Cada vez que el Gobierno avanza en alguna medida para reestatizar la economía y veo la indiferencia de la gente, o incluso la aprobación de esa marcha atrás, comienzo a revivir los años en que las empresas estatales nos hacían la vida imposible. Puedo llegar a entender a los jóvenes con menos de 30 años que no vivieron en carne propia el estatismo argentino, a los que no puedo comprender es a los que, habiendo vivido esos largos años, hoy apoyan la reestatización de la economía.
¿Cómo se vivía cotidianamente en un país con empresas estatales? ¿En qué nos afectaba en términos prácticos ese sistema que hoy el Gobierno quiere volver a implementar?
Recuerdo que en 1982 tuve una fuerte infección en el sistema digestivo. Era tarde, a la noche, y yo estaba con una fiebre altísima. Como ENTEL no colocaba teléfonos porque era todo un lujo tenerlos y no teníamos una línea telefónica en casa, mi mujer tuvo que salir a la calle a buscar un teléfono público. La mayoría de ellos no funcionaban, así que tuvo que caminar varias cuadras hasta encontrar uno que funcionara para llamar al médico.
En 1987 pude comprar mi primer departamento. La restricción presupuestaria hizo que tuviera que optar por uno sin teléfono porque los que lo tenían costaban 3.000 dólares más. Recuerdo que buscábamos departamento en los avisos clasificados y aquellas propiedades con teléfono destacaban el hecho de tenerlo. Más tarde, el nefasto plan Megatel de Alfonsín, que consistía en una especie de ahorro previo para que ENTEL le colocara el teléfono a alguien, hizo que los avisos clasificados indicaran que esa propiedad estaba inscripta en el plan Megatel.
Claro que aquellos que tenían teléfono tampoco vivían en el mejor de los mundos. Tener una línea telefónica no significaba que siempre funcionara y, si no funcionaba, lograr que un técnico de ENTEL viniera a repararla era todo un logro. Obviamente, las mafias funcionaban a pleno en esos años, porque los mismos tipos que tenían que reparar las líneas cobraban para hacerlo y no faltaba el vivo que desconectaba la línea para que lo llamaran y, aplicando las reglas de un mercado negro, cobrara fortunas por arreglarlo.
¿Cómo era irse de vacaciones a la costa atlántica? Había que levantarse muy temprano porque el viaje era muy largo. En primer lugar, no existía la autopista Buenos Aires-La Plata, que hoy en 20 minutos nos permite estar en la Ruta 2. Para llegar a la ruta había que ir por la Avenida Calchaquí. Un largo recorrido con semáforos, camiones y calles rotas. Luego, una vez en la 2, que era una ruta con una mano de ida y otra de vuelta, había que ir muy despacio porque no se podían pasar los camiones que circulaban despacio. Fue impresionante la cantidad de muertos por choques frontales que hubo en esa ruta. Hoy, un viaje desde la Capital Federal a Mar del Plata o Pinamar puede insumir unas 4 horas. En la era del estatismo llevaba 6 u 8 horas: ir a Mar del Plata, Pinamar o Cariló insumía una jornada laboral, con alto riesgo de muerte. Hoy, la gente va y viene los fines de semana a descansar, gracias a la rapidez y seguridad que existen. A los comerciantes que abren sus negocios los fines de semana de invierno en Pinamar o Cariló gracias al miniturismo que se creó, les pregunto: ¿les gustaría volver a la época en que trabajaban sólo dos meses al año?
Todas las jóvenes parejas que hoy viven en los barrios cerrados de Pilar lograron salir de un departamento de tres ambiente e ir a una casa con jardín gracias a que la Panamericana fue reconstruida. El ramal Pilar estaba literalmente destrozado. Una pareja joven que hoy vive en algún barrio cerrado de Pilar tendría que estar encerrada con sus pequeños hijos en un departamento de 3 ambientes si entrara en el túnel del tiempo y viviera la época del estatismo, por la sencilla razón de que nadie hubiera invertido en desarrollar barrios cerrados con el acceso de la época del estatismo.
Recuerdo el año 1989, con un calor infernal y los cortes de luz porque el sistema eléctrico estatal había colapsado. Al caminar por el microcentro porteño se veían infinidad de grupos electrógenos en la calle, abasteciendo de energía a bancos y empresas para que pudieran funcionar, mientras los funcionarios de Ricardo Alfonsín le recomendaban a la gente que subiera por el ascensor y bajara por la escalera y a las amas de casa que plancharan a las 4 de la mañana. Es más, como no había energía eléctrica, en los edificios no funcionaban las bombas que hacían subir el agua a los tanque de agua, de manera que la gente, en el medio del calor agobiante, no sólo no podía prender un ventilador, tampoco tenía agua.
El agua potable era, al final del gobierno de Alfonsín, agua del río con litros de cloro porque la empresa estatal no había hecho los mantenimientos necesarios como para abastecer adecuadamente de agua y cloacas a la población. Los caños que transportaban el agua ya no existían: había túneles con caños despedazados por donde pasaba el agua.
YPF, con sus 45.000 empleados, era una fuente de corrupción impresionante y era la única empresa petrolera en el mundo que perdía plata. Copada por mafias sindicales y políticas, utilizaban a la empresa como caja para su propio beneficio. Y siendo la Argentina un país con recursos petroleros, en la década del 70 se estableció una veda automotriz. Los autos con patente par circulaban unos días de la semana y los de patente impar otros días. Todo porque YPF no abastecía de petróleo porque las mafias citadas usaban la caja para ellos.
El gas se venteaba en el sur porque la empresa estatal correspondiente no hacía las inversiones para procesarlo, mientras la gente en las ciudades debía esperar un buen rato para hacer una tostada porque no había suficiente gas.
Podría seguir con los ejemplos de lo que se padecía a diario bajo el estatismo, pero ahora quiero ir a un punto que no es menor. Hoy, haciendo gala de una demagogia populista, el Gobierno dice defender a la gente al no renegociar las tarifas de los servicios públicos. Dice el Gobierno que defiende el bolsillo de la gente y propone reestatizar las empresas privatizadas si no aceptan las reglas de juego. A los desmemoriados les recuerdo y a los más jóvenes les cuento que en los años de las empresas estatales las tarifas se usaban políticamente. Es decir, deliberadamente no se aumentaban. Pero la pérdida que surgía de tener tarifas políticas había que financiarlas de alguna manera. ¿Cómo se financiaba la pérdida? Con dos mecanismos. El primero, no haciendo las inversiones necesarias para mantener la estructura existente, por eso colapsaron el sistema eléctrico, el servicio de agua potable y las rutas. El segundo, con el Banco Central emitiendo moneda para que el Tesoro cubriera las pérdidas operativas de esas empresas. Esa emisión monetaria generaba inflación y licuaba el salario real de la gente. El resultado era que lo que la gente no pagaba en las facturas de luz, agua o teléfono, lo pagaba vía el impuesto inflacionario. Es decir, la gente pagaba un precio altísimo por esos servicios vía impuestos e inflación, pero encima no tenía un servicio de calidad. No hay nada más caro que pagar por algo que no funciona.
Quienes no perdimos la memoria y vivimos esos años de estatismo, podemos decirle a los más jóvenes que no se dejen llevar por los cantos de sirena de los progres setentistas que recurren permanentemente a enfrentamientos absurdos. Quienes vivimos esos años podemos afirmarles que volver a ese sistema es volver al infierno. Pero una advertencia más a los más jóvenes. No siempre el que dice defender sus intereses es sincero. Muchas veces vende ese argumento porque sabe que manejar empresas estatales da lugar a una infinidad de buenos negocios personales. Y, por supuesto, más de un pseudo empresario estará festejando los nuevos aires estatistas porque sabe que podrá hacer grandes negociados vendiéndole a las empresas públicas basura a precios siderales. Así hicieron fortunas muchos pseudo empresarios, dirigentes sindicales y políticos.
A los que no vivieron esos años sólo puedo decirles que no ensayen volver al pasado porque lo que van a vivir no les va a gustar nada.
A los desmemoriados les advierto: si estas líneas no los hacen recapacitar, dentro de un tiempo no vengan a quejarse de los malos servicios y de la corrupción reinante, porque ustedes estarán apoyando a las mafias para que les roben descaradamente. Dentro de un tiempo, si avanzan los aires estatistas, no vengan a argumentar que no sabían lo que podía ocurrir.
Para terminar, quiero aclarar que esta nota no responde a ningún lobby de las empresas privatizadas. Sólo pretende ser un grito de alarma de alguien que no quiere volver al infierno estatista que tuve que padecer durante años. © www.economiaparatodos.com.ar |