Papel higiénico e industrialización por sustitución de importaciones (ISI)
En un país normal existen básicamente dos respuestas frente a la falta de productos de consumo final. La primera, que permite afrontar la escasez con resultados inmediatos, es abrir su importación con el fin de satisfacer el exceso de demanda que pueda haber en un momento determinado. La segunda, que durante largas décadas tuvo una fuerte presencia en la mayor parte de América Latina y hasta fue enarbolada como todo un programa de desarrollo, es producir en el país lo que hasta entonces se importaba.
Esta solución conocida como industrialización por sustitución de importaciones (ISI) se concentraba en los años posteriores a la finalización de laSegunda Guerra Mundial en la producción de bienes de consumo final. Cuanta menos tecnología se incorpore, como ocurre con el papel higiénico, más fácil es producir determinados bienes.
En Venezuela el papel higiénico escasea de forma manifiesta y pese a haberse convertido en un tema político de importancia ni se han abierto de par en par las fronteras para importarlo ni se han adoptado los estímulos necesarios para que emprendedores privados comiencen su producción. Si bien en mayo pasado el gobierno aprobó la importación de 50 millones de rollos para solventar la crisis , las serias dificultades que constriñen al comercio exterior impidieron una rápida normalización de su abastecimiento.
En contra de la premisa inicial, Venezuela no es un país normal, al menos en este sentido. Debido a una serie de políticas económicas erróneas el mercado ha sido laminado y no existe ningún sistema racional de fijación de precios, más allá de los decretos gubernamentales. En aras de construir el llamado socialismo del siglo XXI en Venezuela se han cometido verdaderas tropelías económicas, comenzando por las frecuentes nacionalizaciones de sectores no estratégicos de la economía.
La última medida del gobierno del presidente Nicolás Maduro para paliar los efectos de la falta de papel higiénico ha sido la ocupación militar de la fábrica de Manufactura de Papel (Manpa) en el centro del país. Teóricamente la maniobra tiene un carácter “temporal” y según la Superintendencia de Costos y Precios Justos su objetivo básico es “garantizar el abastecimiento normal de los rubros de primera necesidad para el pueblo”.
Un tweet del vicepresidente Jorge Arreaza, uno de cuyos mayores méritos políticos es estar casado con una hija de Hugo Chávez, ha provocado mayor confusión. Según Arreaza la medida se tomó “para verificar el proceso de producción, comercialización y distribución de papel higiénico”. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia (vigésima edición, 1984) el verbo verificar tiene tres acepciones: 1) Probar que una cosa que se dudaba es verdadera; 2) Comprobar o examinar la verdad de una cosa y 3) Realizar, efectuar.
Vayamos por partes. En el caso de aplicarse la primera acepción el gobierno trataría de comprobar que efectivamente en la planta de Manpa se produce papel higiénico y no otra cosa, y no se estaría burlando la confianza del consumidor. Con la segunda acepción presente uno podría pensar en una auditoría en toda regla del proceso de producción, distribución y comercialización (por este orden) del papel higiénico, desde que la pasta de celulosa llega a la fábrica hasta que el consumidor final tiene los rollos en sus manos.
La tercera es la más problemática, aunque es la que más condice con la filosofía rectora del gobierno venezolano en los últimos 14 años: el intervencionismo estatal. En este caso, el más probable de los tres, el operativo militar tendría el propósito de ocupar la fábrica, bien para que la producción sea controlada por el gobierno o bien para aprender los arcanos secretos de la producción de papel higiénico. De este modo, una nueva “Misión” bolivariana impulsaría la construcción de diversas factorías de papel higiénico en los distintos estados venezolanos para garantizar un abastecimiento normal y fluido.
La actual coyuntura no deja mucho margen para la sorpresa, dado el lamentable estado del sector manufacturero privado, por no hablar de las nacionalizaciones. A esto se agrega que Venezuela es el único importador neto de materias primas agrícolas en América Latina. En 2012 sus exportaciones agrícolas y de alimentos apenas sumaron u$a36,64 millones gracias al ron, cacao, frutas tropicales y camarones. Esta situación se complica aún más según reconoció el ministro de Agricultura Yván Gil, ya que el país importa el 50% de los alimentos que consume, una cantidad que fuentes privadas aumentan al 70 – 80% del total. El año pasado la factura por importación de alimentos ascendió a u$a8.120 millones, un 58% más que en 2011, según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas).
Siguiendo la misma receta aplicada durante muchos años por Hugo Chávez, el gobierno venezolano busca resolver problemas políticos (y económicos) con una metodología y tácticas militares. Por eso se define a lo que está pasando como una “guerra económica” desatada por la oposición para acabar con el gobierno legítimo. Pero la formación militar de Maduro, a diferencia de su mentor político, es muy deficiente. De seguir por este camino no sólo es bastante probable que pierdan la batalla contra el desabastecimiento sino también la guerra por mantener vivo el proyecto bolivariano e incluso la figura misma de Hugo Chávez.
Fuente: www.infolatam.com