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jueves 2 de noviembre de 2006

Por un pelo…

Es importante comprender que las normas están para ser cumplidas y que si éstas se han vuelto obsoletas lo correcto no es violarlas, sino trabajar para cambiarlas por otras más adecuadas.

En estos últimos días, algunos medios gráficos y radiales han tomado la noticia de un alumno de la localidad de Godoy Cruz, en la provincia de Mendoza, que aparentemente habría quedado libre por usar el pelo largo y suelto.

Tuve oportunidad de escuchar a su padre y a su abogado y me parece que ambos, quizá con su mejor buena voluntad, sacaban la discusión de su lugar real, argumentando que “la norma era arcaica” o que “la hermana usa pelo largo e igual la dejan estudiar”.

El largo del pelo (en definitiva, la moda) va cambiando con los años y seguramente las normativas escolares deberían ir adecuándose a este cambio. Probablemente, si yo en mi infancia hubiera llegado a mi escuela “rapado” como muchos lo hacen ahora, no me hubieran permitido el acceso. Pero si la norma según la cual los alumnos varones no pueden concurrir con el pelo largo o las mujeres con el pelo suelto es antigua, lo que hay que hacer es cambiar la norma, no violarla.

Y en esto me parece que hay que considerar tres cuestiones importantes.

Por un lado, las argumentaciones que escuché por parte del padre para apoyar que el hijo no cumpliera con uno de los puntos de la “Normativa de Convivencia Escolar” eran falaces. Desde afirmar que “no conocía esa normativa” (todos sabemos que el desconocimiento de la ley no autoriza su incumplimiento) hasta que él considera que “el pelo atado le queda mal”. Si algún jugador de Boca considera que la raya horizontal de la camiseta lo hace más petiso y más gordo, podrá cambiar de club, pero no aparecer en la cancha con otra camiseta.

Por otro lado, me parece que al alumno no se lo sancionó por tener el pelo largo, sino por no cortárselo o atárselo. Si hay normas, son para cumplirlas. Y todos los adultos, padre y abogado incluidos, deberían entender que menudo favor se le hace a un menor apoyándolo a que no cumpla con alguna normativa. Quizá lo que hubiera sido útil y educativo es que el papá hubiera contratado un abogado la primera vez que le llegó una notificación sobre el tema, para intentar “cambiar” esa normativa, que no discuto que desde su óptica sea antigua. Si hubiera concurrido a la escuela en ese momento y expuesto sus razones sobre lo “inconveniente” de esa normativa, seguramente hubiera producido una acción educadora para su hijo, mostrándole cómo se reclama ante las autoridades.

Por último, me parece que nos estamos olvidando de un tema fundamental, por obvio que parezca, que es que el ser humano no nace sabiendo y que debe aprender. Y para aprender muchas cosas hay que practicarlas. La sociedad tiene un sinnúmero de pautas que son absolutamente convencionales y no por ello hay que dejar de cumplirlas. ¿Por qué debemos circular en automóvil por la derecha y no por la izquierda como en otros países? ¿Por qué debemos renovar el documento a los 16 años y no a los 15 y medio o a los 16 y medio? ¿Por qué algunos feriados se corren a los lunes y otros no? ¿Por qué el IVA es del 21% y no del 19% o el 23%? ¿Por qué los DNI tienen una clave numérica y las patentes de los autos alfanuméricas?

Las convenciones generan límites. Y a los chicos hay que enseñarles a limitarse, precisamente poniéndoles límites que muchas veces son ridículos (como el largo del pelo). Si un adolescente puede decidir a qué hora se levanta, a qué hora se acuesta, qué y dónde come, cómo se sienta en la clase, o el largo de su pelo, seguramente no lo estemos educando para que aprenda a ponerse límites él mismo y será un adulto con poca tolerancia a la frustración. ¿Cómo aprende un adolescente a rebelarse? Precisamente porque tiene algo contra qué hacerlo. Si no tiene cosas a su alcance para rebelarse, quizá sería una generación sin ideales, sin deseos de cambiar lo que no funciona, o lo que creen injusto.

Lo que importa no es largo del pelo. Lo que sí importa es que las normas están para ser cumplidas y que si la vamos a cambiamos deberemos pensar en otras que nos permitan educar a las generaciones venideras. © www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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