La Caja de Pandora está hoy abierta. Gracias a los insistentes reclamos de los autodenominados ambientalistas de Gualeguaychú, Entre Ríos. Los muchos hombres y mujeres que –motu propio y con el mate bajo el brazo- se arrogaron para sí el “derecho” a cortar -impunemente- todos y cada uno de los puentes internacionales que unen a la Argentina con el Uruguay. Los mismos que ahora miran para otro lado, tan pronto alguno se anima a sugerir que debieran ser “responsables” de sus actos. Esto es, de los multimillonarios daños que causaron en ambas márgenes del río con los cortes salvajes e intimidatorios de los puentes y rutas internacionales.
Por ahora, no les pasó nada. Como suele suceder entre nosotros. Veremos en más si, con el tiempo, esto efectivamente queda, o no, así. Pese a que nuestra Constitución Nacional dice, expresamente, que el pueblo no delibera, ni gobierna, sino a través de sus representantes. Pero esto, en un país que ha sido puesto visiblemente fuera de control, es apenas un detalle. Uno más. Y así nos va con nuestra República, sometida y a los pies de unos pocos.
Otra guerra, esta vez, la del Paraguay
Detrás de nuestros ambientalistas llegan, batiendo su ruidoso parche, los amigos paraguayos. Y no sin razón.
Según el influyente diario ABC, de Asunción, la actitud argentina respecto de las papeleras del Río Uruguay “se puede calificar de hipócrita porque por un lado pretende evitar que Uruguay instale una papelera sobre el río que comparten, bajo pretexto de que la misma contaminará el curso hídrico. Pero este argumento carece de seriedad, considerando que las papeleras que tienen [los argentinos] sobre el Río Paraná están contaminando con sus efluentes dicho curso hídrico, afectando la fauna ictícola en aguas compartidas con Paraguay”. Clarito. A lo que agrega: “Ninguna acción interna está aplicando la Argentina para frenar estos daños de recursos hídricos de la Cuenca del Plata, pero se opone a la instalación de dos papeleras en la localidad uruguaya de Fray Bentos”. “Las papeleras –continúa- que se pretenden instalar en Uruguay prometen introducir tecnología que logre una producción más limpia, sin daño ambiental, con sistemas de tratamiento de sus efluentes líquidos y de sus emisiones gaseosas. Evidentemente serán mejores que las papeleras argentinas de la provincia de Misiones, que sin un tipo de tratamiento tiran sus desechos contaminantes al Río Paraná.”
Y es presumiblemente así.
Oídos sordos
Paraguay ha presentado sus quejas por escrito, hace ya tres semanas. Y nadie las ha respondido oficialmente. Como si no existieran.
El ministro del Ambiente de Paraguay, el ingeniero Alfredo Molinas, ha sugerido que -en claro y perfecto espejo con los reclamos de los ambientalistas de Gualeguaychú- la Argentina cierre, de inmediato, todas las plantas que operan sobre el Paraná hasta que se compruebe (con técnicos internacionales independientes) si ellas contaminan o no. O hasta que construyan un sistema adecuado para tratar sus efluentes. A la manera de los muchachos de Gualeguaychú. No importa el costo. Total, lo pagan otros. Aquí nadie es responsable, de nada.
Otra posible Cancha Rayada
Y hay, además, algunos que agregan que Uruguay, o quizás algunos uruguayos, por las suyas y a la manera de nuestro gobernador Busti, deberían de iniciar sin demoras una violenta catarata de acciones penales en jurisdicción uruguaya contra los centenares de directores, gerentes, apoderados y síndicos, entre otros, de todas las empresas argentinas que operan sobre la costa del contaminado Río de la Plata.
En este caso, es obvio, no por el fabuloso “invento” entrerriano de la presunta tentativa de contaminación (porque lo técnicamente correcto es que sin residuos, no hay, ni puede haber, contaminación, ni mucho menos aún, tentativa), sino por haber ya contaminado. Con abundancia. Esto es, por haber ya delinquido, quizás.
Centenares, si no miles, de argentinos deberían -si esto efectivamente ocurriera- tener que desfilar ante los jueces uruguayos para defender lo indefendible, o sea el daño ya consumado. Y para repararlo integralmente, como debiera ser.
Los jueces orientales, dicho sea de paso, tienen fama, bien ganada, de ser independientes y eficaces. Algunos de los nuestros, quizás no tanto. Como Claudio Bonadío, que decidió no investigar a Galeano porque sí, nomás. Curioso “espíritu de cuerpo”. Y ahora asistimos a la verdadera afrenta de ver cómo se lo salva de la defenestración que corresponde, quizás porque resulta útil al poder de turno. Aunque su llamativa inacción contribuyó, en buena medida, a que la “conexión iraní” continúe impune.
¡Qué horrible, pero posible, pesadilla la de pensar que, de pronto, miles de denuncias reales contra los argentinos se acumulan en los juzgados penales orientales! Como hubieran posiblemente hecho nuestros belicosos de apellido Fernández. O como efectivamente hizo ya Busti.
Me dejo de “elaborar”. No sea que la “patriada” de Gualeguaychú nos salga como tiro por la culata… Como si hubiera sido solo una suerte de -costosísima- patoteada. © www.economiaparatodos.com.ar |