domingo 23 de octubre de 2011
Por la plata baila el mono
Esta nota la escribí el día que CFK ganó las elecciones presidenciales de 2011. Me parece que no falló el pronóstico
Dice el dicho popular: por la plata baila el mono. La pregunta es: ¿seguirá bailando el mono cuando no haya más plata?
Encuestadores serios afirman que el fuerte apoyo a Cristina Fernández no se basa solamente en la economía sino que la gente identifica otros temas como positivos. Por ejemplo la forma en que el gobierno lleva adelante el tema de los derechos humanos. Es posible que así sea dado que la distorsión histórica de lo ocurrido en los 70 hace aparecer a los terroristas como inofensivos jóvenes idealistas que querían cambiar el mundo. Los asesinatos, secuestros e intentos de tomar el poder por la fuerza (apoyados y financiados por gobiernos extranjeros en los años de la guerra fría) no se cuentan. De todas maneras, es posible que la gente crea que todo comenzó el 24 de marzo de 1976 cuando un grupo de generales se levantó de malhumor y comenzó a secuestrar y matar a los jóvenes idealistas, pero mi punto es que si este tema tuviera tanto peso en el apoyo al gobierno no se entiende por qué este mismo gobierno, con el mismo discurso distorsionado de los 70, perdió las elecciones del 2009. En ese año la economía estaba en recesión y el discurso distorsionado de los 70 era el mismo. De manera que no termina de convencerme el argumento.
Me parece que aquí ha pesado enormemente al auge artificial del consumo y un mecanismo de distribución de los recursos típico de los modelos populistas. Desde aumentos salariales que nada tienen que ver con la productividad de la economía, hasta una catarata de subsidios parecen haber influido en forma notable en el apoyo a Cristina Fernández, más allá de la escasa imaginación y sobre todo egoísmo de los opositores. Candidatos que, montados en el caballo de la soberbia, definían cuáles eran sus límites descartando a otros dirigentes como si fueran leprosos.
Pero volviendo a la influencia del tema económico, me parece que, si bien la gente puede no reflejarlo en las encuestas, ha tenido un peso fundamental en el resultado de las elecciones. Decía antes de los aumentos de salarios que, si bien son insostenibles en el mediano plazo, sirvieron en el corto para atraer votos. Lo mismo ocurrió con los subsidios.
Si uno mira el presupuesto ejecutado al 30 de septiembre de la Administración Pública Nacional, se va a encontrar con que el rubro de mayor importancia es Servicios Sociales con $ 173.000 millones, donde las jubilaciones tienen un peso decisivo. Pero el segundo rubro es Servicios Económicos con $ 63.148 millones donde el 89% fue destinado a subsidiar la energía y el transporte público. Todo parece indicar que este año el gobierno destinará cerca de $ 80.000 millones en subsidios para, fundamentalmente, tener energía, gas y transporte público de pasajeros “baratos”. Por supuesto que con estos números vamos de cabeza a otro rodrigazo, pero mientras tanto ayudó a conseguir votos.
Si uno mira los subsidios sociales, alcanzaron la friolera de $ 32.000 millones a septiembre. La asignación universal por hijo creció el 34% respecto a enero-septiembre del año pasado. Bien por arriba de la inflación real. Hasta septiembre llevaban destinados a este plan casi $ 6.600 millones. No nos engañemos, como dice el viejo dicho popular: por la plata baila el mono. Acá se habla mucho de valores, derechos humanos, solidaridad, etc. pero la realidad es que desde el empresario beneficiado por el proteccionismo, pasando por el nuevo empleado público que no se sabe para qué está y llegando a los que viven de los subsidios, todos son felices si tienen la platita en el bolsillo sin importarle demasiado qué le puede pasar a su semejante que tiene que financiarlo previa expoliación del Estado.
Justamente unos días atrás me preguntaba un productor agropecuario si era posible que en otro mandato kirchnerista se expropiaran los campos. Mi primera respuesta es la de siempre: bajo el kirchnerismo cualquier cosa es posible. La segunda es que si bien es posible algún tipo de expropiación, la realidad es que los jóvenes de La Campora no van a ir a trabajar los campos. Más bien le conviene que el productor trabaje la tierra por ellos y el gobierno se apropie de su renta. Dicho en otras palabras, probablemente le dejen el campo pero lo van a hacer trabajar para los otros.
Por eso la sociedad está tan fragmentada como no se vía desde los primeros dos gobiernos de Perón. Porque una parte de la sociedad vive a costa del trabajo casi esclavo de la otra mitad. Unos trabajan todo el día para que el Estado los expolie con impuestos para poder comprar la voluntad de la otra mitad. Con eso solo le alcanza para ganar las elecciones. Usa a una mitad de la población de esclavos para generar ingresos y luego distribuirlos, en nombre de la solidaridad social, entre aquellos que le acercarán los votos.
Por supuesto que este esquema tiene el problema de que si una parte de la sociedad tiene que sostener a la otra mitad, se desestimula la inversión y la producción. La economía produce menos riqueza y cada vez es más complicado mantener este esquema de mitad esclavos, mitad beneficiados del trabajo de los esclavos. Sin el mundo sigue complicándose, el gobierno tendrá que hacer demasiados malabarismos para poder mantener este esquema económico que le permite construir poder.
Pero en definitiva el problema que tenemos en Argentina es que se ha acentuado la destrucción de valores como la cultura del trabajo, el riesgo empresarial, el espíritu de superación personal y se ha impuesto la cultura de la dádiva, del vivir a costa del trabajo ajeno, del desprecio por la libertad y la propiedad. Lo que ha hecho el kirchnerismo es aprovechar esa destrucción de valores. El problema ya no son ellos, sino los valores que imperan en buena parte de la sociedad.
Lo más grave no es si el tipo de cambio real está retrasado, si las cuentas públicas están desequilibradas o si la política monetaria está fuera de control. Lo más grave, en todo caso, es que todos esos problemas son consecuencia de los valores que imperan en buena parte de la sociedad: “yo tengo derecho a que el otro me mantenga, me pague la casa, el televisor, etc.” sin explicar por qué el otro tiene esa obligación. Y no se explica porque no hay explicación posible a un esquema de saqueo generalizado. Unos robando a otros en nombre de la justicia social no tiene explicación posible.
Con este mecanismo se podrá ser exitoso electoral y políticamente, pero es imposible construir un país donde todos progresen. Tal vez no sea este el objetivo. Tal vez el objetivo sea fabricar pobres para luego mantenerlos con el trabajo ajeno, con lo cual el país tendrá una mitad de la población esclava trabajando para financiar el proyecto populista y otra mitad denigrándose para recibir dádivas del burócrata de turno.
En definitiva, mientras haya recursos para financiar este esquema perverso, el poder está asegurado. Cuando se acaben los recursos veremos cómo se convence a la mitad de los que vive del trabajo ajeno para que me sigan votando.
Por eso me permito dudar que este resultado electoral esté influenciado por una versión distorsionada de la historia de los 70 o por el vestidito negro. Pueden haber tenido alguna influencia, pero me parece que el esquema de vivir una fiesta de consumo artificial a costa del trabajo ajeno y las confiscaciones tiene un peso fenomenal. Basta con revisar los resultados electorales y compararlos con el nivel de actividad para advertir que hay una alta correlación.
De todas maneras, de aquí en adelante queda un gran interrogante. Si por la plata baila el mono, ¿cómo harán para que el mono siga bailando cuando no haya más plata?