va perdiendo.\» Si alguien es consciente de que estos know-hows se armonizarán natural y automáticamente dando forma a actividades creativas y productivas, en respuesta a las necesidades y demandas de los individuos, y en ausencia de toda mente maestra gubernamental y coercitiva, esa persona poseerá un ingrediente absolutamente esencial para la libertad: fe en la libertad individual. La libertad es imposible sin esa fe.

Una vez que el gobierno toma para sí el monopolio de alguna actividad creativa, como por ejemplo el servicio de correos, la mayoría de los individuos creerá que la correspondencia no podrá ser eficientemente despachada por particulares actuando libremente. He aquí el motivo: Cada uno admitirá que por sí mismo no puede conocer todas las facetas que involucra la entrega de correspondencia. Será consciente también de que ningún otro individuo sabe tampoco como hacerlo. Estas percepciones son en realidad correctas. Nadie posee suficiente know-how para desarrollar un servicio nacional de correos, del mismo modo que nadie posee los suficientes conocimientos como para poder fabricar un lápiz. Ahora bien, ante la falta de fe en la libertad individual, ante el desconocimiento de que millones de pequeños know-hows natural y milagrosamente confluirán para satisfacer una necesidad del mercado, la opinión pública arribará a la errónea conclusión de que el correo únicamente puede ser repartido por un \»mente maestra\» gubernamental.

Si Yo, el lápiz, fuera el único item que pudiera ofrecer testimonio acerca de lo que los hombres y mujeres pueden llegar a alcanzar cuando se les permite comerciar libremente, entonces quienes tienen poca fé tendrían un justo motivo. Sin embargo, observamos que el despacho de correspondencia es algo relativamente simple si se lo compara, por ejemplo, con la fabricación de un automóvil o de una calculadora o con decenas de miles de otras cosas. ¿Despachar? En esta área donde los individuos han sido dejados en libertad, ellos trasladan la voz humana alrededor del mundo en menos de un segundo; hacen llegar un evento visualmente y con movimiento hasta el hogar de cualquier persona al mismo tiempo en que está ocurriendo; despachan 150 pasajeros desde Seattle hasta Baltimore en menos de cuatro horas; acarrean gas desde Texas hasta New York a tarifas increíblemente bajas y sin ninguna clase de subsidios; transportan cuatro libras de petróleo desde el Golfo Pérsico hasta la Costa Occidental -media vuelta al mundo- por menos dinero que el que cobra el gobierno por despachar una carta simple hasta la vereda de enfrente!

La lección que tengo para transmitir es esta: Déjese a las energías creativas fluir libremente. Simplemente organícese a la sociedad para actuar en armonía con esta lección. Procúrese que la organización jurídica remueva todos los obstáculos lo más que pueda. Permítase que los conocimientos surjan libremente. Téngase fe en que los hombres y mujeres libres responderán a la Mano Invisible. Esa fe será ampliamente confirmada. Yo, el lápiz, aparentemente tan simple, ofrendo el milagro de mi creación como testimonio de que esa fe resultará muy práctica, tan práctica como lo son el sol, la lluvia, un cedro, la buena tierra.


REFLEXIONES FINALES
Por Donald J. Boudreaux

Existen dos clases de pensamiento: el simplista y el sutil.

Los pensadores simplistas, no logran comprender cómo ordenes complejas y socialmente útiles, puedan tener otro origen que no sea una concienzuda planificación realizada por una mente decidida. Los pensadores sutiles, por el contrario, entienden que las acciones individuales ocurren a menudo, dentro de parámetros que alientan a las personas a coordinar sus acciones unas con las otras, de manera independiente a cualquier plan general. F.A. Hayek denominó a tal coordinación, no planeada pero armoniosa, “orden espontáneo”.

Lo que caracteriza a una mente sutil, no es solamente su habilidad para sostener la existencia de ordenes espontáneas, sino también la de comprender que todo intento consciente por mejorar o emular estas ordenes, esta condenado al fracaso. ¿Por qué? pregunta el pensador simplista. \»¿Cómo puede el azar emitir una orden compleja, mejor de lo que una mente consciente puede concebir e implementar? En respuesta a este interrogante, un pensador sutil destaca que las ordenes espontáneas no provienen de la casualidad, sino que los continuos ajustes realizados por cada individuo dentro de ordenes espontáneas, siguen una lógica muy estricta -la lógica de la mutua conveniencia. A ello se debe que ningún planificador central puede conocer todos los detalles que hacen a la situación particular de cada persona, ningún planificador central sabe cuál es la mejor manera de acomodar cada una de las acciones de cada uno de los individuos con aquellas correspondientes a multitudes de otros individuos.

En el siglo dieciocho, un puñado de académicos – entre los que se destacaban David Hume y Adam Smith – desarrollaron una sutil comprensión de como los derechos de propiedad privada incentivan a los productores y consumidores a actuar de manera mutuamente beneficiosa. Las fuerzas del orden espontáneo fueron de este modo descubiertas, y con este hallazgo comenzó a desarrollarse la economía moderna.

Durante los dos siglos posteriores, la ciencia económica obtuvo grandes éxitos procurarnos entendimiento, ya no solamente respecto de la industria y del comercio, sino de la sociedad en sí misma. La moderna economía – es decir aquella que explora el surgimiento de ordenes espontáneas – resulta una medicina contra la idea simplista que sostiene que la consciente dirección del estado puede prevalecer por encima de un esquema compuesto de concesiones reciprocas, que las personas efectúan dentro de un sistema que proteja los derechos de propiedad privada.

Pero entender la moderna economía, precisa de cierto esfuerzo – de la misma manera que lo requiere el librarse de una mente simplista. No sorprende entonces, que aquellos economistas que más contribuyeron a difundir la comprensión de esta disciplina, fueran claros y vívidos escritores, hábiles utilizando analogías y referencias a situaciones cotidianas, a fin de aceitar la transición de las mentes desde un pensamiento superficial hacia sutiles y arraigados conceptos. Los mejores escritores económicos, hacen exclamar a quienes alguna vez fueron pensadores simplistas \»Aha! Ahora comprendo!. Hábilmente guiada, una mente simplista se tornará sutil.

Por su extremadamente diáfano poder para desplegar, en tan solo unas pocas páginas, el hecho prodigioso de que los mercados libres coordinan exitosamente las acciones de, literalmente millones de personas alrededor del mundo, dentro de un todo productivo, nada que se haya escrito en materia económica se compara con el celebrado ensayo de Leonard Read “Yo, el lápiz”.

Su fuerza deriva de la descripción que Read efectúa de tan prosaico artículo y de la innegable, contundente y espectacular conclusión a la que arriba: el producir un simple lápiz, involucra el conocimiento de incontables individuos.

Ningún advenedizo a la economía que lea \»Yo, El lápiz\» caerá en la idea simplista acerca de la superioridad de la planificación centralizada o de una regulación profunda. Si pudiera escoger un ensayo o libro que todos en el mundo debería leer, sin vacilar elegiría \»Yo, El Lápiz\». Entre estos lectores, las simplistas nociones acerca de la economía, serán transformadas de manera permanente en un nuevo y vastamente más sutil – y correcto – entendimiento.



(*) Mi denominación oficial es “Mongol 482”. Varios de mis componentes son ensamblados, fabricados y terminados por Eberhard Faber Pencil Company.


El Profesor Friedman, premio Nobel de economía en 1976, es Investigador Senior en la Hoover Institution de Stanford California.
Leonard E. Read (1898-1983) fundó la Foundation for The Economic Education en 1948, desempeñándose como su presidente hasta su fallecimiento. \»Yo, el Lápiz\», su ensayo más famoso, fue publicado por vez primera en la edición de diciembre de 1958 de The Freeman. Pese a que algunos pocos detalles de fabricación y nombres de lugares han variado durante los pasados cuarenta años, los principios no han cambiado.
Donald J. Boudreaux fue presidente de The Foundation for Economic Education (FEE).




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)

jueves 18 de marzo de 2004

“Yo, el lápiz”, de Leonard Read

Esta lectura no es nueva. Se trata de un viejo artículo publicado por Leonard Read, fundador de la Foundation for Economic Education y su presidente entre 1946 y 1983. Sin embargo, releerlo puede ayudar a comprender en qué consiste esa mano invisible de la que habló Adam Smith. (más…)