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lunes 25 de agosto de 2008

Los controles de precios benefician a los más ricos

La política progresista del gobierno nacional consiguió que la escasa inversión actual se enfoque en la producción de bienes y servicios para los consumidores de altos ingresos, un sector muy reducido de la sociedad argentina.

En su obsesión por perseguir las ganancias de las empresas, el funcionario Guillermo Moreno, instruido por el matrimonio presidencial, se la pasa investigando cuáles son las utilidades de cada sector y empresa en particular. Parece ser que ahora es el turno de los bancos, pero lo cierto es que prácticamente no hay sector de la economía que no sufra o haya sufrido el control de utilidades que ejerce el secretario de Comercio Interior.

¿Por qué tanto empeño en meterse con las utilidades? Porque no entienden la función de las utilidades. No comprenden para qué sirven. Y no lo entienden porque parten del errado supuesto de que si alguien gana “mucho” es porque otro “pierde”. Para ellos, la economía es un juego de suma cero, cuando desde hace rato que la literatura económica ha demostrado que, cuando se lleva a cambo un intercambio, ambas partes ganan. Y ganan porque detrás de todo intercambio hay algo que se llama teoría del valor, y que el valor es algo subjetivo. Las cosas no tienen valor por sí mismas, sino porque la gente se los asigna. Pero, además, el valor de las cosas es diferente para distintas personas en circunstancias diferentes. Para Moreno, ¿tendrá el mismo valor un vaso de agua en el desierto que un vaso de agua en la ciudad?

Lo cierto es que cada uno de nosotros tenemos una restricción presupuestaria e infinidad de necesidades a satisfacer. De acuerdo al valor que cada uno de los consumidores le asigne a sus necesidades irá destinando sus ingresos. Pero, además, una vez que logró satisfacer alguna de sus necesidades otras pasan a tener más relevancia. De manera que la realidad indica que hay millones de consumidores, con diferentes necesidades y valoraciones distintas, que a su vez van cambiando con el tiempo. Este simple dato demuestra que no hay mente ni computadora en el mundo que pueda procesar toda la información necesaria para asignar en forma burocrática los recursos productivos. Por eso fracasó el socialismo y el muro de Berlín se derrumbó sobre las ruinas de la economía centralizada.

La función del empresario es descubrir cuáles son las necesidades más urgentes de la sociedad que no están satisfechas y, de esta manera, asignar los recursos productivos en producir los bienes y servicios que la gente demanda. ¿Cuál es el indicador que utiliza el empresario para descubrir una demanda insatisfecha? Las ganancias que puede obtener por producir un determinado bien o servicio. Cuando la rentabilidad de un sector es alta es porque la demanda supera a la oferta y está reclamando más oferta de ese bien. Si el Estado, en vez de entorpecer el funcionamiento del mercado, deja que los factores de producción sean asignados libremente, sin barreras a la competencia, quienes tienen ganancias superiores al resto de los sectores de la economía descubrirán que nuevos competidores ingresan al mercado, invierten, contratan mano de obra, aumenta la oferta del bien o servicio en cuestión, el precio baja y la renta extraordinaria tiende a igualarse a la del resto de los sectores productivos de la economía. La rentabilidad se reduce en base a más oferta de bienes y no en base a órdenes emanadas del burócrata de turno.

Cuando me refiero a la ganancia, no estoy hablando de la que surge de subsidios, proteccionismo, restricciones a la competencia y demás prebendas que puede obtener un empresario en una economía intervenida por el Estado. Me refiero a las ganancias que surgen del riesgo empresarial. Primero invierto para ganar el mercado y no le pido al Estado que me de el mercado cautivo para invertir unas pocas monedas.

Aclarado el punto, la función de las utilidades es, justamente, orientar a los empresarios hacia dónde tienen que dirigir sus recursos. Si el Estado comienza a apropiarse de esas utilidades o a prohibirlas, lo que consigue es destruir la brújula que orienta la asignación de los recursos productivos. Sin esa brújula, se paraliza la inversión, se crean menos puestos de trabajo y, normalmente, los recursos se destinan a sectores en los que el Estado no le interesa meterse, sectores que suelen ser aquellos que producen bienes y servicios para los segmentos de ingresos más altos. Dicho en otras palabras, lo que está consiguiendo Moreno de la mano del kirchnerismo es asignar ineficientemente los escasos recursos que se vuelcan a la inversión. Es decir, las intervenciones de Moreno no sólo espantan las inversiones, sino que, además, las escasas que se llevan a cabo se orientan a productos que no demanda los sectores de ingresos medios y bajos.

La política progresista del gobierno ha conseguido que aquellos que arriesgan algunos dólares de inversión en Argentina los destinen, por ejemplo, a construir edificios en Palermo Hollywood con sauna, gimnasio, cocheras de cortesía, lavandería y demás exquisiteces, en ves de asignarlos a hacer una vaquita (hoy llamado pool) para dedicarse a la actividad ganadera o a la producción de lácteos. Moreno consiguió el efecto justamente inverso al deseado. En vez de lograr que aumente la producción de los bienes mencionados, consiguió que disminuyera la oferta, perjudicando a los sectores de menores ingresos, que tiene que conformarse con productos de menor calidad, si los consiguen, y a precios más altos. Mientras tanto las torres con departamentos de alta gama se levantan en la ciudad como riéndose de las primitivas medidas intervencionistas del gobierno. Lo que logró el gobierno fue distorsionar de tal manera los precios relativos que los escasos recursos se destinan a producir para un sector muy reducido de la sociedad con altos ingresos. Moreno y los Kirchner han trabajado para perjudicar a los más pobres y beneficiar a los más ricos.

El mejor ejemplo es el mismo matrimonio presidencial que, de acuerdo a la información periodística, invierte sus ahorros en zonas turísticas del país a las cuales jamás va a ir una familia del conurbano bonaerense. Invierten en inmuebles en zonas turísticas dónde sólo los que tienen ingresos más altos y los extranjeros pueden pagar. Invierten para satisfacer la demanda de los ricos. No de los pobres.

Mientras el gobierno no entienda la función de las ganancias, Argentina seguirá teniendo una muy baja tasa de inversión. Y la escasa que se consiga no estará dirigida, justamente, a satisfacer las necesidades de los sectores menos favorecidos. Los inversores seguirán, en materia de inversiones, los pasos del matrimonio. © www.economiaparatodos.com.ar

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