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lunes 5 de agosto de 2013

Los límites a la libertad

Los límites a la libertad

Siempre ha sido y parece que siempre será –posiblemente- fuente de debate cuáles han de ser los concretos y correctos límites a la libertad

La cuestión adquiere relevancia por supuesto, entre aquellos que son partidarios de la libertad y no entre sus enemigos. Sin embargo, aun entre quienes dicen hallarse a favor de la libertad e incluso del liberalismo, es frecuente observar cierta confusión que, inadvertidamente, los lleva a ponerse del lado de los enemigos de las libertades, es decir, de los enemigos del liberalismo. Analicemos a continuación algunos de tales desconciertos o malos entendidos sobre el liberalismo.

«En su Tratado de Derecho político general, Faustino J. Legón estudia el liberalismo: significaciones, factores incidentes, matices, crisis, persistencia de la idea liberal, neo-liberalismo y él obsesivo estatismo. Manifiesta: «Debida, parece, a madama de Staél, la palabra liberalismo tuvo muy amplia difusión, pero sin conservar estricta unicidad de significado. Liberalismo y democracia son términos que no resultan antitéticos, aunque tampoco se confunden ni en la práctica coinciden sus más o menos legítimas aplicaciones, pues caben una política liberal no democrática y una política democrática no liberal. La excesiva plasticidad de esos vocablos en el uso a que se vieron sometidos obliga a ceñirlos a una precavida labor de esclarecimiento. En términos generales, liberalismo y política liberal significan la decidida inclinación por el valor libertad en los trámites de la convivencia, en los planteos sociales, en la conducta reconocida o impuesta al poder político.»

Dependiendo de lo que se llame «democracia» puede decirse que, en términos generales, esta caracterización es más o menos correcta, y resulta compartida por un número no menor de significativos autores. Sin embargo, el mismo Dr. Legón dice seguidamente:

«Con todo, la peculiar intensificación y algunos aspectos de la libertad, de sus bases intelectuales o filosóficas o de sus aplicaciones concretas en la maraña de los negocios humanos, han configurado perceptible variante en el complejo concepto del liberalismo y en el no menos complicado aspecto de sus resultados efectivos. Una imprudente o excesiva aplicación de normas destinadas a dejar en libre maniobra las actividades individuales inescrupulosas, lejos de garantizar la libertad concreta de muchos individuos, los somete a presiones agravantes y a una vida de sujeción intolerable.»[1]

Por lo visto, el autor en examen, se inclina por aquella corriente que afirma que las libertades individuales son «otorgadas» por normas o leyes, y no son propias ni originarias de la naturaleza humana. Esta postura suele recibir el nombre de positivísimo jurídico, y es lamentablemente, muy común de observar en personas con formación jurídica. Por supuesto que, si se cree que las libertades individuales emanan de una norma del Congreso, ello se presta a arbitrariedades de todo tipo, y sólo en este caso se correrán los peligros de los cuales advierte Legón. Pierde de vista este jurista que sólo la ley puede conferir «Una imprudente o excesiva aplicación de normas destinadas a dejar en libre maniobra las actividades individuales inescrupulosas», además de no percibir lo que los grandes liberales han enseñado sobre el liberalismo, que lejos está de prohijar un resultado como el que describe Legón. Y continúa así:

«Esa índole de advertencias, además, se conecta con otras aprensiones nacidas de la observación de procesos históricos-sociales sumamente ilustrativos: se ha imputado al liberalismo ingenuo el peligro de llevar al Estado a una posición negligente y sin energía, de convertirlo en una caparazón de instituciones huecas sin más alcance que mantener una paz externa, engañosa, ficticia.»[2]

Más allá de que Legón no prueba sus dichos, tal como ha señalado Ludwig von Mises (entre otros) el liberalismo ha tenido escasa aplicación en el mundo, y nunca donde allí se lo hiciera lo fue en el 100 % de sus postulados.

«De manera penetrante señaló Satayana en sus páginas acerca de La ironía del liberalismo el trasfondo suicida de la incondicionada conducta liberal: el liberalismo simplemente ha dejado libre el campo en el cual toda alma y todo interés de empresa pueden luchar contra los demás por el dominio. Cualquiera sea el vencedor en esta lucha, puede poner fin al liberalismo…».[3]

Este error de comparar el liberalismo como si fuera «la ley de la selva» es desafortunadamente harto frecuente. Como ha explicado el Premio Nobel de Economía Friedrich A. von Hayek y muchos otros, el liberalismo es fundamentalmente un orden, el orden del mercado, o en las propias palabras de Hayek un orden espontáneo. Son muchos los que no comprenden la naturaleza humana, la que casi instintivamente rehúye y abomina del caos. También se ha explicado que, la libertad conlleva como necesaria contracara la responsabilidad de nuestros actos, y que si no somos libres no podemos ser responsables de los mismos.

Se ve que tampoco ha entendido dicho autor que, quien limita las libertades de otros se atribuye dichas libertades a sí mismo. Llevado esto al terreno político-económico, cuando el estado-nación -a través del gobierno- condiciona al liberalismo, quien «ha dejado libre el campo en el cual toda alma y todointerés de empresa pueden luchar contra los demás por el dominio» es precisamente ese mismo estado-nación quien, como históricamente se ha comprobado, ha abusado donde ha podido contra las libertades individuales. Prueba de ello son las leyes proteccionistas, de controles de precios y salarios, las leyes fiscales creadoras de tributos exorbitantes y –finalmente- confiscatorios, leyes laborales que generan desempleo, etc. Todo lo cual, suprime cualquier vestigio de «incondicionada conducta liberal» para reemplazarla por otra «incondicionada conducta estatal».

Concordamos, no obstante, con la acotación formulada por el Dr. Casas cuando expresa: «En un sentido filosófico, liberalismo puede significar el reconocimiento amplio de la autonomía, del individuo y de la persona, otorgándoles valor espiritual supremo, sin reservas de ninguna índole.» [4] Este nos parece un enfoque cercano a la autentica concepción liberal.

[1] Absalón Casas «Liberalismo» en Enciclopedia Jurídica OMEBA. TOMO 18 letra L Grupo 07, pág. 14 a 24

[2] Casas, A. Óp. Cit. Ídem anterior.

[3] Casas, A. Óp. Cit. Ídem anterior.

[4] Casas, A. Óp. Cit. Ídem anterior.

 

Fuente: Acción Humana