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jueves 30 de abril de 2009

Política impositiva expoliadora

Suman 83 los gravámenes vigentes que se aplican acumulativamente sobre el bolsillo de las personas físicas. Esta multiplicación fiscal se hace cotidianamente en etapas sucesivas en el marco de un sistema perverso.

En los tiempos que corren, los argentinos debemos dilucidar una cuestión vital. ¿Somos indiferentes a las consecuencias sociales y económicas de las pésimas políticas del gobierno? O, en cambio, ¿pecamos de ignorancia y no alcanzamos a comprender que ellas son la causa de nuestra decadencia? Ambas son cuestiones distintas.

Ser indiferentes es el paso previo a resignarnos a vivir en la miseria, renunciando a una vida mejor, como si fuera lo mismo una cosa que otra. Indiferencia y resignación son el fruto amargo de la abulia, que es la ausencia patológica de una voluntad firme para ponernos de pie y comenzar a progresar.

Por otra parte, permanecer en la ignorancia es la antesala de un empeoramiento en nuestra condición de vida, sin entender por qué nos estamos hundiendo en la mugre moral y en la degradación material. De la ignorancia no surge la resignación sino el resentimiento, que sirve para acusar a otros de los problemas y dificultades creados por nosotros mismos.

Lo peor de todo es la sumatoria de la indiferencia más la ignorancia. En tal caso, caemos en la desesperanza que es el rechazo a toda posibilidad de rescate y redención. Y así estamos.

Sistema impositivo perverso

Donde mejor se aprecia esta dicotomía es en el campo de la fiscalidad. Contados con los dedos de la mano son aquellas personas –expertas o profanas– que alcanzan a comprender y preocuparse por el conjunto de impuestos, tasas y contribuciones que componen el sistema impositivo argentino.

Suman 83 los gravámenes vigentes que se aplican acumulativamente sobre el bolsillo de las personas físicas. Esta multiplicación fiscal se hace cotidianamente en etapas sucesivas.

Cuando uno de nosotros gana dinero honestamente por tareas realizadas, queda sometido a uno o varios impuestos que en conjunto se quedan con el 22% de los ingresos monetarios.

Ese dinero puede ahorrarse o gastarse. Si se gasta en el consumo diario o en comprar bienes durables, volvemos a pagar distintos impuestos a diferentes jurisdicciones, que nos arrebatan el 28,5% del ingreso original.

Seguidamente y en oportunidad de usar los bienes adquiridos, el fisco en su conjunto nos sigue cargando impuestos que suman el 14,3% del ingreso que ya había tributado.

Finalmente, cuando conservamos el patrimonio familiar, nos terminan cobrando nuevos impuestos que totalizan el 1% de los ingresos.

En total: 65,8% del ingreso monetario.

El conjunto de cargas fiscales constituye un sistema impositivo perverso, que se ha ido construyendo siguiendo las cínicas recomendaciones de los ideólogos en materia fiscal, entre ellos Richard Musgrave (1910-2007): “Para eludir el argumento de la doble imposición, los gobiernos debieran adoptar la teoría de la hacienda múltiple con impuestos en distintas fuentes, buscando diferentes manifestaciones de riqueza, en diversas jurisdicciones, con el fin de gravarlas sin levantar resistencia, para lo cual cada tributo no debiera superar el límite técnico jurídico de la confiscatoriedad”.

Fiscalidad exacerbada

En medio de este dilema, el gobierno de Cristina y Néstor aprovecha tanto la indiferencia como la ignorancia de los ciudadanos y desarrolla una incansable fiscalidad confiscatoria sin límites.

Abundantes son las manifestaciones de la acción expoliadora. Veamos algunas.

1º. La brutal apropiación de la inmensa cartera de fondos privados -alrededor de u$s 30.000 millones- efectuada el año pasado mediante la expropiación del sistema de jubilaciones privadas. Ahora sirve al gobierno para gastar e imponer directores políticos partidarios en el seno de empresas que habían sido financiadas con tales fondos.

2º. Al proceso de apropiación del capital privado, siguen añadiendo varios proyectos extravagantes. Uno de ellos, inspirado por la neo ministra de la producción. Consiste en la aplicación de impuestos internos, con una alícuota de entre el 20% y el 30%, a un conjunto de imprescindibles bienes de tecnología informática como la telefonía celular; las notebooks; los equipos de computación, audio y video; radares; micrófonos; calentadores; sistemas de refrigeración y aire acondicionado.

3º. Otro proyecto oficial se abalanza sobre el ingreso de quienes trabajan por cuenta propia, pequeños comerciantes y pequeños industriales, con la reformulación de las escalas y el sideral aumento del monotributo multiplicando sus alícuotas entre 2 y 7 veces las actuales, lo que implicaría como mínimo un impuestazo del 85,6 %.

4º. Una muestra más de la acción expoliadora kirchnerista se encuentra en el proyecto presentado por el inefable abogado del gremio de camioneros, consistente en la creación de un súper impuesto a las rentas extraordinarias para constituir un pseudo Fondo Empresario Anticrisis, gravando las utilidades que superen el 20%. Este tributo, no tendría en cuenta que esas ganancias son ficticias ya que resultan de balances que tienen prohibido el ajuste por efectos de la inflación y al mismo tiempo, porque los datos de la inflación real están siendo conscientemente falsificados. Nadie, ni la justicia misma, pueden saber hoy en día cómo se calculan cifras tan esenciales para tomar decisiones adecuadas.

Ansias desmedidas de quedarse con todo

El arma principal con que cuenta actualmente el gobierno de Cristina en su afán confiscatorio es de índole impositiva. En sus discursos el matrimonio presidencial dice que mediante el mecanismo fiscal aspiran a redistribuir la riqueza de los argentinos. En realidad lo que pretenden es quedarse con la totalidad de la renta generada en el país, aumentando sin límites la recaudación del Estado. Han confundido el Estado con el Gobierno y el Gobierno con sus intereses familiares. Lo único que parece importarles es apropiarse de la mayor parte posible del ingreso generado en fuente privada.

Ahora bien, todas las empresas que producen bienes y prestan servicios útiles no son estatales sino de índole privada.

Estos incorregibles adoradores del Estado adjudican las ganancias de las empresas a una codiciosa actitud de los empresarios de quienes sospechan que están poseídos –como ellos- por una enfermiza ansias de poder.

La pareja presidencial ignora absolutamente cómo funciona el mundo empresario y por eso piensan que los hombres de empresa no restringirán sus actividades a pesar de que les aumenten los impuestos y les saquen la totalidad de lo que Cristina llama la renta extraordinaria.

En realidad, están impidiendo que las empresas puedan acumular el excedente. Que es aquella parte de la riqueza que necesariamente deben utilizar para mantenerse en funcionamiento, reinvertir y crecer.

Es cierto que los impuestos son necesarios, pero hasta un cierto límite.

Sin embargo, cuando se convierten en expoliadores pierden los límites y el conjunto de impuestos desvirtúa el sistema impositivo, se demoniza y disfraza lo que en realidad es una expropiación implícita, destruyendo la institución fundamental de la vida económica que es la empresa privada creadora de valores.

Es absolutamente imposible mantener el crecimiento de la economía cuando el Gobierno se apropia de la renta excedente, lo cual sólo sirve para abrir las puertas de un sistema que desnaturaliza la propiedad privada y termina arrojando al pueblo a la decadencia bolivariana del peor cuño.

La repercusión de los impuestos abusivos sobre el proceso de creación y acumulación del capital es fatal. Porque esos ingresos extraordinarios son los que se hubiesen dedicado a la formación de nuevo capital. La actitud del Estado al apropiarse de los mismos, significa desposeer lo que legítimamente obtienen las empresas, con lo cual destruyen un proceso socialmente útil de creación de riqueza.

En realidad no sólo están destruyendo capital, sino que también cambian de dueño. Las cantidades que ahorraron y ganaron las empresas son gastadas, invertidas y acumuladas por políticos codiciosos que no participaron en absoluto de la creación de riqueza.

El progreso técnico se paraliza porque impiden la acumulación de capital y disminuyen la cuota de capital invertido por obrero ocupado. El incremento de la productividad se detiene, obstaculizando el mejoramiento real de los salarios. Por lo tanto la política fiscal del modelo kirchnerista no sólo daña a los más ricos, que son las víctimas inmediatas, sino también a los trabajadores y finalmente a los desocupados que no tienen trabajo y que deben perder toda esperanza de lograrlo.

En cuanto las empresas comprendan que el gobierno quiere absorberles el cien por ciento de sus ingresos netos, optarán por consumir el capital acumulado, evitando que continúe la expoliación.

El sistema impositivo expoliatorio, implementado por la pareja presidencial, no sólo obstaculiza el proceso económico y la mejora de vida de la población, sino que anula el crecimiento futuro y provoca una amplia tendencia hacia el inmovilismo, favoreciendo el desarrollo de hábitos retrógrados consistentes en guardar todos los recursos sin arriesgarlo en nuevos emprendimientos.

Cualquier persona que posea ingenio, capacidad creadora y ganas de progresar abandonará la idea de crear nuevas empresas, porque la actitud fiscal del gobierno les impedirá reinvertir la mayor parte de sus legítimas ganancias. Bajo tales amenazas, los emprendedores se retraerán, abandonarán el campo de actividades y cesarán en su actividad de creación de puestos de trabajo.

Dentro de poco, los empresarios en Argentina van a comprender que tienen que relegarse a la rutina, que no deben aspirar a obtener mayores ganancias, que no vale la pena agrandar las fábricas, que es mejor bajar las persianas, que es inútil mejorar la calidad de los productos y que da lo mismo producir mal y caro que hacerlo bien y barato.

La expoliación alentada por el gobierno kirchnerista no dejará títere sin cabeza. El espíritu de riesgo y el entusiasmo por la creación habrán sufrido un golpe muy severo, que esperamos no sea mortal para los ciudadanos puedan sobrevivir a este extravío político, irónicamente llamado “Frente para la Victoria”. © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio I. Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad.

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