Cuando buena parte de América Latina parece estar, desde hace un buen rato, virando ostensiblemente hacia la extrema izquierda del espectro político, Costa Rica, en cambio, ha decidido mantener firme su rumbo tradicional: el moderado y de centro. El que privilegia la libertad en la que cree.
Así ocurrió en las recientes elecciones, en las que se impuso Oscar Arias, un hombre que había dejado completamente -por espacio de quince años- el complicado escenario de la política.
Pese a que la excelencia de su desempeño le había permitido, en su momento, acceder a la lista corta de ciudadanos latinoamericanos a quienes, por sus méritos, se les ha conferido el Premio Nobel de la Paz. Arias lo logró por su importante labor en pro de la pacificación de América Central, en la década de los 80, cuando parecía que la región toda iba camino a una serie de dictaduras marxistas, que, no obstante, pudo evitar.
Para volver a la presidencia de su país -que ya había desempeñado entre 1986 y 1990-, Arias (a la cabeza de su Partido de Liberación Nacional –PLN- que, desde los 90, fue girando hacia el centro) tuvo que vencer, casi simultáneamente, a tres difíciles obstáculos.
Primero, a su oponente directo, el popular economista dirigista, de pensamiento de centroizquierda, Otton Solis, que sorpresivamente hizo una elección mucho mejor de que lo que se pronosticaba. En efecto, las encuestas, hasta el final de la campaña electoral, mostraban a Arias imponiéndose por un margen amplio, del 10%, que terminó siendo de apenas un escaso 1%.
Segundo, a la imagen de corrupción que destruyó -en mil pedazos- al partido del presidente saliente, Abel Pacheco. Me refiero al tradicional PUSC (o sea el Partido de la Unidad Social Cristiana), que ha sido sacudido fuertemente, en sus mismos cimientos, por los reiterados escándalos de distintos tipos que terminaron con dos ex presidentes costarricenses en prisión, por corrupción. Lo que es absolutamente inédito en ese simpático y eficiente país.
Tercero, a la pronunciada apatía de buena parte de la gente que, ante la frustración nacional generada por los referidos escándalos, optó por alejarse (entre desinteresada y desilusionada) del mundo de la política. A punto tal que el porcentaje de abstenciones fue -esta vez- uno de los más altos de la historia política del país de América Central: 35%.
Arias tiene una tarea verdaderamente ímproba por delante. La de impulsar a su país (con una Legislatura que no domina) a ratificar el Tratado de Libre Comercio entre América Central y la República Dominicana y los Estados Unidos (CAFTA), que todos sus firmantes (salvo Costa Rica y los Estados Unidos) han ratificado ya. La izquierda de su país (como Evo Morales) se opone tenazmente a ello, al grito de “jamás”. Los sindicatos también.
Además, Arias impulsa la apertura y privatización de los sectores de la energía, las telecomunicaciones y los seguros, donde los intereses locales le harán previsiblemente el camino bien difícil. Con manifestaciones ruidosas y protestas de distinto tono.
Pero Arias sabe que no se arredra frente a las dificultades y tiene claro que no hace mucho logró triunfos importantes, en los que pocos creían. Sin ellos, distintos rincones de Centroamérica pudieron, seguramente, haberse llenado de marxismo y de la frustración que esa ideología generalmente genera en los pueblos. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |